Ballotage: también la reforma electoral está en juego

Leandro Querido

El proceso electoral es intenso y ha resultado muy provechoso para la ciudadanía. Con la excepción del candidato del Frente para la Victoria, Daniel Scioli, todos los candidatos debatieron públicamente sobre una variada cantidad de temas.

Las primarias del 9 de agosto, pero sobre todo las elecciones provinciales de La Rioja y Tucumán, reavivaron el debate sobre el sistema de votación. La campaña anticipada, el uso de recursos públicos con fines proselitistas, el abuso de las cadenas nacionales, el robo de boletas, la manipulación de documentos electorales, la concentración de poder en feudos provinciales y su impacto negativo en la competencia electoral, el clientelismo, la ardua y extensa tarea que debieron realizar las autoridades de mesa, fueron algunos de los problemas que quedaron en evidencia. Por su parte, en las elecciones del 25 de octubre las demoras en la difusión de los datos en el escrutinio provisorio abrieron la discusión acerca de la necesidad de contar con una Dirección Nacional Electoral autónoma, que no dependa del Poder Ejecutivo.

No por casualidad, entonces, la agenda de la reforma electoral del siglo XXI ha sido planteada por las demandas de la ciudadanía, como así también por algunos de los candidatos.

Mauricio Macri es, sin duda, el candidato que más representa esa agenda de cambio. En el último año de su Gobierno implementó, no sin dificultades, un nuevo sistema de votación. Macri no hizo especulaciones político-partidarias y tomó el modelo que impulsó el gobernador peronista de la provincia de Salta, Juan Manuel Urtubey. En este año plagado de elecciones, los porteños votaron con la flamante boleta única electrónica y con el sistema tradicional. El saldo de la innovación fue positivo. Tanto electores como autoridades de mesa y electorales coincidieron en las ventajas del primero.

Mauricio Macri, si fuera electo presidente, y María Eugenia Vidal, como flamante gobernadora de la provincia de Buenos Aires, ya se han comprometido a hacerle honor al nombre del espacio que representan cambiando el sistema de votación.

Efectivamente, si tomamos el caso de la provincia de Buenos Aires, el de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el de Salta, en 2017 la mitad de los argentinos podría elegir a sus candidatos con la boleta única electrónica.

La campaña propositiva de Sergio Massa le ha marcado la cancha a los dos candidatos que han pasado a la segunda vuelta y el tema electoral fue una de las cuestiones más mencionadas por el candidato de UNA. Massa apostó al voto electrónico en su versión más radical. Lo hizo como su contrincante en las primarias, el cordobés Juan Manuel de la Sota, por el modelo de urna electrónica utilizado en Brasil.

La audacia de Massa bordeó el límite de la irresponsabilidad cuando pidió aplicar el voto electrónico a semanas de las elecciones generales.

A diferencia de Macri y Massa, Daniel Scioli representa la agenda conservadora en materia de reforma e innovación electoral. Scioli es, como pocos, un producto acabado del sistema tradicional de votación. Procede de una provincia en donde se le rinde culto a la boleta de papel, a la fórmula mayoritaria con la aplicación de la cuota Hare para la distribución de los cargos legislativos y en donde los intendentes “eternos” del peronismo se aferran a las bondades de las tracciones por categoría.

En estos días el candidato a presidente del Frente para la Victoria se mostró una vez más con el tucumano Juan Manzur, el flamante gobernador electo que dejó la elección más escandalosa que se recuerde en donde quedaron en evidencia todas las limitaciones del sistema tradicional de votación.

En su último megadiscurso, la presidente Cristina Fernández de Kirchner defendió la lista sábana y cuestionó el voto electrónico, al igual que lo hiciera en campaña su candidato derrotado en la provincia de Buenos Aires, Aníbal Fernández. La Presidente defiende un modelo electoral perimido, y su agenda conservadora no sólo se expresa en el récord de cadenas nacionales que atentan contra todo ideario de elecciones equitativas, sino también en su defensa de la ley de lemas que se aplica en su provincia patagónica.

Pero mal que les pese a la Presidente y a su candidato presidencial, la agenda de reforma electoral es un hecho y se encuentra respaldada por la ciudadanía. Los electores recuperarán próximamente parte de su libertad para elegir sustraída por un sistema de votación depositario de todos los vicios y las prácticas políticas del ventajismo y la concentración del poder.

La suerte de la reforma electoral del siglo XXI también está en disputa: el 22 de noviembre se define la continuidad del sistema de votación vigente o su cambio. Continuidad y cambio, una vez más, ahora en clave de reforma electoral.