Por: Martín Guevara
Cuba ha entrado en un nuevo y alentador período de construcción del “nuevo socialismo”, con algunas sensibles diferencias con aquel socialismo real que intentó a toda costa introducir en el carácter sedado y festivo del caribeño.
¿Cómo hará el Comité Central del Partido para modificar ese conjunto de gustos tan arraigado en el espíritu revolucionario, austero, casi asceta, que según ellos se apoderó del deseo colectivo cubano de la pos-Revolución?
Durante más de medio siglo el cubano vivió depreciando las costumbres y los modos viciosos del mundo capitalista. Por tal razón, más que soportar, eran felices si tenían un solo par de zapatos, una estoica jarra de agua en el refrigerador, una cama que se caía a pedazos hacia abajo y a resortes hacia arriba, y una capacidad de convivencia y comunicación insólita con mosquitos y cucarachas en lugar del poco ecológico repelente.
Por ello es importante advertir al visitante, al incauto turista, al desconocedor de los parámetros estéticos y los límites del sacrificio del pueblo cubano, en pos de que no vaya a confundir el paisaje de ruinas en colores pasteles, los borrachos, la estética minimalista en el vestir, en el calzar, en el vivir, con drama alguno. Entienda que eso es una decisión soberana y meditada de los habaneros, que prefieren su ciudad desmoronándose, no obstante intensa y originalmente fotogénica, mil veces antes que verla desarrollada y confortable.
Precisamente en ello radica el carácter autentico del cubano. El cubano prefiere con creces pernoctar en los antiguos y derruidos edificios habaneros conocidos como “solares”, donde de modo identitario escasea la luz y el agua y está abarrotado de familias.
El cubano debe a su espíritu aventurero el disfrutar de cada minuto de incógnita en que no se sabe si el techo se le derrumbará encima, como ocurre cada mes con alguna de dichas construcciones.
Además el cubano siente verdadero solazo, retozo, gozo, placer, algarabía, felicidad se podría admitir, de saber que el visitante extranjero descansa en un hotel con todas las comodidades que él no puede, ni por supuesto quiere disfrutar. El cubano vive feliz sabiendo que su hermana, su tía y hasta su esposa se ausentan de la casa en la noche para hacer las delicias de ese visitante extranjero, para que regrese a su país habiendo tenido una experiencia integral, una visión completa de la isla.
El cubano desprecia la langosta, los mariscos todos, los buenos pescados, las salsas ricas, el ron y los tabacos de calidad -por supuesto, no puede ni ver la carne vacuna-, y si se trata de un buen chuletón, puede hasta ocasionarles un paro cardíaco: El cubano detesta la fibra de la cárnica.
En su lugar, ama una masa amorfa de olor penetrante llamada “pasta de oca”, propuesta como solución revolucionaria contra la perversión del gusto burgués por guarapo. El barbado líder espiritual al cubano le priva el arroz con gorgojos, el café de chícharos, la pizza de condones. Mientras él vea que el visitante extranjero que disfruta de su hermana también ingiere todas esas cosas llenas de sabores enemigos del proletariado por las que muchos suspiran, el cubano es feliz.
Otra cosa, el cubano ama la bicicleta, a ser posible sin velocidades, y lo que más le gusta es manejarla especialmente bajo el sol más justiciero del verano, para ir a buscar una cabeza de ajo, un par de tuercas o una lata de pintura sustraída al Estado en la otra punta de la ciudad.
Le encanta esperar horas un transporte público. No es que estos funcionen mal, es que el cubano ama la cola, la fajazón, llegar muy tarde a la casa, extenuado de cansancio y con la barriga vacía.
Mientras él vea que el visitante foráneo viaja cómodo en sus coches de alquiler, en sus ómnibus perfectos, con sus aires acondicionado, come bien, bebe lo mejor, se divierte con su señora o sus hermanas, se baña en las mejores playas, disfruta del golf, del buceo, del yachting, entonces el cubano es feliz, se siente revolucionariamente realizado.
¿Qué ardid tendrá preparado ahora el Gobierno para que el pueblo a duras penas desista del deleite de manjares como la pasta de oca y el arroz con gorgojos?
Por favor, en nombre del pueblo de Cuba: ¡Cualquier cosa que no sea la imposición imperialista de la langosta y el jamón!