Por: Cristian Folgar
Muchas veces escuchamos dos afirmaciones que son tan ciertas como aparentemente contrapuestas. Por un lado, que el Banco Central de la República Argentina (BCRA) debería ser independiente, lo cual tiene mucho sentido. Por otro lado, que el BCRA no puede ser una isla y que tiene que coordinar su política con la implementada por el Poder Ejecutivo Nacional (PEN), lo cual también tiene mucha lógica.
En rigor, no hay tal contradicción y ambas objetivos pueden lograrse simultáneamente.
Cuando alguien se refiere a que el BCRA debe ser independiente, lo afirma en relación con el PEN y no con todos los poderes del Estado. Un BCRA independiente del PEN impide que este último financie parte de los gastos del Estado con el impuesto inflacionario. El PEN sólo puede cobrar los tributos aprobados por el Congreso Nacional, pero si vía el BCRA puede aumentar la oferta monetaria sin respaldo, está cobrando un impuesto sin autorización legislativa.
La inflación es un impuesto a la tenencia de pesos. Si al Gobierno no le alcanzan los recursos genuinos (recaudación más endeudamiento), aumenta la oferta monetaria (imprime pesos) y así cubre sus erogaciones. El problema es que si para esos pesos emitidos no hay demanda, el valor del peso cae, es decir, que para comprar cualquier bien necesitamos más pesos que antes, porque el peso vale menos. Eso es, en términos coloquiales, la inflación.
Ahora bien, por otra parte, el BCRA no debería ser independiente del Poder Legislativo, pues es el Congreso quien tiene la potestad de aprobar los tributos que cobra el PEN y las erogaciones del Estado. De hecho, sería más que saludable que el programa monetario del BCRA formara parte del presupuesto. Así, el Congreso aprobaría tanto el programa fiscal como el monetario. La coordinación macroeconómica de la política fiscal con la política monetaria se daría de hecho, pues el Congreso aprobaría tanto la política fiscal como la monetaria. Lo cual es lógico, porque si el Gobierno espera un cierto porcentaje de inflación para determinado año, ello significa que durante ese período los pesos que tenemos en nuestro poder perderán ese porcentaje como poder de compra.
De la misma manera que el PEN no puede cobrar tributos ni realizar erogaciones no autorizadas por el Congreso, tampoco el BCRA debería aplicar o cambiar un programa monetario sin expresa autorización legislativa.
Ahora que el rol del BCRA está en escena y es parte de la discusión pública, quizás sea buen momento para fijar las bases para un nuevo esquema de funcionamiento para la autoridad monetaria, que garantice tanto que el BCRA sea independiente del PEN como que exista una eficaz coordinación entre la política fiscal y la monetaria.
Si el PEN no puede usar sin autorización legislativa al BCRA para financiar todo o parte del déficit fiscal, logramos su independencia. Si el programa monetario debe ser aprobado por los ciudadanos vía el Congreso junto con los tributos y las erogaciones del Estado, no solamente garantizamos la coordinación macroeconómica tan deseada, sino que serán los ciudadanos y las provincias por medio de sus representantes quienes avalen la totalidad de la política macroeconómica. Lo cual es de pura lógica en una democracia representativa, republicana y federal.
Es tan deseable que el BCRA no pueda ser capturado por el Poder Ejecutivo como que deba rendirle cuentas al Poder Legislativo.
Quizás incluso sería oportuno cambiar la estructura del Directorio del Banco Central y que esté formado por un representante de cada provincia electo por cada legislatura provincial. El presidente del Directorio podría surgir de uno de sus miembros o podría ser propuesto por el PEN y contar con el aval del nuevo Directorio del BCRA o del Senado Nacional. Podrían plantearse distintas variantes, pero en cualquier caso sería una composición más federal.
En este país tan pendular pasamos de prácticamente no tener política monetaria (como en la convertibilidad) a la situación actual en donde el BCRA está en el centro de la escena por la escasez de divisas y el alto nivel de inflación.
Quizás llegó el momento para que con tranquilidad busquemos un justo equilibrio que logre el objetivo tantas veces declamado por todos los Gobiernos, pero que pocas veces logramos: que los argentinos tengamos una moneda en serio, que no sólo sirva como unidad de cuenta o de cambio, sino también para atesorar.
Es difícil pensar el desarrollo de un país sin moneda.