Por: Daniel Lipovetzky
El 24 de marzo es el día en que recordamos todo aquello que no puede volver a pasar, pero también nos recuerda todo lo que hemos ganado como sociedad democrática y republicana que busca y buscó verdad y justicia con el apego a la vigencia de la ley y de los principios fundamentales de nuestra Constitución Nacional.
Un día tan determinante en nuestra historia debe ser el mejor punto de partida para comprender que llegó el momento de unirnos y construir una sola Argentina, que no vuelva a tropezar con los errores del pasado y que mire hacia adelante superando el dolor, porque es imposible pensar el desarrollo de un país sin tirar todos para el mismo lado.
En este sentido, la visita de Barack Obama se integra a esa idea de reconciliación, especialmente por la actitud del presidente norteamericano al anunciar la desclasificación de los archivos sobre la guerra sucia y el hecho de que se comprometiera a darle celeridad a los mecanismos de tal desclasificación. Es un extraordinario gesto que marca el inicio de una nueva etapa de lazos fluidos y deja atrás los anteriores modos de relación: sea las “carnales”, como las de distanciamiento, que tan mal nos han hecho.
Estas acciones demuestran y le dan más relevancia a nuestra idea de diálogo permanente, no sólo con todo el arco político nacional, sino con el mundo entero. Con la palabra y el entendimiento habremos logrado en poco tiempo obtener un sinfín de información que nos ayudará a enaltecer nuestra memoria y vislumbrar la verdad sobre una época oscura de nuestra historia.
Queremos demostrar que no hace falta insultar o desprestigiar a quienes piensan distinto, sino que mediante el diálogo y el respeto hasta los pensamientos disímiles pueden acercarse. El mundo civilizado ha comprendido e implementando esta visión, porque si ante un problema no interponemos el debate, la discusión y el entendimiento, no avanzamos y así los conflictos se convierten en bloqueos, en guerras, en genocidios, en atentados multiplicando el resentimiento y el odio.
Creo que a cuarenta años del inicio del peor genocidio que haya vivido nuestro país, debemos tomarnos el tiempo de analizar lo ocurrido durante estas cuatro décadas y reflexionar hacia el futuro para construir una Argentina de todos y para todos.