China, la nueva dependencia

Eliana Scialabba

Durante las últimas décadas, China se ha convertido en un factor clave para comprender tanto la evolución como las perspectivas del proceso de globalización. El ingreso del gigante asiático a la economía mundial ha modificado aceleradamente el mapa global.

Si bien la economía china ha registrado una de las tasas de crecimiento más altas del mundo desde 1980 (en torno al 10% anual), a partir de 2012 comenzó a desacelerarse para cerrar 2014 con una expansión del 7,4% y se estima que este año crezca un 7%, debido al menor dinamismo de la inversión y las exportaciones.

No obstante, a pesar del crecimiento más moderado, es indiscutible que continúa siendo la economía más pujante del mundo, y de ahí la importancia de la relación de nuestro país con el gigante asiático.

Con el objetivo de reforzar la “alianza estratégica integral”, esta semana Cristina Fernández de Kirchner viajó a China. Sin embargo, a pesar del discurso oficial, con la visita oficial el gobierno busca obtener un poco de aire hasta el fin del mandato, fortaleciendo el intercambio comercial y las inversiones, a cambio de divisas que amortigüen la escasez.

Durante la visita de la mandataria se sellaron 15 nuevos acuerdos, entre los cuales hay dos de carácter nuclear que estipulan una inversión de USD 13.000 millones para la construcción del cuarto y quinto reactor argentinos, y se repasaron 20 convenios firmados el 18 de julio por USD 18.000 millones, la apertura del mercado a productos argentinos, la construcción de represas, la recuperación del Belgrano Cargas y el intercambio de monedas (swap) por USD 11.000 millones dirigido a fortalecer las reservas del Banco Central, lo que permitiría prolongar la pax cambiaria por el resto del año, y que China se abastezca de soja.

De esta forma, en poco más de una década, China escaló varias posiciones como socio comercial del país. En 2014 fue el segundo destino individual de las exportaciones del país (en el 2000 ocupaba el sexto lugar) y se ubicó en la misma posición como origen de las importaciones (era el cuarto importador en el año 2000).

No obstante, las relaciones comerciales entre ambos países son muy asimétricas. En 2014 el déficit comercial con el gigante asiático fue de USD 5.789 millones, mientras que el negativo acumulado entre 2009 y 2014 alcanzó los USD 22.081 millones. Asimismo, la canasta exportadora con destino a China es mucho menos diversificada que la orientada hacia el resto del mundo: de esta forma, el comercio entre ambos países es netamente interindustrial, el intercambio consiste en materias primas por manufacturas.

Muestra de esta concentración, basta analizar los envíos de 2013. El país vendió a América Latina y el Caribe 3.557 tipos de productos, a Estados Unidos 1.407 y 1.700 a la Unión Europea, mientras que a China solo se enviaron 437 tipos de productos, de los cuales los cinco primeros concentraron el 85% de las exportaciones: los porotos de soja – incluidos pellets – sumaron el 58% del volumen exportado, seguido por aceites crudos de petróleo (13%), aceite de soja (10%), tabaco (2%) y cueros y pieles (2%).

Por lo descripto previamente, a pesar de tener casi dos siglos, la teoría de las ventajas comparativas ricardianas aún sigue vigente para explicar las relaciones de intercambio de nuestro país. Si bien la dotación de recursos naturales da a Argentina una fuente incalculable de riqueza, la explotación intensiva de los mismos, sin la agregación de valor y generación de eslabonamientos productivos, se ha transformado en el talón de Aquiles del desarrollo de la economía: los períodos de auge de las materias primas han generado cuantiosos excedentes de divisas que no han sido aprovechados para dar un salto hacia adelante.

De esta forma, los vínculos comerciales con China de los últimos años no son más que la “reedición” de las relaciones de explotación de principios del siglo XX, prevalecientes durante al auge del modelo agro-exportador. Han pasado más de 100 años y han cambiado los nombres, pero la dependencia continúa vigente y tiende a perpetuarse.