Ensoberbecidos por los resultados de octubre, la mayoría del Frente Amplio “va por todo”. Es imprescindible que a la mayoría parlamentaria sumen ahora una mayoría ciudadana que sea interpretada como un cheque en blanco para cambiar las bases republicanas y liberales de nuestra Constitución, la que hoy sienten como un corset. Como dijo la senadora Topolansky, “hay que pasar al socialismo, lo que requiere otra Constitución”.
La frase que nos sirve de título fue dicha por la Dra. Cristina Kirchner luego de su reelección. Embriagada por su formidable éxito electoral, ungida por un 54% de la ciudadanía, no optó por el camino superior de convocar a todo el país para un proyecto nacional sino, por el contrario, ir “por todo”, o sea, apañar todo el poder posible. Ya sabemos lo que pasó después con la prensa, con los impuestos, con el dólar, con las empresas favorecidas y las perseguidas. En ese programa absolutista incluyó también la re-reelección, que —felizmente— quedó en el camino.
El Uruguay, sin advertirlo cabalmente, se está aproximando a la misma idea. Al MPP, al Presidente y a su señora, no les alcanza tener el gobierno, no lea alcanza con ser la mayoría del partido más votado, sino que ahora quieren cambiar la Constitución para, también, “ir por todo”.
El Presidente Mujica ha sido claro: acaba de decir que la “Constitución parece hecha por estancieros”, aludiendo a la declaración de inconstitucionalidad que sufrió cuando se le ocurrió invadir los fueros departamentales y hacer pasar por “adicional” a la Contribución Inmobiliaria un sistema tributario lleno de discriminaciones y violaciones de principios fundamentales de seguridad jurídica. La Constitución habría que reformarla para establecer nuevos impuestos.
Su señora, la Senadora, hace años que viene con esa idea. En julio de 2011, ejerciendo temporariamente la Presidencia, afirmó que había que “revisar toda la Constitución”. Aclaró que “toda”.
Más tarde, en mayo de 2013, fue más explícita y reveló su real intención, que es cambiar las bases actuales para ir a un sistema socialista. Hoy, dijo, se “está subiendo a una escalera que apunta al socialismo, pero necesariamente hay pasar por todos los escalones”; “la etapa actual es ‘progresista’, hay que pasar al socialismo, lo que requiere otra Constitución”. Está claro: se trata de remover la estructura liberal de nuestro sistema de garantías.
Hace pocos días fue también clarísima, afirmando que somos “un país que tiene una Constitución que prioriza la propiedad sobre la vida”, disparate temerario, que carece de todo sustento, salvo revelar su viejo odio colectivista contra la propiedad, cualquiera sea ella. Lo que antes, cuando andaban con pistola en la cintura, llamaban sentimiento “pequeño-burgués”.
Estamos entonces, en la víspera de episodios que pueden llegar a ser muy trascendentes. La misma Senadora Topolansky es la que también en este año sostuvo, sin pelos en la lengua, que no importan las mayorías parlamentarias porque igual se sacan las leyes con movilización callejera. Su marido es quien encantó a la prensa continental cuando dijo que “la mejor ley de medios es la que no existe” y luego envió un peligroso código de más de cien artículos, que a tambor batiente se aprobaría ahora. Ambas actitudes son reveladoras del camino que quieren abrir.
Es evidente que se quiere atropellar nuestro actual sistema de garantías. Que el viejo movimiento tupamaro se siente encorsetado adentro de nuestro sistema jurídico y que aspira a cambiar sus bases. La intención se insinúa pero cada día está más clara.
El próximo domingo empieza la batalla contra esta visión del país. Hay que tratar de que la mayoría parlamentaria que ya alcanzó el Frente Amplio no sea coronada con una mayoría ciudadana que seguramente interpretará como un “vale todo”, como una cheque en blanco para hacer lo que se le ocurra. No se trata de agitar viejos fantasmas ya perimidos (los del comunismo o trotskismo) sino de advertir que el populismo autoritario, paso a paso, sigue avanzando. Ya no le alcanza con que el sindicalismo usurpe espacios de poder público y aun fondos del Estado. Se quieren las manos libres para cambiar las reglas de juego.