Geopolítica de la vida II

Walter Habiague

El aborto no punible ya está contemplado en la legislación nacional. ¿Entonces qué estamos debatiendo cuando planteamos la despenalización absoluta del aborto?

Significa poner en debate el derecho individual de algunas personas humanas a terminar con la vida de otras.

Plantear el aborto no punible libre y gratuito es proponer la peor solución a un problema y significa obturar la posibilidad de pensar soluciones humanas para la vida humana.

Si hablamos del “aborto saludable” omitimos por fuerza hablar de políticas de Estado que cuiden los embarazos no deseados, tanto a la madre como al hijo. Omitimos hablar de la ley de adopción. Omitimos hablar de un registro de familias dispuestas a adoptar hijos no deseados. Omitimos acordar con los diversos cultos que pueden, desde la fe, acompañar esos embarazos. Si debatimos la peor solución como única solución, ignoramos el resto de las soluciones posibles. Omitimos la Vida.

 

El rol del Estado

Si el Estado acepta la muerte de un argentino como solución a un problema se declara inútil ante el presente y suicida el futuro.

¿Seguiremos con un Estado militante de la pauta cultural de la miseria que no puede resolver o seremos uno que la resuelva?

¿Seguiremos con un Estado que ayuda subsistir, apenas y mal,  o uno que asegure para siempre la subsistencia elemental para que el pueblo se ocupe de crecer en libertad?

¿Seguiremos creyendo que las políticas de estado son un check list de primeros auxilios o entenderemos que las políticas de estado deben ser la expresión concreta y consensuada  de un modo de ver la vida argentina desde el Estado?

¿Qué significa para el Estado Nacional la vida de los argentinos? Esa es la pregunta que debería figurar en primer término de cualquier debate.

No es válido que un Estado impulse un debate sobre la vida si o la vida no.

Si seguimos debatiendo la vida no solo van a seguir muriendo mujeres en abortos, tanto en un rancho de Florencio Varela como en una clínica privada de Recoleta, sino que relativizamos todos los derechos que se desagregan del derecho a la vida puesto en duda: trabajo, educación, seguridad, esparcimiento. Todo eso será nada y seremos nada.

En un país como el nuestro, un desierto en términos demográficos, no vamos a poder debatir educación, salud, trabajo y progreso si ponemos en tela de juicio la dignidad de la Vida.

La opción desde el estado debe ser la  vida si.

Si en lugar de ocuparnos de debatir el aborto nos ocupáramos de los centros de ayuda gratuita, de familias adoptantes, etc., salvaríamos más vidas argentinas que permitiendo la muerta aséptica.

 

Institucionalizar lo que no se puede mejorar y forzar lo que no se sabe conducir

La opción del “Estado Garantista”  en su más amplio sentido entiende que la vida es una abstracción, un armado ideológico que se puede colorear de preferencias políticas. El Estado garantista mete a presión su visión teórica de la vida en la vida concreta y por eso es incapaz de entenderla y mucho menos de conducirla hacia el bienestar. El Estado garantista estigmatiza a las víctimas porque es incapaz de comprender el dolor real.

La desnutrición ligada y los pésimos planes educativos se disimula prohibiendo por decreto la repitencia. Las muertes por el delito violento producto del narco se disimulan con aguinaldo a los homicidas encarcelados. El aumento de la ocupación precaria en villas se distrae con el Día de los Valores Villeros. El desprecio por la vida de los argentinos no nacidos se  disfraza con la defensa del derecho individual de la madre a un aborto saludable.

 

La Nación Argentina frente a su futuro

Vamos a ser inviables como Nación si la única legislación que se nos ocurre para resolver un problema es la muerte.

Si estamos debatiendo cómo matar mejor a los argentinos por nacer, ¿qué nos importan los argentinos muertos como perros por el delito violento? No tenemos esperanza de pensar la economía, el desarrollo tecnológico e industrial con vista a las necesidades de la región, la educación de las generaciones futuras, el peso estratégico de nuestra Patagonia de aquí a 25 o 50 años, si nos siguen distrayendo el espíritu con debates que relativizan lo esencial.

Nos estamos condenando a la desertificación del alma como primer paso para desaparecer como Estado Nacional. Por eso el próximo gobierno deberá entregarnos una definición sobre qué relación tendrá el Estado Nacional con la Vida de los argentinos. Su defensa o su eutanasia.