Por: Mariano Carpineti
Dilma Rouseff ganó las recientes elecciones en Brasil, y parece ser una buena noticia para Argentina. Si bien durante la carrera presidencial todos los candidatos abogaban por la permanencia en el Mercosur, Dilma era la defensora de la “paciencia estratégica”, mientras que el resto se mostraba más “duro” respecto al bloque regional en general, y a la Argentina en particular: no es ninguna novedad que los principales problemas con nuestro país son las restricciones impuestas por el gobierno nacional al comercio exterior.
El triunfo de Rouseff asegura la continuidad en la relación bilateral, aún con sus diferencias y enfrentamientos, al menos hasta diciembre del próximo año. Autos, fondos buitre, manufacturas, importaciones chinas, el soterramiento del tren Sarmiento, entre otras cuestiones, se encuentran en la agenda de ambos países.
Analizando más allá de lo político, desde el punto de vista económico el intercambio entre los socios comerciales no pasa por su mejor momento: en los primeros ocho meses del año el intercambio comercial entre ambos países se contrajo un 22% respecto a 2013 y las importaciones provenientes de Brasil se contrajeron un 24,5%, de los cuales más del 70% se explican por la reducción de las compras de la cadena automotriz.
Asimismo, debe considerarse el peso relativo del comercio bilateral para ambos países, a fin de entender la posición de los mandatarios frente al bloque regional. Desde el punto de vista de Argentina, Brasil es uno de los destinos más importantes de sus exportaciones: el 20% de los productos manufacturados argentinos tienen como destino ese país; mientras que desde la óptica de Brasil la relación es muy diferente: sus exportaciones hacia Argentina en el mismo rubro representan sólo el 6% de su comercio exterior. Sin lugar a dudas, una relación muy asimétrica.
Para hallar una participación tan baja en el comercio exterior de Brasil hay que retroceder 25 años. La cifra actual corresponde al período anterior a la creación del Mercosur. A modo de ilustrar los costos para nuestro país, cada punto que se pierde de participación en las importaciones de Brasil representa una caída de US$ 2.000 M de las exportaciones argentinas.
No obstante, a pesar de este bajo peso relativo del comercio, los problemas con Argentina entraron de lleno en la campaña presidencial de los diferentes candidatos. Y se habló de Mercosur porque Paulo Skaf, el histórico líder de los industriales de San Pablo y crítico de la “paciencia estratégica” de Dilma y su antecesor Lula da Silva, puso el tema sobre la mesa. Lo que los empresarios brasileros esgrimen es que Argentina, urgida de dólares, impone fuerte restricciones a la importación de sus productos, e incluso plantean que nuestro país prefiere los productos provenientes de China, debido a que el financiamiento que el gigante asiático le brinda al país es más barato: todo esto en detrimento de las empresas brasileras.
Sin embargo, si se analiza el comportamiento de las empresas brasileras en el país se observa que muchas de ellas esperan un cambio en la coyuntura económica y política nacional que les permita llevar adelante los planes de inversión que tenían en carpeta, entrando en escena la visión de largo plazo arraigada en la clase política y empresaria de Brasil.
A modo de ejemplo, Petrobras vendió parte de sus estaciones de servicio, y si bien anunció su deseo de invertir en la exploración de petróleo no convencional en Vaca Muerta, aun no ha llevado a cabo ninguna operación concreta. Por otra parte, los frigoríficos vendieron casi todas las empresas que habían comprado en el país cuando se cerraron las exportaciones de carne para “cuidar los precios de la mesa argentina”.
Por otra parte, el triunfo de Dilma puede tener repercusiones hasta en el tema de los fondos buitre. Diversos medios periodísticos nacionales e internacionales mencionaron que Argentina estaría iniciando conversaciones con actores privados de sector financiero brasilero para que estos compren la deuda en poder de los holdouts, y de esta forma generar las bases necesarias para un arreglo. No obstante, aun no hay nada en concreto.
Si bien es posible que Rouseff no sea lo mejor para Brasil y para la región, en la coyuntura económica actual es el mejor resultado para Argentina. De haber ganado Marina Silva o Aécio Neves la postura hacia nuestro país sería mucho más dura y se tendría un 2015, año eleccionario y de cambio de gobierno, con un nuevo (y más desfavorable) frente externo.