Por: Eliana Scialabba
Desde que Alejandro Vanoli asumió la presidencia del Banco Central hace poco más de un mes, el mercado de divisas ingresó nuevamente en una “virtual” pax cambiaria. La moneda estadounidense cotiza estable en el mercado oficial, y los fuertes controles por parte de la autoridad monetaria han logrado reducir la brecha con los canales paralelos (blue, contado con liqui, MEP).
No obstante, debido a la política monetaria menos restrictiva llevada adelante por la Reserva Federal de los Estados Unidos, el dólar ha comenzado a fortalecerse (con el consiguiente impacto negativo sobre el precio de los commodities), lo que ha presionado a la depreciación de las monedas de los mercados emergentes debido a la huida de dólares desde estas economías más riesgosas a una más desarrollada y, sobre todo, más estable.
Este cambio en el manejo de política de la Fed, junto con la dinámica inflacionaria interna, impacta de distintas maneras sobre el tipo de cambio real, el cual se utiliza como medida relativa de la competitividad de una economía.
Analizando el poder de compra del peso contra el dólar, se observa que el mismo se encuentra en un nivel similar a la década del ’90: en el mes de septiembre, la tasa de cambio se ubicó en 1,05 $ / US$, lo que implicó una apreciación (pérdida de poder de compra) del 2,3% respecto al mes previo. No obstante, contra el mes de septiembre de 2013 presentó una suba del 5,6% debido a la suba del tipo de cambio nominal del mes de enero.
Sin embargo, la inflación anual por encima del 40% “esfumó” la ganancia de competitividad que debería haber otorgado la devaluación a la economía de principios de año. A modo de ejemplo, si la suba de precios de Argentina hubiese seguido una tendencia similar a la de los Estados Unidos desde el mes de enero, en septiembre el tipo de cambio real se hubiese ubicado en 1,17 $ / U$S, un 18% superior al del mismo mes de 2013.
En tanto, si en lugar de considerar el poder de compra del peso sólo contra la divisa estadounidense se analiza respecto a las monedas de los principales socios comerciales del país (Brasil: 36,2%, Eurozona: 17,8%, China: 13,7%, Estados Unidos: 9,7% y México: 3,4%), el signo de la cuenta es el mismo: “negativo”.
El tipo de cambio real multilateral (que mide el precio relativo de los bienes y servicios de nuestra economía con respecto a los de un grupo de países con los cuales se realizan transacciones comerciales) del mes de septiembre se ubicó en 1,49 $ /US$, con una caída del 2,9% respecto a agosto, y una suba del 4,9% respecto a septiembre de 2013. Frente a Brasil, nuestro principal socio comercial, la caída del poder de compra mensual fue del 2,6%, mientras que respecto a Eurozona la contracción fue del 3% y contra Estados Unidos y México disminuyó un 2,3% y 0,5%, respectivamente. Solo frente a China tuvo una mejora marginal del 0,3%.
Un ejemplo similar al realizado solo contra la moneda estadounidense, indica que si desde enero la tasa de inflación local hubiese seguido una trayectoria similar a la de los principales socios comerciales, el tipo de cambio real multilateral se hubiese ubicado en torno a 1,62 $ / US$, un 14,6% por encima del correspondiente a septiembre de 2013.
Estos números sirven para dar una idea de la situación de la economía respecto al resto del mundo. La pérdida de competitividad que sufre nuestra economía desde 2009 se ha explicado por la fuerte suba del nivel de precios.
Mientras en el resto del mundo la inflación se encuentra bajo control, en nuestro país las crecientes necesidades de financiamiento del Tesoro por parte del Banco Central han acrecentado y acelerado el incremento del nivel general de precios. A pesar de la fuerte suba del tipo de cambio nominal, que pasó de 3,46 $ / US$ a 8,51 $ / US$ (+145%) entre enero de 2009 y septiembre de 2014, la inflación se expandió un 258% en el mismo período.
Por lo tanto, la devaluación gradual o discreta en el tipo de cambio nominal han perdido efectividad como medida de “ganancia” de competitividad: en una economía con una inflación en constante crecimiento, una devaluación nominal se traslada rápidamente a precios, erosionando en un período breve la competitividad adquirida.
Si existe en algún momento voluntad de solucionar el problema de la restricción externa, hay que dejar de mirar las variables “típicas” relacionadas al sector externo, y concentrarse en la generación de un plan anti-inflacionario: sólo de esta forma el tipo de cambio real podrá llevarse a un nivel que garantice el equilibrio del sector externo, lo cual deberá ser complementado con medidas que incrementen la credibilidad, con la finalidad de atraer inversiones externas.
Mientras el Banco Central siga financiando el déficit fiscal, las restricciones al comercio exterior y los controles del mercado de cambio no tendrán ningún efecto positivo, y retroalimentarán aun más los desequilibrios macroeconómicos.