Por: Eliana Scialabba
Luego de varios años de fuerte expansión como consecuencia de un contexto internacional favorable, que probablemente no se vuelva a repetir por un largo tiempo, América Latina sufrirá una fuerte desaceleración de su crecimiento.
Además de los pobres desempeños de las economías más grandes de la región durante los últimos tiempos, se observa que este año no sólo éstas crecerán menos, sino que algunas de ellas (Argentina, Brasil y Venezuela) podrían directamente entrar en terreno negativo, mientras que Chile y Perú presentarían un repunte de su nivel de actividad y Colombia mantendría un crecimiento sostenido, aunque inferior al de 2014.
El escenario actual se encuentra configurado por dos fuerzas que operan de forma negativa para la región. En primer lugar, debe aceptarse que el “súper-ciclo” de los commodities ha llegado a su fin, afectando no sólo a la demanda agregada por el canal de las exportaciones (debido a la desaceleración de las economías emergentes más grandes, principalmente China), sino también por los componentes de la demanda interna: consumo privado y público e inversión.
En un contexto de precios de los commodities a la baja, las empresas redujeron la inversión, mientras que la caída de las exportaciones redujo los ingresos públicos (por ejemplo, en México el 35% de los recursos estatales tienen su origen en las exportaciones de petróleo y en Venezuela más de la mitad), llevando a la necesidad de ajustar la política fiscal – la cual afectó al consumo privado – en un contexto contractivo: el recurrente problema del sector público de los países de América Latina (con excepción de Chile) de no ahorrar para épocas de “vacas flacas”.
Por otra parte, también ha finalizado el ciclo de dinero barato, lo que limita más a las ya comprometidas restricciones presupuestarias de los Tesoros de la región, debido al incremento de los costos de servicios de la deuda. Asimismo, los activos financieros comenzarán a salir de las economías emergentes ante una inminente suba de la tasa de interés por parte de la Reserva Federal, presionando a la suba a las monedas latinoamericanas.
Si bien esta depreciación en el mediano plazo dará lugar a un aumento de las exportaciones, es probable que ésta produzca presiones inflacionarias en el corto plazo, debido a que el ajuste de precios es mucho más rápido que el de cantidades, limitando el relajamiento de la política monetaria necesario para impulsar el nivel de actividad. Este impacto será mayor en economías que sufran ya de antes altos niveles de inflación como Venezuela y Argentina, mientras que para el resto de los países las tensiones si bien existirán, serán menores.
¿Por qué los países de América Latina serán los más golpeados dentro del grupo de emergentes? Porque son exportadores de commodities, mientras el resto de los países son importadores, por lo que se verán beneficiados por la caída de los precios, aun en un escenario de menor liquidez y encarecimiento del crédito internacional.
De esta forma, una vez más la región ha desaprovechado en un marco externo favorable la oportunidad de abordar los problemas estructurales para cambiar las condiciones de producción de largo plazo, basadas en el aumento de la inversión, la productividad y la diversificación de la producción con el objetivo de evitar esta fuerte dependencia a los vaivenes internacionales que aqueja de manera histórica a América Latina.