Por: Eliana Scialabba
Esta semana, el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés), dio a conocer su reporte anual sobre competitividad mundial. Suiza se ubicó en el primer puesto, seguida de Singapur y Estados Unidos, mientras que Argentina quedó en la posición 104 -de 144 países bajo estudio-, manteniendo la posición de 2013, pero empeorando respecto de años anteriores. En 2012 estuvo en el puesto 94 y en 2011 en el 85.
A diferencia de los indicadores económicos tradicionales que se utilizan de manera tradicional, este es un indicador más amplio que mide otros aspectos fundamentales a la hora de analizar la competitividad global de una economía. En primer lugar, se evalúan las instituciones. En este punto, el país se encuentra en la posición 137. De los ítems que se incluyen dentro de este primer pilar, en términos de corrupción ocupó la posición 139, la ineficiencia del gobierno la 142 y el favoritismo en las decisiones de gobierno el lugar 143, solo por encima de Venezuela.
En cuanto a condiciones macroeconómicas el país también obtuvo un mal resultado, ocupando la posición 102. En inflación ocupó el lugar 138, siendo este el factor más relevante a la hora de evaluar la baja competitividad de la economía, seguido por las regulaciones cambiarias y la dificultad de acceso al crédito, ítem en el que se ubicó en el puesto 134.
En eficiencia de mercados, nuevamente malos desempeños: ocupa la posición 141 sobre 144 países. En cuanto a efectos de impuestos sobre los incentivos a la inversión se ubica en el último lugar del ranking, y en la prevalencia de barreras arancelarias se encuentra en el puesto 143, al igual que en el caso de los mercados laborales. En tanto, en funcionamiento de mercados financieros se encuentra en la posición 129 y el resultado del tamaño de mercado ubica al país en el lugar 115.
En materia de tecnología ocupa el puesto 82. No obstante, IED y transferencia tecnológica se ubican en la posición 142 y en adopción de tecnologías en la 132; mientras que en innovación se encuentra en el puesto 97. Por último, en el pilar correspondiente a salud y educación primaria, el país se ubica en un puesto relativamente mejor a los anteriores (67), mientras que en educación superior obtiene su mejor resultado, ubicándose en la posición 45. En tanto, en infraestructura, se encuentra en la posición 89, donde los mayores problemas se verifican en la calidad de la infraestructura general y los problemas energéticos.
Hoy por hoy, nos enfrentamos a una situación muy complicada a nivel coyuntural, sobre todo en lo referido a cuestiones institucionales. Los resultados negativos de la administración kirchnerista en cuanto a desempeño de las funciones de gobierno nos han llevado a ubicarnos en el grupo que nadie quiere ocupar: el de los más corruptos del mundo. Asimismo, el desempeño económico profundiza los males, y la gestión de Axel Kicillof y su desmedido (e inútil) intervencionismo parecen resueltos a seguir empeorándolos.
No obstante, estas cifras sirven para tener una visión no solo coyuntural, tal como en el caso de la economía y los problemas institucionales, sino también estructurales. Si bien los datos son negativos en casi todos los ítems, deben destacarse los mejores resultados relativos en salud y educación, los cuales dotan al país de potencial para desarrollo de largo plazo, una vez que logren revertirse las cuestiones de coyuntura actual.
Será una tarea difícil, que requerirá grandes cambios en los próximos años, pero desde el momento en el que se logren desarticular todas las trabas impuestas por el gobierno al funcionamiento de los mercados, la macroeconomía comenzará a transitar un sendero más virtuoso, lo que probablemente mejorará los indicadores de varios pilares, incluidos los referidos a innovación y transferencia tecnológica.
Sin embargo, el cambio más profundo deberá realizarse en pos de mejorar la institucionalidad del país, lo que requerirá un fuerte compromiso del próximo gobierno, ya que las mismas solo podrán ser fortalecidas en base a confianza por parte de las personas.
Esperemos que esto no se quede solo en una expresión de deseo, sino que en los próximos años podamos estar celebrando las mejoras (reales) en la competitividad argentina, y con ella los beneficios que ésta deposita en la economía en su conjunto. Para ello es necesario que la próxima administración pegue un “golpe de timón” y cambiemos el rumbo, ya que hoy nos encontramos a la deriva.
El artículo fue escrito en colaboración con Mariano Carpineti