Por: Carlos Arbia
El cepo según la definición del diccionario de la Real Academia Española “es un artefacto ideado para sujetar, retener o inmovilizar algo, o alguien, como consecuencia de alguna determinada conducta del inmovilizado, para la que ha sido ideado, y de la que deriva su forma o el estado de sujeción, la cual puede ser planificada o espontánea, incluso sorpresiva y pícara. En ese sentido expresa la Real Academia “hay, y los ha habido, de diversas clases, surgidas a raíz de las finalidades o del origen de los mismos, entre los cuales destacan aquellos que se destinaban históricamente a la tortura, o a la caza, a la seguridad de la conservación de algo”.
Aunque el ministro de Economía Axel Kicillof o el presidente del Banco Central Alejandro Vanoli nieguen la existencia del cepo lo que deberían entender y analizar son los problemas que éste genera. Kicillof afirmó que “el término cepo para describir las restricciones a la compra de divisas fue instalado con intencionalidad y que sería sensato que aquellos que hablan de levantarlo expliquen qué significa”. Además agregó que “no hay cepo cambiario porque se pagan importaciones, se giran utilidades y se vende esa moneda a la gente que quiere”. En tanto que Vanoli optó por la ironía diciendo que “el cepo es un elemento de tortura abolido por la Asamblea del año 13 y llamar a las cosas con ese nombre tiene toda una significación, que tiende a desnaturalizar cualquier intento de un Banco Central de establecer regulaciones financieras y cambiarias mínimas”.
Esta definición de cepo, le guste o no al gobierno, sirve para definir lo que ha pasado en la Argentina desde el 29 de octubre del 2011, unos días después de que Cristina Kirchner fuese reelecta, cuando el todavía ministro de Economía, Amado Boudou, el titular de la AFIP, Ricardo Echegaray, y el secretario de de Finanzas, Hernán Lorenzino, nos adelantaron a un grupo de cinco periodistas de la sala de prensa del ministerio de Economía (MECON) que el gobierno instrumentaría un control a las compras de dólares por parte de la AFIP y que podrían comprar dólares y vender dólares en el mercado financiero las personas físicas y empresas que estuvieran en regla para hacerlo y mostraran capacidad contributiva. Esto es, lisa y llanamente, una especie de control de cambios pero mal instrumentado y se llama cepo cambiario. En caso de que el mercado paralelo fuese declarado legal, el Banco Central se quedaría con las ganancias de ese arbitraje y no el sector privado, como casas de cambio, arbolitos etc.
Este cepo cambiario generó a su vez tres problemas. La aparición de un mercado de dólar paralelo o blue -o ilegal, como lo llamó el gobierno-, con sus diversas variantes como dólar contado con liqui, dólar bolsa, dólar ahorro y dólar tarjeta, estos dos últimos financiados por el propio gobierno. El segundo problema, consecuencia de ese desdoblamiento con un dólar oficial y otro paralelo, fue que dejaron de ingresar dólares financieros a la Argentina. Estos pueden entrar vendiéndoselos al Banco Central al valor del dólar oficial pero no los pueden sacar al exterior a ningún valor porque el gobierno impide la remesa de utilidades de las empresas al exterior. No sólo hay una diferencia cambiaria del 40% entre el dólar oficial de 8,80 pesos y el paralelo de 12,80 pesos sino que las empresas o el inversor no se pueden llevar los dólares lo que configura un control de capitales disfrazado y mal instrumentado.
Estos dos problemas a su vez generaron un tercero. Este es el más grave de todos que es la falta de dólares comerciales. La fuerte caída de las importaciones ha provocado una caída en las exportaciones que en caso de mantenerse llevará a un déficit comercial que se calcula por la diferencia entre las importaciones y las exportaciones de bienes. Por consiguiente no habrá más dólares comerciales para la economía. Lo cierto es que el cepo cambiario impide la compra de dólares a gran parte de la sociedad y es el gobierno el que los compra para pagar importaciones de petróleo y gas y para pagar deuda. Lo que comenzó como una idea de restringir las compras de dólares en el mercado interno con el objetivo de pesificar la economía como intentaba hacer Axel Kicillof desde mediados del 2012 finalizó una ausencia total de dólares que dolarizó aun más la economía.
Ahora el gobierno necesita los dólares, por eso los tiene que buscar como sea. Con China, con Rusia, o colocando deuda en el mercado, lo que configura un gran avance. Pero el cepo es el gran problema. Porque cierra el camino para producir, para importar y para exportar y por ahora el gobierno lo niega. Este problema es similar al que los candidatos presidenciales del 99 tenían con la Convertibilidad. Eduardo Duhalde, el candidato del Partido Justicialista, no la quería, en tanto que Fernando De la Rua, el candidato de la Alianza, ganó las elecciones porque anunció que la mantendría. Para cualquiera de los candidatos presidenciales que lideran las encuestas, como Mauricio Macri, Daniel Scioli o Sergio Masa, adoptar una solución será crucial en caso que alguno de los tres llegue a presidente.