El discurso del presidente Mauricio Macri en la apertura del período de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación ha de quedar en la memoria de los argentinos como uno de los hitos institucionales de mayor trascendencia desde la recuperación de la democracia.
La exposición de Macri fue clara y contundente. En 63 minutos, con tono sereno pero firme, describió la situación de la Argentina al momento de asumir el poder, hace sólo poco más de dos meses, y planteó las grandes líneas que signarán su gestión. Dedicó media hora al diagnóstico y la siguiente media hora a las propuestas.
Sin titubeos, señaló que la gestión anterior había borrado las fronteras entre la verdad y la fantasía.
Se había debatido en los días previos si era conveniente que el primer magistrado se refiriera a la herencia recibida. Macri despejó toda duda con palabras precisas y categóricas. Era lo que la mayoría de la sociedad esperaba.
Por un lado, se trata de un deber constitucional, ya que la Constitución Nacional (CN) establece que, en la inauguración de las sesiones ordinarias, el presidente debe dar cuenta del estado de la nación (CN, art. 99, inc. 8º). Por otra parte, los ciudadanos necesitamos conocer con el mayor detalle ese estado, porque así podremos comprender el sentido —y las limitaciones— de las acciones del Gobierno para revertirlo.
En ese contexto, entre otras cosas, Macri destacó que nunca se pagaron tantos impuestos ni creció tanto el gasto y, sin embargo, el Estado está desquiciado y no cumple mínimamente sus prestaciones.
La educación, dijo, se halla en una situación desastrosa. Sin exigencia, sin méritos, sin evaluaciones. Es decir, sin fomentar la igualdad de oportunidades. Igual situación encontramos en el área de la salud pública, como fruto de la desidia y la corrupción, agregó.
La infraestructura se halla completamente atrasada. En materia energética, se perdieron reservas y se importó sin control alguno. Los cortes de luz se cuadruplicaron. Hay costos de la electricidad muy por debajo de su precio. Se perjudicó al interior. En materia de transporte vial y ferroviario, expresó con cifras elocuentes el enorme deterioro. Todo ello derivó en una falta de competitividad de la Argentina, que es la causa última de la pobreza y la decadencia.
Se comprometió, además, a dar todos los datos, área por área, para que los argentinos sepan cómo estaba el país en diciembre de 2015. A continuación, trazó el rumbo. Lo primero que dijo es la clave de bóveda del nuevo edificio que debemos construir: “La Argentina que viene es el país del acuerdo”. Reiteró, luego, sus tres grandes objetivos: pobreza cero, lucha contra el narcotráfico y unir a los argentinos.
“La inflación existe, porque el Gobierno anterior la promovió”, dijo sin ambages. Sostuvo que la inflación ha estado alta por la inercia y la irresponsabilidad de la gestión kirchnerista, que nos condujo a tener hoy un déficit superior al 7% del PBI, uno de los más altos de su historia. “No seremos matones como algunos lo fueron”, señaló al decir que se controlará la defensa de la competencia.
Macri planteó como prioritaria la reinserción argentina en el mundo. Como ejemplo, dijo que el diálogo con Gran Bretaña no implica una renuncia a nuestros derechos sobre las Malvinas. El mayor desafío, indicó, es unir a los argentinos. No saldremos de la cultura del enfrentamiento con venganza. Los medios públicos serán pluralistas, no espacios de difusión de las ideas del Gobierno. Llamó a no tener miedo a la transformación, para lo cual planteó una agenda de futuro. En ella, puso énfasis en la necesidad de aprobar compromisos internacionales para combatir el cambio climático. En ese marco, también llamó a una revolución educativa, con obligatoriedad a partir de los tres años.
Propondrá, asimismo, reformas profundas a la Justicia, con modificaciones a las leyes del Ministerio Público y del Consejo de la Magistratura. Por último, remarcó la cultura del trabajo y del esfuerzo; y expresó que debemos construir puentes. Que está abierto para escuchar todas las críticas y que no mentirá.
El giro que está dando la Argentina es copernicano. Algunos diputados de La Cámpora quisieron ganar algún protagonismo gritando e interrumpiendo al Presidente. Este, con calma y pleno dominio de sí mismo, les pidió que respetaran el voto del pueblo. Sin capacidad de respuesta, no lograron reaccionar ante esa certera estocada y metieron violín en bolsa. No hicieron falta otros gritos, ni apelaciones histéricas o patoteriles.
Finalmente, dejó un mensaje de esperanza. Ni la corrupción ni la pobreza son rasgos estructurales de la Argentina. Pueden cambiar. Ya están cambiando. “Se puede, claro que se puede”, concluyó.
Su discurso del 10 de diciembre pasado había sido muy breve, centrado en la mención de sus tres objetivos prioritarios: y en una vibrante convocatoria al encuentro de todos los argentinos. En el del 1º de marzo, Macri, al decir de Rosendo Fraga, se recibió de estadista. Un completo y articulado plan de gobierno surge de esa exposición, que marca sin titubeos el venturoso inicio de una nueva etapa de nuestro país.