La central térmica a carbón que funcionará con gas natural

Cristian Folgar

La genial María Elena Walsh escribió alguna vez: “En el Reino del Revés, nada un pájaro y vuela un pez /(…) un ladrón es vigilante y otro es juez / y que dos y dos son tres”.

Si viviera, seguramente se le ocurriría alguna estrofa para representar lo que nos pasa con la Central Térmica de Río Turbio.

La mina de Río Turbio es la única mina de carbón operativa en nuestro país. El ritmo social y económico de la ciudad está lógicamente vinculado a lo que ocurre con la explotación de la mina.

Desde que tengo uso de razón, escucho planes para potenciarla. Siempre alguien promete hacer “algo por la localidad”. La realidad es que la mina produce poco y nada y la localidad no encuentra un sendero de desarrollo sustentable. Hoy la mina está en manos del Estado. Se echó con justa causa al concesionario anterior. Pero la producción no despega. Sólo en gastos operativos los argentinos estamos destinando en el orden de los $1.500 millones de pesos al año en la mina.

Según a quién quiera escucharse, las razones de los problemas de la mina de Río Turbio son variados. Que el carbón es de baja calidad para su uso en usinas térmicas. Que la mina está muy alejada de los potenciales centros de consumo. Que la cuestión laboral es inmanejable porque los sindicatos controlan todo y no dejan hacer nada. Y podría seguir la lista.

El gobierno decidió construir en la boca de la mina una central térmica a carbón para garantizarle la demanda a la mina. Si analizamos la central desde la pura lógica del sector eléctrico no tiene sentido económico. Sólo puede tener sentido como un estímulo de actividad para la localidad. Para fomentar el desarrollo de la región podría ser razonable pagar el “extra costo” energético. Ahora, cualquier análisis tiene sentido en tanto la mina produzca la cantidad de carbón necesaria.

Apenas se lanzó la central, hubo críticas de todo tipo. El gobierno se aferró al criterio de fomentar el desarrollo de la localidad. Hasta ahí el planteo podría ser aceptable. Entonces, ¿cuál es el problema?

La central se diseñó para funcionar exclusivamente con carbón. La central consumiría cerca de 1.200.000 toneladas de carbón al año. Hoy la mina produce poco más de 100.000 toneladas al año. Y la producción no despega. ¿Por qué el gobierno construyó una central para que funcione a carbón si la mina no lo produce?

La mina es operada por el Estado Nacional y la central también la construyó el Estado Nacional. Si el Estado sabe que la mina no produce suficiente carbón, ¿por qué siguió adelante? Todas las variables en juego dependen de la gestión del Estado. Si la mina no produce más es responsabilidad del Estado. Si hoy tenemos una central casi lista para funcionar que nunca tuvo garantizada la provisión del combustible también es responsabilidad del Estado.

¿Qué propone ahora el gobierno? Convertir a la central para que funcione también con gas natural. ¿Por qué no lo hizo desde el principio? Ahora perdemos tiempo y tenemos costos adicionales.

Es cierto que las centrales a carbón habitualmente tienen la posibilidad de quemar, al menos, otro combustible. Pero eso era cierto también al inicio de la construcción. Tal como hoy están planteadas las cosas, la central no tendrá el aporte “complementario” del gas natural. El gas natural sería el 90%, o más, de la provisión de combustible. En el mejor de la casos sería una central a gas natural con el aporte complementario de carbón.

Hicimos una central al pie de la mina para aprovechar el carbón y luego no producimos carbón. Delicias de la planificación. Si la central va a funcionar básicamente con gas natural su locación pierde sentido. ¿Qué desarrollo local generamos si la mina no aporta más carbón?

Teníamos un problema que era la falta de producción de la mina. Ahora tenemos otro problema que es una central casi lista que no genera energía porque no tenemos combustible. Queríamos solucionar un problema y ahora tenemos dos.

Pero ésto no termina ahí. Según el gobierno hay que hacer un gasoducto para traer el gas y que la central pueda funcionar. ¿Alguien garantiza que el área o yacimiento desde el cual traigamos el gas tenga reservas suficientes? No hay cerca de la usina ningún área que garantice tal cosa.

Así vamos derecho a comprarnos un tercer problema. Tenemos una mina de carbón que no produce carbón en cantidades significativas, tenemos una central térmica casi lista que no tiene combustible y ahora estaríamos por hacer un gasoducto hacia áreas que no sabemos como garantizarán la provisión de gas. ¿La misma gente que garantizaba la provisión de carbón ahora hará lo propio con el gas?

Tenemos un déficit de potencia eléctrica. El gobierno no tiene fondos para terminar otras usinas térmicas que están trabajando a ciclo abierto cuando podrían cerrarse sus ciclos para aumentar la oferta al sistema interconectado sin aumentar la demanda de combustibles. El Estado destina fondos que son escasos a proyectos que todavía están lejos de poder generar.

A todo esto, ¿y la gente de Río Turbio? Todo este laberinto sólo se justificaba si se potenciaba el desarrollo de la localidad. ¿Alguien se hará responsable por los fondos públicos mal utilizados?. La usina que todavía no puede generar ya nos costó a los argentinos mas del doble que lo que costó la central que está funcionando del lado chileno.

¿Alguien alguna vez hará algo en serio por la gente de Río Turbio? ¿Hasta cuándo en nombre de ellos seguiremos quemando fondos públicos sin poder garantizar un futuro sustentable a esa localidad? Algunos a esto lo llaman “planificación”. Difícil creer que la planificación se divorcie tanto del sentido común.

 

(Este artículo fue publicado originalmente en Argentina Shale)