El kirchnerismo ha sido una generación educada en los sesenta y los setenta con las premisas culturales e ideológicas de aquellos tumultuosos y conflictivos años. Su mirada de la acción política se fundaba en la idea de revolución, de cambio copernicano y de uso de la violencia para lograrlo. Adicionaron a esta concepción una mirada historiográfica con la que pretendieron vincularse al pasado, de modo de asumirse herederos de combates que no comprendieron.
La patraña consistía en el vano intento de echar raíces en terreno ajeno. Esto es, arrogarse la representatividad de la marcha del pueblo argentino desde sus orígenes hasta la actualidad. Al asumirse herederos de las derrotas y las frustraciones de un pueblo que se les antojaba inmaculado, ingenuo y sufriente, no hicieron otra cosa que repetir el ideal heroico de minorías exquisitas. En este caso, bajo el sesgo del iluminismo nacionalista o marxista.
El revisionismo histórico de la década del treinta y el marxismo que lo atravesaba fueron la argamasa con la que construyeron una línea de acción que, a su saber y entender, venía de lo profundo de la historia y era un mandato a seguir. Eran el último eslabón de una cadena que ellos romperían para crear un engranaje nuevo. ¡Una nueva sociedad! O como decía Mario Firmenich, comenzar a realizar el paraíso en la Tierra.
Tomaron algunos personajes históricos y les dieron encarnadura de presente. Uno de ellos fue Mariano Moreno, el secretario de la Junta de Mayo de 1810. Cristina en varias oportunidades habló del joven abogado haciendo suyo su legado y su continuidad. Más allá de este disparate, lo cierto fue que una porción significativa de historiadores, revisionistas y marxistas no sólo ponderaron su corta vida política, sino que además participaron de una gigantesca mentira como fue la de atribuirle a Moreno la realización de una obra denominada “Plan Secreto de Operaciones” que debía llevar adelante el Gobierno de Mayo. Sea como fuere, han estado convencidos de que el secretario de la Junta fue el redactor de ese documento flamígero con el que pretendía imponer la revolución a trancas y barrancas. El Instituto Dorrego, último estertor de un revisionismo rupestre, habló de él.
En ese plan secreto que Moreno no escribió y que el kirchnerismo afirma que sí, el abogado católico de Mayo “proponía”: “A todos los verdaderos patriotas, cuya conducta sea satisfactoria y tenga dado de ellas pruebas relevantes, si en algo delinquiesen, que no sea concerniente al sistema, débese siempre tener con estos una consideración, extremada bondad; en una palabra en tiempo de revolución, ningún otro debe castigarse, sino la infidencia y rebelión contra los sagrados derechos de la causa que se establece; y todo lo demás debe disimularse”.
Educados en esta moral, que, insisto, no era la de Moreno, pero que el revisionismo afirma que sí, ya no hay frenos morales para impedir el robo escandaloso que el kirchnerismo cometió en nombre de la revolución. Apoyados en Moreno robaron a dos manos. Si en los años de utopía mataban para crear el paraíso, al caerse las utopías, roban para hacer de nuestras vidas un infierno.
Los jóvenes camporistas les creen a sus jefes que la acumulación de dinero en sus manos es necesaria para el proyecto. ¡Qué ingenuidad! Y dado que el proyecto ha sido una “revolución”, como decía el abogado de Mayo, el principal delito es ser contrarrevolucionario y no ladrones como lo han sido. Felizmente espero que la Justicia ponga orden en tanta podredumbre y los penales abran sus puertas para acogerlos en su seno. No será un paraíso, pero…