Por: Nicolás Tereschuk
“Yo aquí hago de Padre Eterno. Los bendigo a todos Urbi et Orbi. Recibo a todos. A algunos que me gustaría darles una patada tengo que abrazarlos”. La frase, palabras más o menos fue repetida infinidad de veces en entrevistas y cartas con colaboradores por Juan Domingo Perón.
Quizás allí resida en parte el secreto del arte de la conducción en el peronismo, un movimiento que siempre -aún cuando la derecha argentina lo ha considerado en no pocas oportunidades como revolucionario y subversivo- ha sido policlasista, reformista, federal e integrador de intereses de sectores empresarios y de trabajadores.
De más está decir que con esa dinámica en mente, Perón se mantuvo hasta el último minuto de su vida al frente del movimiento político que fundó, si bien no estuvo exento de vaivenes y hasta de agrios momentos en que distintos sectores -Augusto Timoteo Vandor alguna vez, las “formaciones especiales” juveniles en otras ocasiones- coquetearon con la idea de desafiar su liderazgo.
Si vamos más aquí en el tiempo, la presidenta Cristina Kirchner lidera al oficialismo y, por lo que se ve hasta el momento, parece escuchar el eco de las palabras del General. Por un lado, se mostró durante el último mes en varias ocasiones con dos de los principales precandidatos de su partido, el gobernador Daniel Scioli y el ministro Florencio Randazzo. Ambos, así como los restantes precandidatos del Frente para la Victoria, dependen de un buen desempeño del Gobierno nacional hasta el último minuto del actual mandato, como precondición para tener buenas chances en los comicios de octubre.
La jefa de Estado no hace guiños por el momento ni hacia uno ni hacia otro lado e incluso la Casa Rosada salió a poner “paños fríos” en la disputa interna, cuando desde las trincheras sciolistas y randazzistas las críticas cruzadas se pusieron más punzantes. Por encima de las internas, la voz de Cristina suena “Urbi et Orbi”.
La Presidenta conserva buenos niveles de respaldo a su gestión -distintos consultores asumen que bien por encima del 40 por ciento- en tanto que los índices económicos internos, a diferencia de lo ocurrido el año pasado, no son para nada desalentadores. La inflación se desaceleró, el salario real tiene un ritmo ascendente, según confirmó un informe del centro de estudios sindical CIFRA-CTA y el consumo interno no aparece en mala forma. El Indice de Confianza del Consumidor difundido por la Universidad Torcuato Di Tella acumuló una suba del 45,3 por ciento en un año. Se ubica así en niveles similares a los que mostraba a fines de 2011.
Los últimos anuncios para dar más impulso al consumo interno que la Presidenta realizó por cadena nacional desde la Casa Rosada, en presencia de varios precandidatos del oficialismo parece nechar por tierra también una hipótesis que analistas opositores han repetido hasta el hartazgo en shows televisivos y columnas de diarios y sitios web: que el principal objetivo de la primera mandataria sería entregarle la banda presidencial a un dirigente opositor, preferentemente Mauricio Macri, como una forma de desairar a sus posibles sucesores al interior del peronismo.
En ese contexto, el PRO, se verá durante todo el mes próximo inmerso en la sabrosa interna entre Horacio Rodríguez Larreta y Gabriela Michetti, primera parada en la sucesión que probablemente beneficie al actual oficialismo porteño.
Y Sergio Massa, quien en algún momento parecía un “número puesto” para la oposición, pasa sus horas tratando de retomar algún eje discursivo que lo ubique en el centro de la escena, mientras trata de mantener a sus seguidores unidos detrás de su postulación.
En los hechos, el año electoral recién comienza, pero ya puede decirse que algunas definiciones comienzan a asomar.