Por: Mariano Carpineti
En las últimas semanas se observa un fuerte cambio de tendencia en la economía mundial. Por un lado, el nivel de la actividad de los países desarrollados en Europa y Oriente se desaceleró aun más, mientras que por otro lado la economía de los Estados Unidos se está recuperando mejor de lo esperado. Esto último hace pensar que en el corto plazo la tasa de interés suba con la finalidad de dejar atrás el fuerte estímulo monetario llevado adelante a partir de 2008.
En este contexto, las acciones y los bonos comenzaron a corregir su tendencia. Así, desde mediados de agosto, pero principalmente desde principios de este mes, los papeles financieros en los principales mercados internacionales se “acomodaron” a las nuevas perspectivas.
Lo que el mercado está haciendo es anticiparse a la suba de tasa de interés de referencia de la Fed que tendrá lugar el año próximo, y que fortalecerá aun más el dólar.
Esto, sin lugar a dudas, complicará el escenario económico nacional frente a un año de elecciones, ya que aumentará la presión sobre el tipo de cambio, y teniendo en cuenta que esa es la variable de ajuste de política económica para los próximos catorce meses, achicará aun más el margen de maniobra del Gobierno y el Banco Central.
Sin ir más lejos, si consideramos la imposibilidad de esta situación coyuntural, ya que lo expuesto previamente es de carácter financiero, basta con observar la tendencia de los precios de los commodities, especialmente de la soja, de la cual Argentina es dependiente. En los últimos meses, el precio internacional del cultivo revirtió su tendencia alcista, para caer por debajo de los 350 dólares / tn., lo que impactará por dos canales en la economía: menor cantidad de dólares comerciales y caída de la recaudación impositiva en concepto de retenciones a las exportaciones.
De todas formas, si bien el panorama es desalentador, no todo está perdido. Como mencionamos, el nivel de actividad de las principales potencias económicas de Europa y Oriente se está desacelerando, lo que puede dar lugar a estímulos monetarios en estos países. Bajo este escenario se debe analizar como estas políticas afectarán a los precios de los commodities y, en especial, si un efecto contrarresta al otro, ya que la reducción del estímulo monetario por parte de la Fed probablemente sea mayor al que implementaría el Banco Central Europeo.
A priori cabe esperar que el impacto de las políticas monetarias del gigante del Norte en el comercio internacional sea mucho mayor que las de los países europeos. Sin embargo, no nos olvidamos de otro gigante, China, que parece perder dinamismo en el stock de inversión interna, lo que le ha permitido sus excepcionales tasas de crecimiento.
Sin duda, si China sufre una desaceleración en su nivel de actividad, es de esperar que su impacto en la economía argentina sea mayor que el de la reactivación de la economía de los Estados Unidos, ya nuestra economía es altamente dependiente de los commodities y China su principal cliente: para ponerlo en contexto, algunos organismos internacionales estiman la caída de las importaciones de productos primarios por parte del gigante asiático en un 7% para 2015.
En consecuencia, poco importa qué magnitud tenga cada efecto: ambos son negativos. Menor demanda por parte de China con menores precios debido al fortalecimiento del dólar. Un cóctel explosivo para una economía como la argentina, muy dependiente de las materias primas, con recurrentes desequilibrios de balanza de pagos debido a su debilidad estructural, lo que genera una ausencia casi sistémica de dólares esenciales para el desarrollo económico del país.
Atrás parece haber quedado la pelea con el campo por el reparto de las utilidades de la soja, las retenciones y los increíbles precios de los commodities. Ahora, sólo resta esperar a ver cómo el equipo económico sorteará esta coyuntura desfavorable, que parece llegó para quedarse, de cara a un año electoral en el que le toca administrar la escasez.