Los tiempos que vivimos no son amables para quienes el significado de la vida se mide por el éxito, la fama y la centralidad mediática, aun a costa de los más graves sacrificios. Antaño, cuando la notoriedad se adquiría por acciones, que para bien o para mal, sobresalían del comportamiento medio, los responsables de esas conductas eran la representación de una minoría. Se podría decir, de una élite que sobresalía del común por virtudes o defectos. Para el caso, lo mismo da.
Hoy la masiva generalización de los medios de comunicación ha provocado que alcancen notoriedad todos los que están dispuestos a hacerlo. Lo que era reducto de una élite, hoy alcanza al vulgo. En consecuencia, la fama se ha vulgarizado. Es patrimonio de todos. La celebridad está al alcance de las mayorías. La democratización de las sociedades modernas incita la plebeyización de valores o disvalores. Y no abro juicios de aprobación o reprobación. ¡Es así! La revolución en las comunicaciones puso al alcance de todos la notoriedad. YouTube es el escenario de esas representaciones.
En paralelo con lo anterior y como manifestación cruel de la vida contemporánea, la humanidad ha alcanzado niveles de libertad individual que chocan con mandatos de la naturaleza. Hoy por hoy, decisiones de esta índole son patrimonio de minorías, pero ya llegarán tiempos “mejores” de masificación de estas conductas. El cambio de género, la alteración del color de piel, la modificación de la altura, el rostro, la musculatura y otras yerbas, como la manipulación genética, llevan a una sociedad muy distinta, ni peor ni mejor, pero donde la felicidad está puesta en lo que se ve, en lo que se puede mostrar, de manera evidente. Y el desarrollo de la ciencia acompaña.
Cuando valores como el honor, el coraje, la fuerza, la voluntad, la épica y la guerra, patrimonio de élites sociales, se masificaron y alcanzaron a las mayorías, ingresamos al siglo XX y con él a las guerras mundiales donde millones de seres humanos se pusieron el traje de caballeros.
Desde otro lado y con otras consecuencias, vivimos tiempos de masificación de conductas individuales. La libertad personal, siempre buena y necesaria, y la revolución de los medios de comunicación ponen al alcance de todos usos, estilos y costumbres de minorías.
Cuando hombres como Michel Jackson, Ricardo Fort y otros, disconformes con su anatomía, se sometieron a cambios que violentaron la naturaleza, se expusieron a enormes sacrificios que los llevaron a la muerte. Quiera la humanidad que estas conductas no se masifiquen y queden en el reducido espacio de francas minorías. Las sociedades deben ser capaces de generar valores universales por los cuales vivir sin caer en la “utopía” de la acumulación insensata de dinero o de poder. En el vacío de la droga o en la droga del reality show.