Por: Walter Schmidt
Kirchneristas de Cristina vs peronistas de Scioli
“Soy el candidato del Peronismo, núcleo del Frente para la Victoria”, aseveró Daniel Scioli, ante la pregunta de Mirtha Legrand del sábado por la noche acerca de su postulación, por qué partido era.
Ergo, el gobernador bonaerense es circunstancialmente kirchnerista pero, ante todo, peronista. Es decir, los “ismos” pasan, pero el PJ siempre queda.
Esa línea imaginaria precisamente es la que divide al oficialismo hoy: kirchneristas vs peronistas.
Florencio Randazzo, Julián Domínguez, Sergio Urribarri, Agustín Rossi y Aníbal Fernández son aspirantes presidenciales, la mayoría de ellos testimoniales, que se aferran a la figura de Cristina Fernández como líder post 2015, ya sea con un delfín en el gobierno o desde la oposición.
Esa “lealtad” es una mezcla de convicción y de oportunismo, porque varios de ellos esperan que a partir de su “ultra cristinismo” la Presidenta los premie con una candidatura a vicepresidente o un lugar en la fórmula a la gobernación bonaerense.
Del otro lado está Daniel Scioli, el mejor candidato con el que hoy cuenta el oficialismo para superar, no sólo la interna del Frente para la Victoria sino para competir con chances en las elecciones generales de octubre del próximo año. Cualquiera de los otros candidatos K, si Cristina Fernández los ungiera, podrían hasta superar airosos las PASO, pero dejarían un eventual balotaje servido a los opositores Mauricio Macri y Sergio Massa.
La teoría de los tres tercios funciona entre Scioli, Macri y Massa, no con otros nombres.
No obstante lo que hace la Presidenta es mas que lógico. El Manual del Poder afirma que nunca hay que designar anticipadamente al “elegido” para la sucesión porque, a partir de ese momento, los actores del poder mirarán hacia el heredero y el monarca, automáticamente, perderá cualquier margen de acción.
El peronismo ortodoxo, gobernadores, intendentes, legisladores, respaldan, los más osados públicamente y la mayoría en privado, la candidatura de Scioli. No hay amores ni cuestiones ideológicas de por medio, sino el pragmatismo que ha convertido al peronismo en el único partido omnipresente a través del tiempo. “Scioli es el que mas mide, sencillo”, recita un viejo dirigente peronista del interior.
Ese peronismo ortodoxo no quiere perder lo que tiene. Del otro lado, el kirchnerismo tampoco quiere dejar el Estado, las bancas y los cargos que hoy ostentan, pero no quiere entregarle la llave a Scioli así nomás.
Por eso se preocupa por blandir la posible candidatura de Cristina Fernández al Parlasur, como muestra de que la Presidente todavía está vigente. Pero no es nada más que un manotazo de ahogado. Puertas adentro, los más cercanos a la mandataria saben que es una fantasía que Ella vaya a seguir liderando al peronismo y que el kirchnerismo siga vigente después del 2015.
Carlos Menem y Eduardo Duhalde saben lo que es gozar de las mieles del poder y del PJ a sus pies, y lo que significa abandonar la lapicera de oro que firmaba decretos y partidas presupuestarias para regresar al llano. La desaparición de lo que fue el menemismo y el duhaldismo habla a las claras.
Lo mismo ocurrirá con el kirchnerismo, máximo si su verdadero líder, Néstor Kirchner, falleció en 2010 y su referente, la Presidenta, no está en condiciones físicas ni anímicas de dar pelea desde las barricadas. Quienes la frecuentan en la Casa Rosada o en Olivos, deslizan que la última internación obligó a cuidados extras y permanentes para resguardar su estado de salud en el tiempo. El desgaste físico que provoca el ejercicio del poder no es una novedad para nadie.
Otra de las fantasías K es la posibilidad de encorsetar a Scioli poniéndole, por ejemplo, un compañero de fórmula cristinista. Ya sea el ministro de Economía, Axel Kicillof o el entrerriano Sergio Urribarri.
En primer lugar, Scioli nunca aceptaría que le designen un compañero de fórmula piantavotos. Si sumara o al menos su acompañamiento fuera indiferente para el electorado, seguro el gobernador no tendría problemas. Pero Scioli jamás aceptaría correr en desventaja o con un mochila llena de plomo.
Por otro parte, la experiencia de Gabriel Mariotto, puesto por la propia Cristina en 2011 para que sea vice de Scioli y limitar sus movimientos políticos, es un dato a tener en cuenta. Mariotto terminó susbsumido en la maraña sciolista, se convirtió en un fiel colaborador del gobernador y Scioli se ha consolidado, según algunas encuestas a publicarse en los próximos días, en el primer lugar de las preferencias del electorado y ha estirado su ventaja sobre Macri y Massa.
Si la idea es acotar al bonaerense nombrándole un compañero de fórmula K, el panorama no es nada sencillo. En la República Argentina el rol del Vicepresidente sigue siendo el de una figura decorativa, a quien se puede mantener tranquilamente al margen de las decisiones importantes y ocupado en su rol como titular del Senado. Si no habría que preguntarle a Julio Cobos, el papel que le hizo jugar Néstor Kirchner como vice de su esposa. Y a Amado Boudou, actualmente al margen de la política argentina.
En cuanto a la estrategia kirchnerista de poblar las listas de legisladores nacionales y provinciales con candidatos afines a Cristina Fernández y al “modelo”, también es parte de la fantasía su efectividad. Si Scioli llega al poder, será él y sus hombres de confianza quienes manejen la lapicera dorada.
Con esa misma lapicera y premisas claras, el kirchnerismo construyó su perfil ideológico y los ejércitos de militantes. Sin ella, la permanencia de esa corriente como tal, se complica demasiado.