Por: Eliana Scialabba
En la región, la arquitectura de la integración presenta una alta densidad institucional, tras más de cincuenta años de esfuerzos. No obstante, debido a que existen numerosas agrupaciones con objetivos diversos, aún persiste la debilidad en la definición de sus esferas de acción y los cambios en el espacio económico mundial de las últimas décadas. Para sortear esta debilidad, no sólo es necesaria la convergencia entre los distintos esquemas de integración, sino también es urgente.
En el nuevo escenario mundial, el fortalecimiento de la integración de América Latina dotaría de mayor peso global a la región, por lo que la convergencia entre el Mercado Común del Sur (Mercosur) y la Alianza del Pacífico constituiría una oportunidad histórica de avanzar en un esquema de integración.
Este acercamiento permitiría a ambos bloques diversificar la estructura productiva y exportadora de la región, en un contexto de fuertes cambios en el esquema económico internacional: el dinamismo económico se ha trasladado de los Estados Unidos y la Unión Europea (UE) a la región Asia-Pacífico. Esto implica que la articulación entre espacios comenzaría desde el punto de vista económico, en el que la región cuenta con numerosas fortalezas y tiene algunas dificultades por superar; en el largo plazo, debería trabajarse en consensos de base a nivel político, lo que permitiría que cada país conserve su soberanía.
Las principales fortalezas que se verifican en el espacio amplio conformado por los dos bloques comerciales son la marcada expansión de la clase media y del mercado consumidor que se originó en los últimos años y la abundante dotación de recursos naturales estratégicos, que confieren a la región numerosas ventajas comparativas naturales.
Desde el punto de vista de la expansión de la clase media, el crecimiento de los mercados internos y las políticas llevadas a cabo durante los últimos años han permitido que aumente el ingreso por habitante: la conjunción de estos factores ha expandido el consumo en el mercado regional.
La abundante dotación de recursos naturales es otro activo estratégico. La región posee numerosos activos minerales, energéticos, es una potencia agrícola —concentra el 52% de la producción mundial de soja, el 16% de la de carne y maíz, y el 11% de la de leche. Asimismo, cuenta con un tercio de las reservas mundiales de agua dulce y un 15% de la superficie agrícola mundial— y posee una gran reserva de biodiversidad, especialmente en Amazonia. No obstante, el gran desafío al que se enfrentan los países es agregarles valor y conocimiento para generar encadenamientos entre las actividades extractivas, las de procesamiento y los diversos servicios modernos asociados a las cadenas de valor agroalimentarias.
En tanto, entre las principales debilidades se encuentran el pobre desempeño exportador —el que, a su vez, cuenta con una alta participación de recursos naturales y un escaso contenido tecnológico— y la baja inserción en la economía del conocimiento. Respecto a la primera, se observa que durante los últimos años la participación de las exportaciones en el comercio mundial ha permanecido estancada, a pesar de los altos precios de los commodities de los últimos años, verificados hasta 2011.
Asimismo, al escaso dinamismo de las exportaciones agregadas se suma la alta dependencia de las materias primas, sobre todo en América del Sur. A fin de poner la situación en contexto, a comienzos de la década pasada, las materias primas representaban el 25% del valor exportado, mientras que en 2011 llegaron a representar más del 40%, explicado principalmente por sus altos precios. La caída que se verifica en la cotización de los commodities de los últimos años no ha hecho más que desplomar los ya estancados envíos al exterior.
Si bien durante el período mencionado los exportadores se beneficiaron de la mejora en sus términos del intercambio y del valor de las exportaciones, la fuerte concentración en la producción de sectores primarios presenta aspectos negativos, tales como la dificultad de diversificar la estructura productiva y exportadora, y la mayor vulnerabilidad ante los cambios en los precios de los commodities.
Por otra parte, tanto los países del Mercosur como los de la Alianza del Pacífico presentan una baja inserción en la economía del conocimiento. Esto se observa cuando se analiza la generación de conocimientos patentables, área en la que América Latina presenta serios déficit: según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, en el año 2012 la región concentró poco más del 2% de las solicitudes mundiales de patentes, lo que se vincula de manera directa con el bajo gasto como porcentaje del PBI que se destina a investigación y desarrollo (I+D).
De esta forma, la prevalencia de las materias primas y de manufacturas basadas en bajos costos laborales en la canasta exportadora regional no hace sino reflejar las carencias que exhibe la región en educación, ciencia, tecnología e innovación.
Por lo tanto, si bien el acercamiento inicial entre ambos bloques es muy reciente, deben destacarse los puntos sobre los que se centra la discusión hoy en día. Los países miembros buscan un avance gradual y flexible en cuestiones como la movilidad de personas, la integración energética y de infraestructura, entre otros temas sobre los que los dos bloques ya han avanzado.
No obstante, por ahora no está en los planes la creación de un bloque conjunto con integración arancelaria, debido a que mientras la Alianza de Pacífico alcanzó la desgravación de más del 90% de los productos entre sus miembros, el Mercosur tiene un arancel externo común variable entre 0% y 20%, pero con libre circulación de bienes y servicios entre sus países miembro. En este contexto, no es realista postular una integración en esta materia.
Por tanto, en la actualidad el objetivo es aprovechar las condiciones naturales de América Latina para incrementar el comercio con Asia, la región más interesada en las materias primeras que produce América Latina. Sin embargo, también debe tenerse en cuenta la necesidad de industrializar las economías latinoamericanas, las cuales no pueden continuar como proveedoras de materias primas: se torna necesario agregar valor y conocimiento.