Por: Diego Rojas
La encendida discusión sobre las tomas de colegios protagonizadas por estudiantes secundarios en la ciudad de Buenos Aires cobró un giro inesperado ante la noticia de un acto de vandalismo delictivo producido en la iglesia de San Ignacio de Loyola, lindante con el Colegio Nacional Buenos Aires -que se encuentra ocupado por sus alumnos-. Dentro de la iglesia, cuya construcción se realizó hace más de trescientos años, se encontraron pintadas ofensivas a la religión católica, destrozos y un banco sacerdotal que había ardido por el fuego. El panorama era tremendo. ¿Habían realizado los actos vandálicos los ocupantes del Buenos Aires, la institución educativa más prestigiosa de la nación? ¿Era un síntoma de su posición de lucha contra la reforma educativa impulsada por el gobierno kirchnerista a nivel nacional y por el macrista en la ciudad de Buenos Aires? Los actos producidos en la iglesia de San Ignacio, ¿demostraban la incapacidad de los jóvenes estudiantes de llevar adelante con seriedad y responsabilidad la toma mediante la que, supuestamente, defendían la educación?
Los hechos que se narran a continuación, corroborados por varios estudiantes del Colegio Nacional Buenos Aires, demuestran que los hechos de vandalismo que se produjeron en la iglesia de San Ignacio fueron producto de una provocación en contra de la lucha estudiantil.
Todo comenzó a las cinco de la mañana del miércoles 25 de septiembre, mientras los estudiantes que ocupan las instalaciones del Colegio Nacional Buenos Aires dormían. Los miembros del grupo de seguridad de la toma -cuyo mandato era resguardar no sólo la seguridad de los estudiantes, sino las instalaciones del colegio- dieron comienzo a la provocación. (Debe hacerse notar que esas cinco personas pertenecen a las agrupaciones estudiantiles Mano Negra y Consciente Colectivo, sobre las que más adelante nos detendremos). Los cinco miembros de la comisión de seguridad, cuya tarea era permanecer despiertos durante su turno garantizando la paz de la ocupación, se escabulleron clandestinamente, se dirigieron hacia los pasadizos subterráneos que unen el colegio con la iglesia y comenzaron la operación.
Los túneles son centenarios como la iglesia y el colegio. Pertenecen al campo de los monumentos arquitectónicos ocultos de esta ciudad. Y como tales, están protegidos. El grupo de cinco personas avanzó por ellos y destrozó cuatro puertas -las pericias indicarán cómo- para poder llegar a su objetivo: la entrada a la iglesia. Una vez adentro, quemaron el sillón sacerdotal y escribieron pintadas ofensivas. Luego huyeron. Pero su plan les salió mal.
Las alarmas de la iglesia habían comenzado a sonar y despertaron a unos padres de los alumnos del Buenos Aires que se encontraban en la toma. (Debe hacerse notar que una reunión de padres de los secundarios votó, por 119 votos a 1, apoyar la decisión de lucha de sus hijos -la notoria repercusión que tuvo el hiperderrotado padre en los medios debería ser objeto de un análisis del rol de los medios contra las tomas-). Esos padres al ver llegar de los pasadizos a aquellas cinco personas despertaron a los alumnos. La provocación había fracasado.
Los cinco miembros de la comisión de seguridad, que se habían ofrecido voluntariamente a ocupar ese rol, son dirigentes de las agrupaciones Mano Negra y Consciente Colectivo. Ambas agrupaciones se habían opuesto a la toma desde los primeros momentos del plan de lucha. Su política representa la de un filokirchnerismo que se manifiesta más o menos abiertamente según la circunstancia. El razonamiento que rige su política ante las tomas estudiantiles actuales podría plantearse de esta manera: “La ley de educación del gobierno kirchnerista es positiva, pero el gobierno de Macri la aplica mal”. Sin embargo, las asambleas del Colegio Nacional Buenos Aires plantean la oposición tanto a los designios kirchneristas sobre esta ley, como su aplicación macrista en la ciudad.
Los cinco miembros que montaron la provocación, dirigentes todos de las agrupaciones mencionadas, votaron en contra de la toma una y otra vez. En las asambleas, según el relato de varios estudiantes, propiciaban el vaciamiento de la medida de lucha, planteaban que las resoluciones votadas no funcionaban, apuntaban a la desmoralización. Las cinco personas que montaron la provocación se ofrecieron para ocuparse de la seguridad de la toma durante la madrugada del miércoles 25. Luego sobrevinieron los acontecimientos.
Se especula que los provocadores apuntaban a una crisis en la toma del Colegio Nacional Buenos Aires. Que un acto anónimo de estas características produciría una escisión en la asamblea que les permitiría levantar la toma, a la vez que ganar, en los hechos, la dirección estudiantil.
A pesar de haber sido descubiertos por los padres que apoyaban la toma durante su regreso de los pasillos subterráneos, los cinco provocadores negaron haber realizado cualquier acción en la iglesia de San Ignacio. Incluso señalaban que era un invento de la conducción del centro de estudiantes del CNBA (dirigida por militantes del Partido Obrero e independientes) para desprestigiarlos. Sólo a mediodía los cinco provocadores reconocieron los hechos que habían realizado. Desde ese momento no se supo nada de ellos en el ámbito del colegio.
Se realizaron asambleas que repudiaron los acontecimientos -los cinco provocadores no asistieron a esas asambleas, a pesar de ser los máximos dirigentes de sus agrupaciones- producidos en la iglesia de San Ignacio. Se decidió que una delegación de estudiantes se solidarizara con el párroco de esa iglesia y le ofreciera manos para restaurar el orden y la limpieza de las instalaciones, a la vez que hacer una colecta para solventar cualquier daño que pudiera haber ocurrido.
Hubo intervenciones de militantes de Mano Negra y de Consciente Colectivo que, al enterarse de que sus dirigentes habían cometido los actos vandálicos, renunciaron a esas agrupaciones. Tal reacción demuestra que las acciones fueron cometidas incluso a espaldas de las bases de esas agrupaciones.
El episodio de la iglesia de San Ignacio es una muestra de todas las posibilidades de ir contra un método de lucha impulsado por los estudiantes que se oponen a la ley de educación kirchnerista que intenta aplicarse en Buenos Aires bajo la alianza con el macrismo. Las tomas fueron decididas en asambleas democráticas por el colectivo estudiantil de cada colegio ocupado. La acción vandálica en la iglesia de San Ignacio no sólo fue un hecho de características desestabilizadoras, sino que se produjo a espaldas de la masa estudiantil y de las propias bases de los dirigentes que realizaron la provocación.
Ninguno de los acontecimientos producidos durante las últimas horas desmiente la justeza de los reclamos estudiantiles. Las próximas horas demostrarán si los actos vandálicos cumplirán su propósito de amedrentar las tomas de los jóvenes secundarios.