Por: Eliana Scialabba
Esta semana hemos sido testigos de movimientos bruscos en el tipo de cambio, algo a lo que no estábamos acostumbrados desde hace años, debido a la administración cambiaria llevada a cabo por la gestión kirchnerista.
Lo remarcable del hecho es que demuestra que la autoridad monetaria ha dejado de estar excesivamente preocupada por la cotización de la divisa norteamericana (es más, desde la liberalización del cepo cambiario no ha intervenido en el mercado de divisas). La ha dejado flotar en una banda amplia, recuperando su herramienta de política económica, la monetaria, con el objetivo de utilizarla para reducir la inflación.
Si bien la inflación es multicausal, la creciente (y desmedida) emisión monetaria de los últimos años para financiar el déficit fiscal ha presionado sobre el nivel general de precios de la economía, problema que desde el primer día de su gestión Federico Sturzenegger ha decidido atacar.
De esta forma, el eje de la preocupación ya no es el valor del dólar, sino del peso. El Gobierno anterior dejó un gran excedente de pesos en circulación, que desde la primera semana de gestión el ente emisor ha comenzado a absorber. Este último martes, día de licitación de las Lebac, el Banco Central (BCRA) quitó de circulación casi 23 mil millones de pesos (3,7% de la base monetaria) —sumando 67 mil millones de pesos desde la salida del cepo— de la mano de un recorte de tasas, las cuales se ubicaron en el 32%, dejando abierta la puerta para el repunte del dólar.
El recorte de seis puntos de la tasa de interés, que se ubicó en el 38% a la salida del cepo cambiario, con un tipo de cambio por debajo del esperado por el mercado, reabrió el apetito por la divisa norteamericana, a la vez que le permite al ente emisor seguir acomodando la cantidad de dinero en circulación, con un menor costo que hace unas semanas.
No obstante, si bien una política restrictiva en términos monetarios es una condición necesaria para controlar el problema de la inflación, no es suficiente. Para que esta sea efectiva en el largo plazo debe eliminarse la discrecionalidad, a fin de modificar las expectativas de los agentes, que en los últimos años se acostumbraron a vivir en un país en el que sobraban los pesos.
Asimismo, para reforzar la credibilidad de la nueva política monetaria es necesario reformar la Carta Orgánica del BCRA, para que el objetivo de la autoridad monetaria vuelva a ser el de preservar el valor de la moneda y que esta pueda cumplir sus funciones, principalmente la correspondiente a depósito de valor, función que durante los últimos años el dinero no ha cumplido. En un contexto de alta inflación, un peso hoy vale (mucho) más que un peso mañana, con lo que se privilegia el consumo sobre el ahorro y, por lo tanto, sobre la inversión.
En este escenario, no podemos esperar una solución mágica, después de convivir varios años con altas tasas de inflación. Para combatirla, el equipo económico deberá luchar en varios frentes. Sin embargo, los primeros pasos dados por la autoridad monetaria parecen estar en la dirección correcta, y eso ya es toda una señal.