Diversas lecturas políticas proliferaron sobre el balotaje porteño. La mayoría en jerga nacional: hay vida por fuera de la polarización entre el Frente para la Victoria (FPV) y Cambiemos, Macri llegará debilitado a las PASO y el purismo amarillo tiene límites electorales, inclusive, dentro de la Capital Federal. Pero pocos pusieron la lupa sobre la campaña de Martín Lousteau. ¿Qué hizo este joven economista para ponerle suspenso a una película con final cantado? La respuesta habita en el plano comunicacional.
Para empezar, @GugaLusto -así es la cuenta del líder de ECO en Twitter- propuso un discurso de alto riesgo para los tiempos que corren. Con una opinión pública formateada en clave dicotómica, el chico de rulos apostó a una narrativa de superación, no de confrontación. Tomó los aspectos positivos de la gestión PRO y le añadió las demandas latentes en la periferia de la ciudad: desnutrición infantil, problemas de vivienda, deterioro de la salud pública, inseguridad y cuidado del medioambiente. A cada una de estas críticas la acompañó con una propuesta técnica concreta para resolverla y punto. Diagnóstico, análisis y solución, ecuación sintética. Nada de grandes batallas semióticas ni modelos épicos en pugna.
El volumen lo puso con las denuncias. Lousteau acusó tanto al FPV como al Gobierno de la ciudad de utilizar recursos públicos para fines proselitistas. Con esa increpación se distinguió en la arena de los valores y se posicionó como un estandarte de la transparencia. Y, además, alumbró una problemática de larga data en el país: los oficialismos, sean del color que sea, manipulan el andamiaje propagandístico estatal para estaquearse al poder, lo que anula el principio rector de la democracia, la alternancia en los centros de comando.
Y sobre esta carencia de aparato, Lousteau forjó su virtud. A sabiendas de que no contaba con los resortes de los medios de comunicación privados ni estatales, enfrascados en el maniqueísmo Daniel Scioli-Mauricio Macri, y consciente de que CABA dispone de una tasa de conectividad alta, se sumergió en las redes sociales. Con creatividad, ingenio y sencillez, implementó una campaña basada en los principales dispositivos del ciberespacio.
Facebook, Twitter, Youtube, Instagram, por mencionar algunas, fueron las plataformas comunicacionales desde donde el diputado nacional interpeló a la ciudadanía. Allí estampó su valencia: evolución. Con producciones audiovisuales de calidad -fotografías simbólicamente poderosas, guiones ocurrentes y participación ciudadana en las filmaciones-, diseños descontracturados e información interactiva, entre otros juguetes cibernéticos, rompió el cerco mediático-estatal y se instaló como un estadio superior del PRO y del FPV.
Para llevar adelante este tipo de campaña, el adalid de ECO contó con un ejército de ciberactivistas que viralizaron sus actividades, sus mensajes y sus spots. Un entramado de adolescentes, jóvenes y adultos que combinaron principios con TICS (tecnologías de la información y la comunicación informáticas), fórmula que empieza a ganar terreno en la política y que, de a poco, va desplazando al militante raso de unidad. Por lo visto, el manejo de los lenguajes y los códigos del mundo 2.0 se está convirtiendo en una condición sine qua non para todo aquel que desee comprometerse con alguna fuerza.
A pesar de esta contundencia en la Red, Lousteau no renunció al cara a cara con los vecinos. Las redes sociales estuvieron escoltadas por la tradicional recorrida por los barrios, los timbrazos, las actividades en los clubes, los actos en instituciones de la sociedad civil y los panfletos esquineros. En otras palabras: conjugó la campaña offline con la online. Armó una simbiosis perfecta entre ambas: reprodujo por internet las actividades en el asfalto y viceversa. Un ejemplo preciso de cómo enlazar el espacio virtual con la realidad para potenciar a un candidato.
Y, como enseñanza adyacente del autor de Economía en 3D, queda su postura frente a las encuestas. Mientras la mayoría de los candidatos cada vez se ata más al humor de los sondeos para determinar su futuro, Lousteau los ignoró y confió en su tacto político para elegir el rumbo. Ante la insistencia de ciertos periodistas del círculo rojo para que se bajara de la contienda porque los guarismos no cuajaban, ratificó -una y otra vez- que su derrotero jamás estaría signado por un informe demoscópico. Y el domingo, en cierta medida, le dio la razón: perdió, pero el horizonte se viste de oportunidad para él.