Por: Cristian Folgar
El problema no es la energía, el turismo, los autos o los ahorros en dólares, el problema es la competitividad
Desde hace ya varios años nuestra moneda se está devaluando aceleradamente respecto a la gran mayoría de los bienes. Uno de los pocos grupos de bienes frente a los cuales “menos” se devaluó nuestra moneda son las divisas. Como la sociedad percibe relativamente mas baratas y seguras a las divisas, quien puede, trata lógicamente de comprar el bien más barato y más seguro. Primero el gobierno intentó no sincerar el tipo de cambio (ajuste por precio), y se vio obligado a implementar el cepo cambiario (ajuste por cantidades), y como es su costumbre trató de buscar la culpa en otro lado. Ahora decidió ajustar de manera más acelerada el tipo de cambio nominal, pero en la medida que no resuelva el excedente de pesos de nuestra economía, el gobierno corre el riesgo de que devaluaciones nominales no se reflejen en mejoras del tipo de cambio real.
En lugar de reconocer que hay un problema con el tipo de cambio, el gobierno buscó culpables en quienes quieren ahorrar en dólares, en las importaciones de energía, en el turismo, en las compras por internet o en los autos importados. La propia presidenta instaló, por ejemplo el “problema” de las importaciones de energía en una apertura de sesiones ordinarias del Congreso. Muchos sectores opositores también atribuyen a la energía el problema de la caída de las reservas.
Es aritméticamente obvio que si no importáramos energía tendríamos más divisas en stock. ¿Eso solucionaría el problema? Definitivamente no, sólo ganaríamos tiempo, ¿Acaso alguien demandaría menos dólares a estos precios relativos y en este contexto de pérdida de valor de nuestra moneda, si las reservas fueran 8.000 millones de dólares más altas? ¿Serían competitivas nuestras economías regionales? ¿Querríamos viajar menos o comprar menos bienes del exterior?
Que una economía no pueda pagar su “factura energética” valuada a precios internacionales significa lisa y llanamente que tiene un grave problema de competitividad. La energía es un bien primario que se usa para producir otros bienes. Salvo contadas excepciones la energía no representa un costo relevante en los bienes finales que consumimos o producimos. ¿Cuánto representa el costo energético en el valor final de un auto, de un kilo de carne, de un litro de leche o de una tonelada de aceite? El costo no es determinante, pero sin energía nada se podría producir. La energía más cara es la que no se tiene, la más barata es la que no se usa.
Miremos que pasa del otro lado del Río de la Plata, Uruguay importa todos los hidrocarburos que consume. ¿Tiene un problema de divisas? Ciertamente no, tiene una estructura económica que le permite importar lo que necesita, exporta lo que mejor puede producir, y le sobran dólares. ¿Uruguay tiene una “cadena de valor” más sofisticada que la Argentina? No, simplemente tiene una gestión macroeconómica coherente.
Si a nuestro país no le alcanzara la producción de soja, maíz o trigo porque su producción de carnes (vacuna, porcina y aviar) fuera tan alta que tuviera que importar esos bienes de Bolivia, Paraguay o Uruguay, ¿Estaríamos mal? No, estaríamos mucho mejor. Le agregaríamos valor en nuestro país, con trabajo local a bienes primarios que traeríamos de afuera. Importar materias primas para agregarles trabajo local permite a los países potenciar sus cadenas de valor. Sería deseable que nuestro país maximice su producción interna de bienes energéticos, renovables y no renovables, pues ello generaría fuentes de trabajo e inversiones. Podríamos transformar nuestros recursos potenciales energéticos, de todo tipo, en una ventaja competitiva para nuestra economía. No hacerlo implica claramente una ineficiencia que debemos corregir. Ahora, de ahí a decir que nos quedamos sin reservas por importar energía es un despropósito y esconde el verdadero problema.
Los pesos que reciben nuestros exportadores del Banco Central no les alcanzan para cubrir sus costos. La constante pérdida del poder adquisitivo de los pesos que reciben por sus dólares les impide acceder a los mercados internacionales en condiciones competitivas. Si desalentamos las exportaciones y el ingreso de divisas, si bajamos constantemente el poder adquisitivo de nuestra moneda y bajamos su demanda, no habrá stock de divisas que alcance. El origen de nuestro problema cambiario es que sobran pesos que nadie demanda. Buscar responsables en la energía, en quienes quieren ahorra en dólares, en el turismo, en los autos o en las compras por Internet es seguir ocupándonos de las consecuencias y no de las causas del problema. Ya pasó el momento de buscar culpables, llegó el momento de encontrar las soluciones.