Por: Diego Rojas
En su cuento “Tres versiones sobre Judas”, Jorge Luis Borges usa una frase de Los siete pilares de la sabiduría, de T. E. Lawrence, como epígrafe que da comienzo al texto y que lo ordena, según se puede constatar al finalizar la lectura. “There seemed a certainty in degradation” es la oración elegida. Dos posibles traducciones al español podrían ser: “Parecía que había una certeza en la degradación” o “Parecía una certeza en degradación”. Las dos versiones resultan útiles para pensar esta etapa de la Argentina, marcada por el agotamiento del kirchnerismo. El arribo del final del ciclo K produce que sus miembros más conspicuos intensifiquen cierto camino al desbarranco político, moral e intelectual. En varios casos -que incluyen a periodistas, humoristas, divulgadores de la filosofía y funcionarios del Estado-, es perceptible la incorporación del cinismo como método y como norma, de tal modo que pareciera que protagonizaran un nuevo momento del modelo, el del “cricinismo”, etapa superior del kirchnerismo. Como si para ellos su certeza fuera la degradación, o como si acompañaran la degradación de lo que alguna vez pensaron como certeza.
El empleado de la aduana Alberto Daniel Lomuto Maidana es un usuario de la red social Twitter, en la que actúa bajo el nick @alber5961 –las cifras señalan el día de su nacimiento, tiene 52 años-. En su cuenta, se describe como: “Fundamentalista K. En tiempos de críticos y desencantados, con el cuchillo entre los dientes”. El 3 de enero, Lomuto increpó a través de Twitter a María Luján Rey, madre de Lucas Menghini (el joven de 20 años fallecido en la masacre de Once al que sus padres buscaban infructuosamente, cuando su cadáver -que no había sido correctamente buscado- se encontraba en el mismo tren). Lo hizo en los peores términos. “La justicia determinó que el Gobierno no tuvo nada que ver en el incidente de Once –le escribió a la María Luján Rey-. Por qué seguís insistiendo?”. “Tu hijo fue el único que murió por estar donde no debía. Y te ponés al frente de la protesta? Te debería dar vergüenza”, continuó. “Educaste a tu hijo para transgredir las reglas y eso le costó la vida. Bancatelá”, concluyó. (Aquí se pueden observar los tuits de Lomuto) Lomuto ponía a funcionar el discurso –reiterado en el imaginario kirchnerista- que culpa a las víctimas (las primeras horas al descubrimiento de su cadáver en una cabina de la formación que había chocado permitieron que la misma especulación que había señalado Lomuto en Twitter corriera por los canales del relato K). El mismo que había pronunciado el funcionario Juan Pablo Schiavi cuando dijo que no habría habido tantas víctimas de no ser por esa costumbre argentina de amucharse en los primeros vagones. O la misma culpabilización de las víctimas que expresó en su viñeta de opinión publicada en Página 12 el humorista Daniel Paz, en la que responsabiliza a los sectores indignados de la clase media porteña por los cortes de luz, ya que habrían pagado tarifas menores para un servicio que demandaban según los estándares de Suiza. Las manifestaciones de Lomuto forman parte de las escenas más patéticas de las defensas de lo indefendible que se intentan realizar a través del cinismo K.
El número de fin de año del suplemento Las doce, sección de la mujer del “progre” Página 12, fue el escenario para otra de las manifestaciones del fenómeno “cricinista”. Marta Dillon, directora del suplemento, escribió un texto hagiográfico sobre la presidenta Cristina Fernández que sólo tiene parangón en los panegíricos que eran comunes en la Unión Soviética para elogiar al “padrecito de todas las Rusias”, Iosip Stalin. La elegía es una oda a las virtudes de una mujer atacada permanentemente por una oposición machista -la escribiente no duda en incluir en esa categoría a la ensayista Beatriz Sarlo, quien fue una de las primeras mujeres públicas que dio a conocer que se había realizado un aborto en una campaña para su legalización, derecho al que la presidenta Fernández se opone fervientemetne-, que surge triunfante de toda adversidad. El momento del cénit del descalabro político e intelectual sucede cuando Dillon justifica el baile de la presidenta durante los festejos del 10 de diciembre con un razonamiento alejado de lo comprensible. La presidenta bailaba mientras los cadáveres de las víctimas de la violencia desatada por los acuartelamientos policiales y los saqueos todavía estaban tibios. La presidenta se burlaba de los cacerolazos mientras en Tucumán, epicentro de la violencia, la policía reprimía un cacerolazo de manifestantes que reclamaban seguridad y justicia. Refiriéndose al discurso de la mandataria, Dillón señaló: “Lo hizo para denunciar la planificación y ejecución quirúrgica de esa barbarie que dejó un tendal de muertos que duele y seguirá doliendo en esta larga tradición de víctimas que trae diciembre en Argentina. Después, con víctimas y todo, se animó a bailar frente a una plaza llena de militancia y de personas no encuadradas pero con las mismas ganas de participar. Bailó como la mujer que es, con su pelo suelto y su sensualidad intacta. A pesar de los muertos y los heridos y la extorsión. No iba a dejar que le robaran ese día, porque además, si no se puede bailar, a quién le interesa ninguna revolución”. Una justificación que supera lo asombroso, porque nadie pide tanto. Dillon, no contenta con la elegía de una degradación mayúscula, también intenta degradar no sólo la frase de Emma Goldman: “Si no puedo bailar en tu Revolución, no me interesa” sino el concepto mismo de “revolución”, asociándolo al kirchnerismo, que de revolucionario no tiene un ápice.
El ensayista Ricardo Forster, uno de los miembros más activos de Carta Abierta, también dio la nota en otro texto publicado en el diario de la progresía. Con el estilo que lo caracteriza, abstruso y a la vez florido, además de casi ilegible –pero no en el sentido heideggariano de la oscuridad textual que lo torna dificultoso-, Forster le responde a Horacio González, el director de la Biblioteca Nacional, que se había pronunciado en contra del ascenso de César Milani, acusado de haber participado en operativos represivos bajo la última dictadura y objetado hasta por el CELS. (Una digresión que sabrán apreciar los amantes del análisis textual: la primera oración del artículo tiene ¡14 adjetivos! La primera oración del tercer párrafo tiene ¡231 palabras!). Luego de inmensas parrafadas que intentan caracterizar el lugar “sustantivo” que ocupa Carta Abierta en el panorama político actual, Forster propone sacar del lugar de centralidad que había adquirido la “cuestión Milani”, a la vez que plantea que la postura tomada por el CELS –posición basada no sólo en las sospechas que están siendo investigadas por la justicia, sino en las propias declaraciones de Milani al organismo de derechos humanos- es “fácil”. Mientras tanto en La Rioja, Marcela de Ledo, madre del conscripto Alberto Ledo, desaparecido en 1976, pedía que no se le otorgara el ascenso a Milani hasta que la justicia determinara su participación o no en aquel delito de lesa humanidad. De Ledo, que preside la Asociación de Madres de Plaza de Mayo en La Rioja, no obtuvo respuesta favorable a su reclamo. Tampoco pudo comunicarse con Hebe de Bonafini, quien no sólo no atendió sus llamados, sino que puso en tapa de la revista de las Madres al presunto represor Milani, porque hay una certeza en la degradación.
El inexorable camino hacia el fin del kirchnerismo está plagado de cinismo. El fin del 2013 y el comienzo de 2014 fueron esplendorosos en cuanto a la exhibición de este modus operandi. Quizás haya que preguntarse si tal “cricinismo” se incrementará porque hay quienes eligen no extinguirse suavemente, sino hacerlo en forma de explosiones, encendidos.