Por: Claudia Peiró
El kirchnerismo siempre va por más. No conforme con haber acentuado la degradación del secundario con los planes Fines y Progresar, ahora se concentra en la primaria.
Aunque los problemas de la educación no empezaron ahora, este Gobierno los profundiza con entusiasmo. Eligió perversamente el Día del Maestro para exhibir su demagogia educativa. Una que ya viene practicando hace tiempo. Ahora sólo la pone en letras de molde, como le gusta decir a Cristina Fernández de Kirchner.
El ministro de Educación, Alberto Sileoni, salió en defensa de los anuncios hechos por el ministerio bonaerense. De hecho, es uno de los inspiradores de esta política que podríamos llamar “compasiva”. Sileoni considera estigmatizantes la repitencia y las bajas notas pero lo fundamenta con argumentos que sí estigmatizan a los pobres. En todos los ejemplos que da, sólo alude al problema que representa para un niño pobre repetir el grado. Según el bondadoso ministro, el padre de un chico humilde se dirá a sí mismo “al nene no le da (la cabeza)”, en caso de que no apruebe.
Sileoni toma por tontas a las personas de menores recursos y directamente considera que no tienen capacidad para estudiar y aprender en los ritmos que histórica y exitosamente fijó la pedagogía durante años. ¿Cómo cree este señor que la escuela argentina fue un motor de promoción social durante décadas? Exigiendo a todos por igual. Si la escuela no sirve para igualar lo que la cuna diferencia, ¿para qué sirve? Sileoni considera que si un chico nace pobre, está condenado al fracaso escolar. Ahí estará él para comprenderlo, para dejarlo pasar de grado sin saber, para darle un título que pronto no será más que papel mojado –como pasará con los secundarios Fines-; ¡qué generoso!
¿A qué cree que se refería el Papa Francisco cuando dijo que “el pacto educativo está roto”?
¿Cómo cree que era posible, hasta hace relativamente poco en este país, que el hijo de un obrero obtuviese un título universitario? ¿Porque le regalaban la primaria y la secundaria?
¿Acaso Sileoni piensa que los pobres necesitan de su paternalismo? Lo que necesitan es que el Estado les dé una educación de excelencia, no que los condene a una escuela de segunda categoría que no los habilitará para defenderse en la vida y progresar.
Un chico de familia humilde tiene tantos o más dones intelectuales para aprender que uno de familia rica. La diferencia es que, si la escuela pública no les da a esos dos chicos un buen nivel de aprendizaje, el de la familia de escasos recursos económicos no tendrá otras alternativas, mientras que el de familia pudiente sí.
Así es como este Gobierno, que en el discurso se atribuye las mejores intenciones sociales, desarrolla una política educativa que mantiene y profundiza la brecha social.
Hace un tiempo causó escándalo la circular firmada por el director de un colegio secundario que pedía a los profesores no poner notas inferiores a 7 porque los chicos habían tenido pocos días de clase debido a los paros. Pero el anuncio que hace ahora el gobierno de Daniel Scioli demuestra que eso no fue un descuido, un error o una falta de ese director sino una política de Estado.
La escuela de Sileoni y compañía no es nacional y popular; es demagoga y anti-argentina. Rompe con una de nuestras mejores tradiciones: la educación como motor de promoción social.
La escuela kirchnerista perpetúa las diferencias de cuna.