Por: Eliana Scialabba
Atrás quedó el contexto internacional favorable que prevaleció durante la “década ganada”, el cual permitió financiar el modelo Nac&Pop: bajas tasas de interés internacionales y Brasil y China, principales destinos de los productos nacionales, creciendo a altas tasas. La fuerte dependencia de la economía argentina al sector externo, a pesar de las políticas proteccionistas implementadas durante los últimos años, es un arma de doble filo.
¿Dónde estamos hoy? La economía argentina se encuentra en una delicada situación interna debido al incorrecto manejo de las políticas económicas a nivel doméstico, potenciado por los cambios (desfavorables) en la economía global: China no solo continúa desacelerándose, sino que también devaluó su moneda durante los últimos días, Brasil entró esta semana en recesión técnica y el real sigue ajustándose, Estados Unidos se apresta a subir su tasa de interés de referencia.
China, nuestro segundo socio comercial y principal destino de nuestras exportaciones primarias, crece cada vez a menores tasas. Su menor demanda, por lo tanto, impacta negativamente, tanto a través de los menores volúmenes adquiridos como así también por la presión a la baja que ejerce sobre los precios internacionales de los commodities.
Esta debilidad en el crecimiento del gigante asiático llevó al país a debilitar el yuan frente al dólar en un 4,4 % en tres días durante la última semana. De esta forma, desde Pekín buscan impulsar las exportaciones y potenciar nuevamente el nivel de actividad, el cual comenzó a crecer a menores tasas cuando la economía se reorientó al mercado interno.
¿Qué efectos tiene esta devaluación en Argentina? En primer lugar, el abaratamiento de productos chinos presionará más a la baja a las exportaciones e impulsará las importaciones (aunque el Gobierno buscará mantenerlas a raya a través del cepo). A esto debe agregarse el importante atraso cambiario de nuestra economía, lo que potencia los efectos negativos.
Asimismo, un menor valor del yuan impacta sobre las reservas, ya que más del 25 % de estas se encuentran colocadas en dicha divisa. La devaluación llevada adelante por China genera una pérdida de 300 millones de dólares de reservas.
La corrección cambiaria llevada adelante por China probablemente fuerce a una pérdida de valor de algunas de las monedas de América Latina. Brasil, nuestro principal socio comercial, hace varios meses que está depreciando el real por factores exclusivamente de mercado, y la devaluación del yuan podría profundizar aún más el ajuste al alza de la moneda brasilera.
Para empeorar el panorama ya de por sí sombrío, a las denuncias de corrupción que enfrenta el Gobierno de Dilma Rousseff, se le sumó el informe que dio a conocer el Banco Central de Brasil esta semana, en el que expone que la primera economía de la región ha ingresado en recesión técnica. Un dolor de cabeza adicional para nuestros productos, ya que una economía con menor dinamismo adquiere menor cantidad de bienes y servicios producidos en Argentina.
Debe destacarse, asimismo, que al igual que con China, con Brasil tenemos déficit comercial: el gigante asiático y el latinoamericano tienen relaciones comerciales muy asimétricas con nuestro país, tanto por el tamaño y escala de mercado como así también por productos intercambiados, lo que genera una fuerte dependencia y añade volatilidad a una economía muy inestable.
A todo esto debe añadirse el movimiento que realice la Reserva Federal (Fed) con la tasa de interés de referencia de los Estados Unidos. Si bien durante los últimos meses ha estado realizando correcciones en sus mercados y el dólar se encuentra en una fase de fortalecimiento, aún no ha ajustado la tasa, que se ubica en los niveles mínimos luego de la crisis económica de 2008.
Desde la Fed han mencionado en varias oportunidades que en el corto plazo comenzará la normalización de la política monetaria estadounidense. Como si todo lo anterior mencionado fuera poco, esto agrega una presión adicional a todos los países emergentes, entre los que se incluyen tanto China como Brasil, y Argentina. El impacto, por lo tanto, será directo e indirecto, a través de nuestros dos principales socios comerciales.
Sin embargo, aunque el mercado espera la suba de tasas para septiembre, la Fed aún no tiene decidido si realizar el primer incremento desde 2008, ya que pese a los datos favorables de la economía, la inflación todavía se encuentra por debajo del 2 %. A partir del último informe de la autoridad monetaria, se descuenta que será a finales de este año.
Todo lo expuesto previamente complica seriamente el panorama al que se enfrentará el próximo Gobierno. A los desajustes macroeconómicos que se han venido acumulando durante los últimos años habrá que añadirle un contexto internacional muy desfavorable, que presionará sobre el tipo de cambio, el cual se encuentra, expresado en términos reales, en valores similares a los de finales de la convertibilidad.
Lo que ocurra a partir del 10 de diciembre es una incógnita. Sin embargo, el próximo presidente deberá realizar correcciones en las principales variables macroeconómicas si su deseo es que la economía retome su sendero de crecimiento. Muy a su pesar, el nuevo ocupante del sillón de Rivadavia no tendrá a su favor el “viento de cola” que acompañó a los Gobiernos kirchneristas durante la mayor cantidad de años de su gestión.