Por: Esteban Wood
Allá por noviembre del 2009, en una jornada de reflexión convocada por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), la vicepresidencia del gobierno de Colombia y la embajada de los Estados Unidos de Norteamérica, quienes participamos del cónclave incorporamos una serie de conceptos que, con el correr de los años, se transformaron en ideas fuerza de hacia dónde se encauzarían las políticas públicas en materia de reducción de la oferta y de la demanda de drogas.
Frente al auditorio compuesto por periodistas, comunicadores, funcionarios y expertos en la temática, el por entonces director de la Policía Nacional de Colombia, general Óscar Naranjo, pronosticaba la inminente disolución de las viejas estructuras de tipo cartel y la reestructuración descentralizada y globalizada del negocio de las drogas. También nos planteaba una mayor sofisticación en la manera de lavar activos, una profesionalización de la actividad, y la capacidad de auto-invisibilidad como nueva y mayor fortaleza del crimen transnacional organizado.
Pero lo más importante que el general Naranjo vino a postular en aquellas jornadas en la calurosa Santa Marta fue un cambio de rumbo en el negocio mundial de las drogas ilegales: la migración de lo vegetal hacia lo sintético.
El problema de la reducción de la oferta pasaría de los países tradicionalmente catalogados como productores (Colombia, Perú y Bolivia), a los países con un importante desarrollo de sus industrias químicas/farmacéuticas, poseedoras de sustancias potencialmente desviables para la fabricación de drogas de síntesis, y con los recursos humanos capacitados para elaborarlas. Enfáticamente, Naranjo decretaba la caducidad de las tradicionales concepciones de países productores, países de tránsito y países consumidores, para repensar el abordaje desde una visión holística e integradora, con eje en el concepto de responsabilidad internacional compartida.
Tres años después, en el marco de mi visita a los Estados Unidos bajo el programa de Liderazgo para Visitantes Internacionales (IVLP según sus siglas en inglés), autoridades de la Drug Enforcement Agency (DEA) nos manifestaban una creciente preocupación oficial por el aumento en el consumo de drogas sintéticas, comercializadas bajo el disfraz de productos de uso cotidiano, cuya ingesta producía alteraciones realmente tenebrosas entre los consumidores. El ejemplo más utilizado era el de las denominadas bath salts (sales de baño), de venta libre público bajo nombres “marketineros” y sumamente atractivos para los jóvenes. También el Spice o K2 (marihuana sintética), ofrecidas engañosamente bajo la modalidad de hierbas aromáticas.
Según las autoridades y los especialistas, la permanente modificación de la combinación molecular de estas drogas las tornaba complejas de fiscalizar a priori. Una vez que lograban determinar la composición de las mismas, y dictar la norma regulatoria, una nueva e ínfima modificación convertía lo recientemente ilegal en legal. Y si bien a mediados del 2012, la administración Obama firmó un Acta que incorporó 26 tipos de canabinoides sintéticos y catinones a la Lista I de sustancias controladas, nuevas combinaciones siguen apareciendo día a día. Un monstruo similar a la Hidra, que posee la virtud de regenerar dos cabezas por cada una que pierde.
Ya en 2013, en su tradicional informe mundial, Naciones Unidas alertó formalmente sobre la enorme profusión de drogas sintéticas de nueva generación. Según el organismo, hasta finales de 2009 se habían detectado en todo el mundo 166 nuevos tipos de sustancias. A mediados de 2012 ya se contabilizaban 251, un incremento de más del 50 % en menos de tres años.
Para la ONUDD, el ritmo de creación de estos químicos representa todo un desafío no sólo para el actual sistema de lucha contra las drogas, sino también para la salud pública mundial. Sucede que las nuevas drogas que se fabrican a través de cambios moleculares en procesos de laboratorio, apuntan a imitar con químicos los mismos resultados psicoactivos que producen las drogas de origen natural. Es justamente esa artificialidad en su composición de base las que las torna impredecibles, elevadamente tóxicas y sumamente letales para la salud.
Recientemente, el Centro Europeo de Monitoreo de Drogas (EMCDDA) revalidó aquella tendencia anunciada por Naranjo en 2009. El consumo de cocaína y de heroína, dos drogas tradicionales, están en franco descenso en Europa. A la par, emerge un mercado cada vez más complejo e innovador, que reclama drogas más baratas y cada vez más potentes.
Según el EMCDDA, en el transcurso del 2013 se detectaron 81 nuevos estupefacientes en Europa, y otros 37 en lo que va del 2014. Entre ellos, sustancias como MDPV (catinona sintética), metoxetamina (similar a la ketamina), 25I-NBOMe (potente alucinógeno) y AH-7921 (potente opioide) dispararon alarmas en los sistemas de alerta temprana debido a evidencias de intoxicaciones y muertes.
Más de seiscientos sitios web y darknets que venden estas nuevas drogas ilegales a los europeos y facilitan la logística en pequeños paquetes de fácil transporte, con polvos aparentemente inocuos que pueden contener varios miles de dosis individuales, ridiculizan las viejas categorías de país productor, consumidor o de tránsito, y vuelven anacrónicas todo tipo de discusión en este sentido.
Como dijo el general Óscar Naranjo en la calurosa Santa Marta, “el problema ya no será sólo nuestro, será compartido”. Las lógicas, desde entonces, han cambiado radicalmente. En este complejo escenario, y en un marco de multilateralidad, la Argentina debe hacer frente a la responsabilidad que le cabe en la materia.
Si la moraleja de la fábula del pastorcito y el lobo refiere a que al mentiroso nunca se le cree, aún cuando diga la verdad… ¿Cuál será la enseñanza que recogeremos a futuro, tras una década de advertencias verdaderas, si no fortalecemos nuestro marco normativo mediante una sistemática y permanente actualización de las listas de drogas, y multiplicamos los esfuerzos inter-jurisdiccionales de contralor para impedir cualquier desvío de precursores químicos hacia los canales ilícitos del narcotráfico?