Por: Mundo Asís
Golpe técnico militar o islamismo de estado.
escribe Osiris Alonso D’Amomio
La pomposa “primavera árabe”, a través de sus manifestaciones románticamente sociales, sirvió en Egipto para derrocar el autoritarismo sombrío de Hosni Moubarak. Pero produjo, en simultáneo, una aceptable acotación a la democracia. Al proporcionarle -a la democracia- un riesgoso certificado de inutilidad práctica. El carnet triste del fracaso.
El retroceso golpista deja a su sociedad en una encerrona filosóficamente trágica.
Las cancillerías occidentales no se atreven a condenar el golpe militar de Egipto.
El compulsivo desalojo del presidente Mohamed Morsi, que encabezaba un mal gobierno. Con la legitimidad de los votos, arrastraba hacia la islamización política.
Para ser claro, no se asume la existencia técnica del golpe de estado. Tampoco nadie se desgarra al evaluarse que los golpistas, en el fondo, tenían razones consistentes para golpear.
La consecuencia del fervor transformador, que incitaba hacia la modernidad, culmina con el regreso del autoritarismo.
La conclusión indica que no tuvo mayor sentido práctico echarlo al agonizante Hosni Moubarak. Junto con el extinto Omar Suleiman -el contacto con la CIA- Moubarak supo asegurar, durante décadas, que los turistas anglosajones acudieran masivamente a fotografiarse entre el commodity de las pirámides. En pantalón corto.
El general Al Sisi, y Al Mansour, el presidente dibujado, intentan reflotar aquel viejo orden represivo y reaccionario. Pero ya casi idealizado como una gran utopía.
Cuando el pueblo conquistó el atributo de elegir, a través del voto, a sus representantes, se optó por los Hermanos Musulmanes. Los que precipitadamente pretendieron imponer otro sistema autoritario, tan malo como aquel que se había desalojado. Pero sin un orden básico.
En Egipto, el Ejército es la única institución que se encuentra en condiciones de evitar la desintegración de la identidad. Firme y vertical. Como las pirámides (que, para la desdicha de su economía, ya nadie visita).
Egipto. La democracia imposible. Y el General Al Sisi, con inapelable apoyo popular, derrocó y capturó al presidente Morsi.
Hoy Morsi está preso, pero sostenido por las convicciones de los partidarios que procuran restablecerlo en su cargo. Se escudan en la popularidad de los votos. La contradicción deriva en las concentraciones desafiantes de los islamistas desalojados. Ante un Ejército que no puede evitar la represión televisada, que escandaliza a los gobiernos aliados que no toleran la idea de complicarse con el gobierno represor, aunque comparativamente lo prefieren.
Aquí se ansía la pacífica resignación de los reprimidos. Los que lícitamente reclaman la restitución del presidente que votaron. Y que aspiraba a imponer la concepción (occidental) del fundamentalismo islámico. Para el resto de la sociedad.
La ética del terror
A través del impulso organizado de la fe, Los Hermanos Musulmanes, en su historia, dieron muestras ejemplares de sacrificio y heroísmo. El poderoso movimiento religioso-popular supo expandirse desde la clandestinidad, fuente de mitología.
Conviene aclarar, por la magnitud del desconocimiento, que La Hermandad no debe ser inmediatamente asociada con los jihadistas radicalizados que desembocaron en las estructuras violentas, como las diversas franquicias de Al Qaeda. Aunque cabe consignar que los radicalizados se nutren con las decepciones. Hasta fortalecerse.
Consta que el triunfo electoral de los Hermanos Musulmanes constituyó un severo retroceso de los radicalizados que prefieren el culto al mártir. A la inmolación. A la estética de las bombas humanas. Los Hermanos les demostraban que aún era posible llegar al poder por la vía pacífica. Pasó en Túnez, con el partido Enhaida. Y en Egipto.
Por lo tanto, si se consolida el golpe militar de Al Sisi, y si se instala el fracaso del gobierno de La Hermandad, se arrastra, hacia la salida de la violencia, a una multitud de inocentes musulmanes que adhirieron al camino institucional que ya se trunca.
De aquí, al cierre de las embajadas de Estados Unidos y de la Unión Europea, resta un paso. Basta con un comunicado para que se preparen las valijas. O con un breve mensaje televisivo, para generar la ética del terror. Con cuerpos de sobra para ofrecerse como bombas.
Cretinos y víctimas
Ricos y feroces cretinos. Como Ben Alí, Khadaffi, Sadam, Moubarak, Haffez o el propio Bashar al Assad. Cabezas de regímenes fuertemente represivos que los combatieron.
