Por: Claudia Peiró
Así fue recibido Francisco en la favela Varginha, como alguien que les perteneces, “pobre” entre los pobres, rico de corazón, como ellos.
Hoy, en Río de Janeiro, el Papa volvió a estar con los suyos. Por años, como obispo primero y arzobispo después, recorrió las periferias existenciales y geográficas de Buenos Aires.
La Vicaría episcopal para la Pastoral de villas de emergencia, que reúne a los sacerdotes que trabajan en los barrios marginados, fue una creación personal del entonces cardenal Jorge Bergoglio. Nunca dejó de acompañarlos en esa tarea. Jamás abandonó a los castigados por el flagelo de la miseria, por la “lepra” del siglo XXI que es la droga –como dijo ayer un padre franciscano en el hospital de Río- y por otros tráficos ilegales, como la trata de personas.
Bergoglio era conocido por su costumbre de enviar a los mejores sacerdotes a trabajar a los lugares más difíciles, donde ciertamente más se los necesitaba. Y esto se hizo evidente cuando su “pastoral villera” se encontró en el centro de la lucha por sacar a los jóvenes de la droga, sufriendo amenazas y persecución por ese compromiso.
Por eso, cuando la noticia de la elección del nuevo Papa llegó a Buenos Aires, una legión de desposeídos salió a dar testimonio sobre la vida de servicio de Jorge Bergoglio. Ellos no se sorprendieron, se emocionaron, se alegraron. Se sorprendieron, en cambio, quienes creen que para existir hay que estar en los medios. Se sorprendieron los “resultadistas” de la política y de la vida que desprecian la humildad y el bajo perfil. “Felices si seguimos el ejemplo de los que se animan a vivir con coherencia aunque no sean mediáticos”, dijo el propio Bergoglio en 2006.
El llamado que hizo a poco de asumir, cuando pidió a la Iglesia que saliera “a las periferias geográficas y existenciales del mundo”, no era más que un resumen de su trayectoria. Y si una realidad simboliza esas periferias es, sin dudas, la que representan las favelas o villas miserias que jalonan todas las grandes ciudades latinoamericanas, recordándole a las elites políticas, económicas y sociales que, pese al crecimiento económico de estos años, la justicia social es todavía una deuda.
Por eso ahora Bergoglio “vuelve” a una realidad que le es familiar. Él estuvo siempre con los más humildes y desposeídos, por eso en Varginha fue “reconocido” y recibido como uno de ellos que llegó a ser Papa. “Todas las periferias de Brasil se identifican con su ministerio”, le dijo el joven que leyó el discurso de bienvenida a la favela y que le pidió permiso para romper el protocolo y llamarlo “padre” Francisco.
“La riqueza no está en las cosas sino en el corazón. Cuando compartimos, dejamos de ser pobres”, les dijo Bergoglio.
“Ustedes no están solos, el Papa está con ustedes”, fue su despedida.