La pasada jornada electoral para la conformación del Congreso de la República ha dado lugar a debates y reclamos que tienden un manto de duda sobre los resultados. El más importante y visible de todos es la denuncia por fraude instaurada por el Centro Democrático (CD), que, pruebas en mano, demostró alteración significativa de sus votos en 7.971 mesas ubicadas en diversos puntos del país y favorecimiento de los candidatos de la lista del Partido de la U. De constatarse la veracidad, el triunfador para el Senado sería el CD aunque por estrecho margen.
Entre los acusados de haber promovido el fraude, emerge el nombre de Musa Besaile, denunciado por ser el mayor receptor de auxilios parlamentarios en el escándalo conocido como la “mermelada” registrada en computador de la Casa presidencial. Besaile, a la vez, obtuvo la mayor votación de la U, lo que le daría derecho, según acuerdos internos, a convertirse en el presidente del Congreso, nada más ni nada menos que tercero en la línea de sucesión presidencial. Su copiosa votación no se corresponde con el bajo perfil en su gestión parlamentaria, no se le conocen proyectos ni registros de su voz ni que haya levantado la mano para expresar alguna opinión. Por tanto, aumentan las evidencias de fraude. La de Musa fue una “votación atípica” que ameritaría la aplicación de esa famosa tesis de los colectivos con la que se estructuró el juicio contra los parapolíticos.
No ha sido bien recibida la denuncia en círculos de poder y de opinión. El Registrador no le dio importancia, negó de una vez que pudiera haber fraude, y el Presidente candidato, indebidamente, terció en el debate y lo descartó. Otros que en el pasado defendieron la bandera de la pureza electoral, que denunciaban el fraude, la compraventa de votos y otros vicios y delitos electorales, han salido a descalificar la denuncia porque, viniendo de donde viene carece de autoridad moral y porque en Colombia siempre ha habido fraude. Los puros de antes dejan al descubierto su relativismo moral y atropellan la historia porque si bien es cierto que siempre ocurren irregularidades, que se sepa, desde 1970, cuando le robaron el triunfo al general Rojas Pinilla, ningún partido se quejó de fraude en su contra. Ni siquiera en las elecciones para congreso en el mandato de Uribe ni el Polo ni el liberalismo entablaron denuncias en tal sentido.
Aparte, hay que reconocer el triunfo de Enrique Peñalosa en la consulta interna de los verdes. Seguro recibió el voto de muchos uribistas. Deplorable el juego sucio de dirigentes de su partido como Mockus y los dos derrotados que se niegan a respetar el resultado o guardan silencio. Muy mala señal de parte de quienes hablan de juego limpio y han sido adalides del “no todo se vale”. Según la revista Semana, el líder de Cambio Radical, el vargallerista capitalino más visible en Bogotá que en cualquier otro lugar, Germán Varón Cotrino, salió elegido con alta votación en el departamento de Quindio, otra “votación atípica” que de seguro no será investigada pues no se trata de un parapolítico, criterio con el que fue creada la noción por León Valencia y Claudia López. A propósito, cabe destacar la elección de esta “Juana de Arco” a la colombiana, expresión de sectores de opinión que se distinguen por sus críticas a un solo sector del poder y de la política nacional. Queda por ver como se acomoda en el tránsito de periodista y activista denunciante de políticos corruptos a congresista sometida al desgaste.
Importante la reelección del senador del Polo Democrático, Jorge Enrique Robledo. Es de esperar que mantenga su línea de ataque a los TLC, al santismo por sus políticas neoliberales, pero, hay dudas acerca de si buscará alianzas con el Centro Democrático en asuntos específicos, entre ellos el de los términos de la paz. Pero, la otra cara de la moneda es que la izquierda pierde fuerza y electorado si se le compara con lo alcanzado en épocas de Uribe. Como para reflexionar dónde están sus falencias y errores. En todo caso es claro que el mensaje más racional y más sustentado de Robledo triunfó sobre el monotemático y vengativo discurso de Iván Cepeda. Junto con Antonio Navarro, que regresa a la corporación, encarna la posibilidad de una muy necesaria izquierda democrática y propositiva en la política nacional.
El liberalismo no levanta cabeza con su cuarto lugar. Después de estar a la sombra del gobierno y recibir tanta mermelada y cargos y con tanto favoritismo del presidente, confirmó su tendencia a la caída. A Simón Gaviria y a Juan Fernando Cristo les quedó grande el reto de la victoria. Se ratifica que la presencia del samperismo es muy nociva y dañina para el partido y que la dirigencia actual es mediocre política e intelectualmente hablando. Cristo, por ejemplo, rotó su cargo con el hermano de la forma más impúdica. Y, Juan Manuel Galán, símbolo de renovación, que había prometido renunciar a la curul de no obtener mayor votación que el desgastado y resucitado “renovador”, Horacio Serpa, echó a la basura su promesa y ya se acomodó a la orientación del defensor del “ochomil”. El Centro Democrático, ciertamente, no tendrá por sí solo, manera de evitar la aprobación de leyes ordinarias, pero, en contrapartida, a su favor cuenta el hecho de que será la oposición, si es que no gana la presidencia de la República. Y, por otra parte, en alianza con el conservatismo y otras fuerzas minoritarias, podrá frenar leyes estatutarias y reformas constitucionales que en su criterio y según su programa afecten a la sociedad.