A la Hermandad Musulmana y -sobre todo- a Al Qaeda. Los cretinos se mostraban como la única garantía que les permitía, a las democracias sofisticadas, continuar con el consumo relativamente tranquilo del petróleo. Los florecientes estados del Golfo se permitían la hegemonía principal. Y hasta el lujo secreto de financiar a quienes los impugnaban, pero siempre preferiblemente lejos.
Es preciso plantear la obviedad de las diferencias después que George Bush -el junior- mezclara todos los sabores y las contradicciones en un fast food trágico, para comprometer a Occidente en otra cruzada alucinante en Irak. Contra Sadam, en la siniestra búsqueda de “armas de extinción masiva” que no existían. Consecuencia de la acción terrorista más espectacular de Al Qaeda. El derrumbe de las Torres Gemelas y sus miles de muertos.
La humillación dolorosamente recibida no legitimaba la desastrosa política norteamericana en Medio Oriente. Se agravó, en cambio, la complejidad del cuadro. Con sus cementerios naturales y sus escombros. Ensuciaron las situaciones internas de todas las zonas en que se introdujeron, a los efectos de asegurar su consagrado sistema de valores. Y producirles, a los bárbaros, el espejismo de un nuevo orden. Con menor perjuicio interno desde que se entregaron a la eficacia de los “drones” (los aviones bombarderos no tripulados). Para atenuar la recepción de ataúdes políticamente inconvenientes, envueltos en banderas. Procedentes de Irak, o de Afganistán.
Tiempo de aceptar que las primaveras árabes desembocaron en islamismos que clausuraban el fervor. Y que La Hermandad se transformó en la exclusiva beneficiaria de la protesta de aquellos modernistas sueltos, que se movilizaban para amontonarse en la Plaza Tahrir.
Hoy La Hermandad es la víctima del golpe de estado en Egipto, que en Túnez aún puede evitarse (responsabilidad de Francia, que suele contagiarse de Estados Unidos y se entromete en Malí. Pero se cuida de no cometer sus errores. Ampliaremos).
Sin embargo las víctimas fundamentales de estas “primaveras árabes” fueron los inocentes protagonistas que necesitaban las migajas de modernidad.
Los que desafiaron a los cretinos-autócratas sin sospechar que se encontraban en el medio de la trampa infernal.
Entre el látigo del tiranuelo que los sometía, o la interpretación institucionalizada del Corán, que se entendía como una Constitución. Como lo observara el intelectual Domingo Faustino Sarmiento. En Los Viajes. Su libro superior.
La democracia imposible, por la que se batían los modernistas, aludía a las ilusiones del pluralismo y la tolerancia. Enriquecidos con la apertura informativa que les generaban las redes sociales. Una metodología generosa de comunicación que los hacía sentirse más unidos. Y en simultáneo, más desdichados.
La Neo Guerra Fría
En “La desgracia de Egipto” se trató el cambio de reglas y del mismo juego.
Con cinismo pragmático, los rigoristas de la fundamental Arabia Saudita, de los Emiratos y el Kuwait, apoyan y financian a los golpistas salvadores de Egipto, que disfrutan de los 1.500 millones de dólares de ayuda militar de Estados Unidos. Pero se escandalizan preventivamente ante la represión que necesitan sea breve y eficaz. Lo prefiere también Israel, sin decirlo, siempre mejor preparado para tratar con regímenes de fuerza que ostenten la brutalidad que los justifica. Y como lo celebra “Bashar, el oftalmólogo”, que siente el golpe de Egipto como una feliz oxigenación de su masacre. El golpe de Al Sisi le brinda a Bashar mayores fuerzas para destruir a sus enemigos internos. A discreción. Es Gratis. Rusia los ampara y Siria es la punta de lanza para implantar un nuevo esquema de Neo Guerra Fría. Para tratarlo en próximo despacho.
Estallan los lineamientos y Siria se aleja, acaso a su pesar, de los intereses compartidos por el Eje del Mal, que comparte con el Hizbollah (libanés), el Hamas (palestino) y el impetuoso Irán (el persa que banca). Y con Turquía, que está exactamente afuera del Eje, dirigida por un “islamista moderado”. Erdogan teme el contagio hacia la rebelión de sus islamistas solidarios.
En conjunto, unos y otros sólo coinciden en cargarle a Qatar las responsabilidades de las primaveras fracasadas.
El paisito petrolero del Golfo creyó conciliar el islamismo institucional de la Hermandad con la sublime idea de la democracia.
A través de la penetración triunfal de Al Jazzera, el canal dedicado a la impertinencia de comunicar.
Tienta también dedicar un próximo artículo específico. A Qatar, el “pigmeo con puño ambicioso de gigante”.
Osiris Alonso D’Amomio