Por: Claudia Peiró
No debería suceder en ningún día del año. Pero que este 9 de julio que pasó hayamos tenido que velar a Ariel Solano (*), el “Ruso”, 33 años, un tipo macanudo (hermano, además, del querido “Pini”, Rubén), asesinado la noche anterior por delincuentes que lo fusilaron con alevosía para robarle la moto, debería hacer que nos preguntemos qué clase de Patria estamos construyendo.
Una en la cual la vida no tiene ningún valor, porque un argentino puede caer víctima de la violencia delictiva ante la falta de reacción de una sociedad que “no ha llorado lo suficiente” (como nos decía el cardenal Jorge Bergoglio) y ante la más absoluta indiferencia de un Estado al que algunos se atreven sin embargo a llamar “gran reparador”. La política se ha vuelto obscena y nos miente en la cara.
Nadie se hace cargo de los muertos en democracia. Los políticos están de campaña, rogando en su interior que ningún acontecimiento de la realidad venga a perturbar su marcha feliz hacia la meta: una intendencia, una banca, un cargo y, sobre todo, las prebendas que los acompañan.
Cuando se homenajea a los muertos del pasado se dice que anhelaban un país mejor. Que dieron la vida por eso. Lamentablemente, parece haber sido un sacrificio en vano porque la democracia no ha honrado sus promesas. Porque, ¿qué es un país mejor sino uno en el cual se hace respetar y se protege la vida?
“¿Quién ha llorado por estos hermanos?”, preguntó el papa Francisco en Lampedusa. Y la pregunta llega como un eco hasta nosotros, pero no alcanza para ablandar los corazones encallecidos de los dirigentes.
Ojalá que los hombres y las mujeres que aspiran a representarnos hagan suyo el ruego del Papa y que Dios les conceda “la gracia de poder llorar”. Y así la muerte de los argentinos les dejará de resultar “sólo” una noticia inoportuna.
La democracia no es un fin en sí mismo. Es un instrumento al servicio de lo que secularmente se conoce como bien común. Y no hay bien común en quienes niegan la inseguridad al punto de no pronunciar la palabra, salvo que les sirva para los fines inconfesables de poder culpar a otros en beneficio de la “matemática de su egoísmo”.
(*) El Ruso trabajó por varios años con su hermano Pini, quien tenía la concesión del bar en Canal 9, C5N e Infobae. Allí lo conocimos quienes hoy lo lloramos y rezamos por él y por su familia.