Por: Daniel Lipovetzky
La frase la inauguró y la hizo un apotegma el ex presidente Carlos Menem. Y la utilizó incluso, como respuesta frente una consulta periodística relacionada con la voladura de la AMIA y la relación que lo unía con Alberto Kanoore Edul, imputado inicialmente por el atentado y amigo personal. “Presidente ¿Cómo es posible que un amigo suyo este siendo investigado en la causa?”, preguntó el reportero. “Es un casualidad permanente”, explicó el riojano, una de la varias veces que utilizó la frase. La causa de la AMIA, es la casualidad permanente del gobierno de Cristina Fernández.
¿Es casual que en septiembre de 2011 el embajador argentino ante la ONU, Jorge Arguello, se mantuviese sentado escuchando el discurso de su par iraní en la Asamblea de Naciones Unidas, por primera vez desde el atentado? (era norma de cancillería que el embajador argentino ante ese organismo se levantase y se retirase al comenzar a hablar el embajador iraní, en señal de rechazo). ¿Cuánto de casualidad encierra que un año después, en la siguiente Asamblea General de la ONU de 2012, también por primera vez, la presidente Cristina Fernández no invitase a los representantes de la comunidad judía?
Si se lo relaciona con la causa AMIA, este es otro kirchnerismo. Siguiendo la línea de las Asambleas de ONU, en la 2014 la Presidenta llamó “demonios” a los miembros de la comunidad judía que rechazaron el pacto de impunidad, con el agravante que lo hizo en vísperas de la celebración del año nuevo judío. ¿Todo esto puede ser fruto de una casualidad?.
Tampoco puede omitirse en la suma de casualidades permanentes el incremento sideral del comercio bilateral con Irán. Entre el último año del gobierno del ex presidente Néstor Kirchner (2007) y el año 2013, los negocios con Teherán se incrementaron en la friolera de 1.873%, lo que demuestra un evidente cambio en la relación con el país acusado por el atentado.
Además el memorándum con Irán se firmó casualmente un 27 de enero, fecha en que se conmemora el día Internacional en Memoria de la Víctimas del Holocausto, además de que el gobierno lo negocio a espaldas de las organizaciones judías, a quienes la presidenta había convenido en consultar previamente a dar cualquier paso en tal sentido.
La “casualidad” hizo que el gobierno kirchnerista impulsará su aprobación parlamentaria con una premura inusitada, llamándose a sesiones extraordinarias del Congreso en febrero de 2013. Fue convertido en ley el 28 de ese mes, con lo cual solamente faltaba un día para que se iniciasen las sesiones ordinarias, ni esas pocas horas pudo esperar Cristina Fernández, tal era la desesperación política porque el parlamento aprobara la renuncia a la justicia para las víctimas.
¿Habrá sido casual que solamente una cláusula del Memorandum fuese operativa sin aprobación legislativa? Especialmente considerando que tal cláusula era la notificación a Interpol del acuerdo firmado con el objetivo velado del cese de las alertas rojas, entuerto que terminó no funcionando porque tal levantamiento solamente podía operarse por una orden judicial que nunca existió, y no por un acuerdo internacional que ni siquiera estaba vigente.
Siguiendo con las casualidades. Estrechar vínculos con Irán coincide con las políticas desarrolladas con respecto a varios países con los cuales Cristina Fernández buscó fluidificar las relaciones. La presidenta Cristina se mostró muy identificada en 2008 con el dictador libio Muamar Kadhafi, estrechó relaciones e incrementó el comercio (o al menos lo intentó) con el dictador angoleño Dos Santos, y se encolumnó a nivel regional detrás de la Venezuela chavista, socia estratégica de Irán. Desde este punto de vista el gobierno ha ganado coherencia: ¿cómo coexistiría una alianza con Hugo Chavez o su sucesor mientras se sostiene una cuasi ruptura de relaciones con el país persa?.
También casualmente los referentes locales de Irán, lo son también del gobierno venezolano, como Luis D’Elía, sentado en primera fila de los actos oficiales, con o sin cargo, agente directo de la presidenta en variadas cuestiones, y representante de los intereses tanto venezolanos como iraníes en la Argentina. Persona que a su vez, se ha encargado de negar reiteradamente el holocausto judío, al igual Ahmadineyad, que presidia Irán cuando se firmó el Memorandum de la impunidad.
Pero volviendo específicamente al caso AMIA, a las causalidades y a los últimos acontecimientos, el fiscal federal instruido por el ex presidente Kirchner para avanzar en el esclarecimiento del atentado, casualmente muere pocos días después de realizar la denuncia donde acusa a la Presidenta, al Canciller Timerman y a varios integrantes del gobierno de conformar un plan delictivo para darle impunidad a los acusados iraníes de cometer el peor atentado de la historia argentina. Y dicha casualidad es tan extraordinaria, que coincide con el día anterior a la presentación de su denuncia en el Congreso.
Fruto de la casualidad el Secretario de Seguridad llega al lugar del hecho antes que las autoridades judiciales, y permanece allí un largo tiempo hasta que estas arriban. Azarosamente se sostiene la teoría del suicidio, primero desde el mismo Sergio Berni y luego la mismísima presidenta de la Nación. Pero luego la ventura determina que la puerta cerrada desde adentro, estaba casi abierta (según el propio cerrajero que no sabe ni porque lo llamaron), que el cuerpo de Nisman no tenía pólvora en sus manos, y al momento que la teoría del suicidio se desvanece por insostenible, por otra obra de la casualidad Cristina Fernández cambia su postura y nos dice, clarificadora, que no se trató de un suicidio.
Casualmente la mandataria se expresa por cadena nacional, nos cuenta lo sospechoso que resulta que Nisman volviese de su viaje por Europa de modo imprevisto, y luego la fiscal del caso expresa que los pasajes para ese regreso estaban sacados en el mes de diciembre.
Frente a la mayor sucesión de casualidades de la historia argentina, hay que decir que, en cuestiones de Estado, las casualidades no existen. La lamentable muerte del fiscal Nisman no es fruto de las casualidades, sino de una serie de decisiones políticas que llevan a un inevitable resultado. La presidenta tomó decisiones, claramente distintas de las de su difunto esposo y antecesor, y la suma de ellas desembocaron en un producto, que todavía no sabemos si es el último o uno más de una serie de consecuencias que esas determinaciones generaron y generarán. Cuando en un país ocurren casualidades permanentes, la explicación no es al azar ni tampoco la victimización. Porque todo es consecuencia directa de las acciones de los gobernantes que deben asumir sus responsabilidades políticas y, en casos como este, posiblemente penales. La sociedad argentina y la justicia, al cabo, dictarán sus respectivas sentencias.