En su última misiva Carta Abierta, el colectivo intelectual (como gustan nominarse) pro kirchnerista, ha puesto toda la carne en el asador. Con su acostumbrado estilo críptico de pensadores abstractos, réplica especulativa del Indio Solari y sus Redonditos, admiten que el proyecto Nacional y Popular atraviesa turbulencias que lo ponen al filo de sus exequias. ¡Al fin un atisbo de realidad!
Más allá de sus comentarios económicos acerca de un “intervencionismo democrático” que tuerza los designios de las corporaciones y mejore el distribucionismo nacional y popular preocupan los aspectos filosóficos con los cuales fundan su mirada de las instituciones y la democracia.
La Argentina republicana
A lo largo de la historia nuestro país ha atravesado distintos momentos institucionales durante los cuales los valores han cambiado acompañando los vaivenes de la política mundial. El ciclo constitucional de 1853, consecuencia de nuestros propios conflictos, se desató, sin embargo, en el marco de las luchas constitucionales y republicanas europeas con epicentro en las convulsiones de 1848.
La mejora de la calidad democrática como fue la Ley Saenz Peña no fue ajena a los cambios introducidos en el sistema liberal imperante en el centro del capitalismo mundial tendiente a profundizar las instituciones republicanas.
Finalmente la crisis del sistema demo-liberal a consecuencia de la Primera Guerra Mundial y el surgimiento de gobiernos totalitarios que descansaron en el apoyo de las masas (Arendt, H) modificaron buena parte de los valores del siglo XX. Nuestro país no fue ajeno a estos cambios y a partir de 1930 todas las fuerzas políticas pusieron en cuestión las instituciones como manifestación de una democracia formal sin sustancia. Nacionalistas, radicales, conservadores, socialistas y luego el peronismo, expresiones partidarias del período, sostuvieron la tesis en boga por aquellos años acerca de que el sustento de las instituciones democráticas son las masas populares en las calles, dueñas de los espacios públicos e imponiéndose, muchas veces, a la institucionalidad republicana. El peronismo, por caso, valoró más la Revolución de junio de 1943 o el 17 de octubre que las elecciones del 24 de febrero de 1946. Esto es los golpes de mano o las masas en la calle que la institucionalidad democrática. Y de esto corro a Juan Perón puesto que no desempeñó un rol central en el golpe juniano (como algunos historiadores pretenden, al forzar la importancia del GOU), o al negarse a retomar el poder luego del 17 de octubre o al marcharse frente a la sublevación del 55’ que lo invitaba al enfrentamiento por fuera de las instituciones.
El retorno a la democracia en nuestro país en la década del ‘80 ha estado vinculado a la generalización de la democracia en el resto del mundo. No fuimos ajenos a ese movimiento de la historia. Claro que la democracia moderna no se apoya en los mismos pilares que la decimonónica. La actual contempla el juego de instituciones sociales como sindicatos, asociaciones empresarias, ONG, en paralelo con las tradicionales. Se trata, entonces, de una institucionalidad proteica.
¡Ha llegado la hora de partidos republicanos!
Carta Abierta
En su última misiva, los intelectuales kirchneristas revelan un pensamiento antiguo que sorprende pues afirman que la única garantía de permanencia que tiene un gobierno nacional y popular es con el pueblo en la calle, al afirmar que el institucionalismo es vicario, similar al lenguaje de la década del ‘30 cuando se hablaba de democracia formal, dando sustento al pedido de Kunkel de cerrar el Parlamento. La misma música del putsch tradicional.
Tan viejo como lo anterior es acusar a la oposición de buscar articular con el capitalismo de la globalización, como si hubiera otro capitalismo. Son tan antiguos que valoran la autarquía de los ’40, esto es, volver al torno, a la fragua y al balancín.
Pero lo más grave de esta monserga son los fundamentos que arbitran para justificar la delincuencia y al tráfico de drogas.
“Como contrapartida al vivir de alta gama es el flujo de individuos desterritorializados sin vivienda o con su vida precaria” empujados a “economías alternativas que incluyen las drogas, el tráfico de armas o el lavado de dinero.” Luego de criticar el accionar de la policía de Macri y la de Berni afirman:
“No es así como todos esperamos que se traten las necesidades y carencias de la población que son víctimas antes que agentes de actos furtivos o comercios ilegales”.
¡Y aquí está la madre del borrego! los delincuentes o “agentes de actos furtivos” como los traficantes son víctimas del sistema capitalista globalizador. Lo que viene a demostrar que el progresismo no tiene respuestas para solucionar los dos más graves problemas de la Argentina. Puesto que si para acabar con el delito hay que tumbar al capitalismo estamos fritos.