Por: Fabián Báez
Si hay un líder que no necesita ser defendido, ése es el Papa Francisco. Y tampoco necesita “traductores” que digan después “en fácil” lo que el Papa quiso decir. Francisco habla claro porque piensa claro.
En el reportaje a la prensa que dio rumbo a Filipinas, el Papa habló sobre el fundamentalismo religioso y la libertad de expresión y, a una semana del atentado de París, sus palabras causaron revuelo.
No existe la violencia como una cosa en sí. Existen actos violentos que buscan lastimar o destruir a otros y existen personas que optan por la agresión. La peor violencia es la de matar. Por eso la primera reacción de todo bien nacido ante el atentado a la revista Charlie Hebdo es la del rechazo y repudio más categórico. La violencia no construye, la violencia destruye y matar es la peor de las violencias.
No está de más recordar que la primera reacción del Papa fue enviar un telegrama oficial rezando por las víctimas, manifestando su cercanía con los familiares y condenando enérgicamente la violencia del atentado. Además de tuitear inmediatamente con el hashtag #PrayersForParis desde su cuenta oficial @Pontifex.
Pero ayer surgió un debate por unas declaraciones suyas. En el avión rumbo a Manila, un periodista francés le preguntó a Francisco por la relación entre la libertad religiosa y la libertad de expresión. Lo primero que afirmó el Papa es que es aberrante la idea de usar a Dios para matar: “Esto es lo principal de la libertad de religión: se debe hacer con libertad, sin ofender, pero sin imponer y sin matar.”
En segundo lugar, destacó que hay obligación moral de “decir lo que se piensa para ayudar al bien común”. Una interesante subida de apuesta: la libertad de expresión no sólo es un derecho sino también una cierta obligación, toda vez que ayuda a construir el bien común y la paz.
En tercer lugar señaló el riesgo que conlleva ofender a alguien: las burlas o agresiones jamás justificarán moralmente una reacción violenta, pero pueden provocarla. Es necesario ser respetuoso de las creencias y de los valores del otro. Ese respeto es parte de la construcción de la paz.
El humanismo occidental, que postula la libertad y la justicia como pilares de lo social, tiene raíz en el cristianismo. El mensaje de Jesús de Nazaret es revolucionario y rupturista: él propone la igualdad entre los hombres a causa de un origen común; él enseña además el amor a los enemigos y el perdón a los que nos ofenden, y los cristianos recordamos este mandato cada vez que rezamos el Padrenuestro. Quizás por eso en Occidente seamos más sensibles -al menos tendecialmente- a los derechos individuales, por la bimilenaria tradición del mensaje humanista y cristiano que impregna la cultura occidental.
Es claro que algunas viñetas de Charlie Hebdo ofendieron la sensibilidad religiosa de muchos. En general (salvo excepciones infaltables) en Occidente no se nos ocurre una reacción violenta como represalia por una caricatura ofensiva. Pero también es claro que algunas tradiciones no-cristianas pueden tener otro modo de reaccionar ante las burlas u ofensas de lo que consideran sagrado. En todo caso lo más inteligente siempre será respetarnos y promover la paz.
El Papa Bergoglio es un hombre de paz, y por eso todo lo que hace -incluso sus declaraciones- promueve esa “cultura del encuentro” que nos hace entendernos como hermanos y no como enemigos.
No creo que nadie que sea inteligente y honesto pueda pensar en serio que Francisco apruebe o justifique el aberrante atentado a Charlie Hebdo.
No creo que haga falta defender al Papa.
No creo que sea necesario aclarar lo que dice.
Creo que es necesario construir la paz. Y la paz no es la mera ausencia de conflictos. La paz es el fruto del respeto mutuo, de la justicia y de la reconciliación.
La paz es el único camino posible para vencer a toda forma de violencia.