Por: Martín Guevara
Hoy se abrió la Embajada de Cuba en Washington y próximamente se abrirá la de Estados Unidos en La Habana.
Todo un hito.
Estos días que está de moda Estados Unidos en Cuba y viceversa, y tal parece la nueva amistad indestructible, como lo fuera la URSS en su momento o Venezuela hace un poco menos.
Ciertamente es para alegrarse, aunque luego sorprende ver que todavía siguen detentando el poder los hermanos Castromasov, desafiando toda ley natural y biológica.
Ahí es donde uno se queda totalmente despistado, hasta que de repente se percata de lo que puede haber pasado.
En mi caso creo que debo haberme entretenido durante este tiempo demasiado en mis asuntos, y del mismo modo que no recuerdo quién es el ministro de Economía en Polonia o se me escabulle el nombre del jefe de ejército de Eslovaquia, acaso se me haya pasado también por alto la noticia de que Estados Unidos dejó de ser el imperio que acostumbraba ser, y que ya convertido en un país socialista, ha concluido con éxito el desarme nuclear, condiciones sine qua non según Fidel Castromasov para siquiera sentarse a hablar con lo que ellos denominaban su enemigo natural.
Y terminé de asegurarme de que eso debió haber ocurrido al margen de mi conocimiento, cuando también leí que Silvio Rodríguez, principal valedor de Castromasov en la cultura de la involución cubana, el hombre que festejaba la frase guevariana de hacer un polvorín en Latinoamérica contra Estados Unidos, “creando uno, dos, tres Vietnam” va a festejar la tierna y mullida relación con recitales en Washington, cobrados por supuesto en moneda norteamericana contante y sonante.
No es que no nos atrevamos a pensar que Guarapo puede haber cambiado por enésima vez de convicción acorde a sus costumbres, nada de eso, lo conocemos muy bien.
Sino que la historia reciente de Cuba desborda de casos en que, justamente por pretender el más mínimo acercamiento al “monstruo imperialista”, los genízaros bajo su mando cometieron tal cantidad de tropelías, desde fusilamientos, pasando por ingentes cantidades de décadas de prisión, destierro de por vida, hasta humillaciones de todos los niveles, que resulta imposible imaginar otro escenario para ese restablecimiento del cariño vecinal que no sea la profunda transformación de la sociedad norteamericana en un país comunista o en una república bolivariana.
En fin, si así ha ocurrido, lamento que EEUU haya decidido transformarse en comunista, me hubiese gustado más que se mantenga una democracia capitalista con un amplio espectro y profundo enraizamiento en el terreno de la seguridad social; sin embargo sí admito que festejo lo del desarme.
Solo siento cierto rubor por haberme enterado tan tarde y de esta manera tan poco científica.
Y aunque pensar que hoy la General Motors esté en manos del Estado socializador no me dé muy buena espina, ya que me gustaban aquellos cochazos preciosos que de ser así no volveré a ver jamás, pienso que si al fin y al cabo los amantes han decidido poner fin a tantos coitus interruptus en su tormentosa relación pasional, y mediante un cariño perdurable, llevarse bien como fraternos Gobiernos los de Cuba y de EEUU; digo:
¡Bienvenida la flamante e indestructible amistad entre el Partido Comunista de Cuba y los hermanos Estados Socialistas Unidos de Norteamérica!