Por: Diego Rojas
1. Cuatro militantes trotskistas, uno de ellos diputado nacional, se enfrentan en un duelo de preguntas y respuestas a los panelistas Iván de Pineda -modelo y conductor- y Teté Coustarot -modelo y conductora- durante la noche del sábado. “Los 8 escalones” es el programa de entretenimientos que regresa al recurso de la trivia para brindar un espectáculo televisivo ameno y familiar, destinado a las grandes mayorías. La producción del show televisivo decidió invitar a políticos para competir en el juego. La serie fue inaugurada por Horacio Rodríguez Larreta, del PRO, que tuvo la semana pasada una intervención que no brilló por sus resultados. La invitación del último sábado correspondió al Partido Obrero, que respondió afirmativamente al llamado. En la base de los escalones, que debían ser ascendidos hasta el octavo para poder batirse a duelo con De Pineda y Coustarot, se encontraba el diputado nacional por el Frente de Izquierda Néstor Pitrola y un equipo que lo asesoraría, compuesto por otros tres militantes de la organización. Sin embargo, ¿no son los trotskistas esos militantes de rostro adusto, militantes anticapitalistas las veinticuatro horas de sus vidas, gente adversa a sonreír debido a las injusticias de la sociedad contemporánea? ¿O es este un prejuicio caricaturesco? ¿Cómo responderían al desafío televisivo en el prime time del sábado los militantes de la revolución permanente?
2. En su libro “La sociedad del espectáculo”, Guy Debord analiza las influencias del apogeo de la imagen y la producción audiovisual en la cultura de masas y postula su preminencia sobre los resabios de la era cultural anterior, debido al triunfo de las formas capitalistas en esta esfera. La mercancía habría adquirido una singularidad última expresada en el ámbito comunicacional y se habría expandido a todos los ámbitos mediante la imagen, exhibiendo de este modo el imperio del orden bajo formas novedosas de dominación. Si bien la lectura de Debord podría ser tildada -con razón- de maximalista, también es cierto que el autor francés, uno de los animadores del situacionismo, se detenía en las formas comunicacionales que hoy son la marca de la contemporaneidad. Sin embargo, frente al panorama totalizante que planteaba Debord respecto a la dominación del capital sobre los capitales simbólicos de los medios de comunicación y de la era del show, ¿sólo cabría la rebelión conducida por intervenciones al margen de la sociedad del espectáculo? ¿O podría ser posible una intervención en esos canales de comunicación para aprovechar la masividad de su llegada? Cuando Sigmund Freud y Carl Jung avizoraron la costa estadounidense desde el barco en el que viajaban hacia el nuevo mundo desde Europa para esparcir su disciplina, el último susurró al oído del padre del psicoanálisis: “No sospechan que estamos trayendo la peste”.
3. “Nosotros vamos a todos los lugares a donde nos inviten”, explica Gabriel Solano, dirigente del Partido Obrero y a la sazón uno de los asesores del diputado Pitrola en el juego de “Los 8 escalones”. No debería sorprender: las organizaciones de la izquierda socialista no cuentan con sponsors empresariales, ya que su programa político implica una oposición estratégica a los representantes de esa clase social. Por eso aprovechan cada intersticio que se les ofrece para llevar su mensaje político. Incluso en el campo del entretenimiento: un espacio que les permite mostrar la imagen –en la era de la imagen- de su espíritu. De tal modo, Néstor Pitrola -obrero gráfico, dirigente clasista de su sindicato, fundador de la organización piquetera Polo Obrero y actual parlamentario nacional- pudo mostrarse como el hombre de a pie que es: contar anécdotas de sus viajes en subte y el reconocimiento de los transeúntes, señalar –frente a una pregunta- su presencia en una manifestación contra el ALCA en la ciudad de Mar del Plata, su participación –frente a otra pregunta- en la manifestación conocida como el Viborazo en Córdoba, que puso fin a la intervención dictatorial en esa provincia y, sobre todo, le permitió anunciar que lo ganado en ese show televisivo de entretenimiento no engrosaría sus bolsillos personales, sino que sería donado al fondo de huelga de los obreros despedidos de la empresa Lear, uno de los conflictos que atraviesa la actualidad social. En el prime time televisivo del sábado a la noche, un conflicto laboral se introducía y se desplegaba uno de los roles de los diputados de los trabajadores, que no es otro que el de la solidaridad con esas luchas y su constante acompañamiento político.
4. Las redes sociales dieron cuenta del impacto de la intervención de los representantes del Frente de Izquierda en la televisión y por fuera de los programas políticos que los cuentan como participantes más o menos permanentes. En Twitter, “Pitrola” y “El PO” se constituyeron en Trending Topics, es decir, en sintagmas mencionados con frecuencia masiva por los usuarios de esa red social. Hubo, mayormente, muestras de simpatía a la participación de los militantes trotskistas en el programa, aunque también se registraron expresiones de reprobación de simpatizantes kirchneristas a esa intervención, amparados en que le “hacían el juego a la Corpo” o que, directamente, estaban haciendo el ridículo. También hubo otros sectores izquierdistas, cuyos referentes tienen un renombre menor o casi ínfimo, que le reprochaban a Pitrola esta participación en nombre de una supuesta “pureza revolucionaria”. En el caso de los kirchneristas, el doble standard se ponía en funcionamiento, ya que la máquina reprobatoria se ponía en funcionamiento mientras Martín Insaurralde es un visitante asiduo del “Bailando por un sueño” de Showmatch de Marcelo Tinelli y sus apariciones no convocan ningún rechazo. En el caso de los izquierdistas, tal vez implique cierta desazón ante el reconocimiento que tienen ganado los representantes del Partido Obrero. En cualquier caso, Andy Warhol o Salvador Dalí –esos genios artísticos de la comunicación- hubieran respondido: “No importa si hablan bien o mal de vos, lo importante es que hablen”.
5. Tal vez el trotskismo sólo sea reconocible, entre los países del mundo, como una fuerza política existente solamente en la Argentina y Francia. En nuestro país, el Frente de Izquierda, con sus tres diputados nacionales, el triunfo en Salta sobre el peronismo y las decenas de diputados provinciales y concejales en distintos distritos da cuenta de este fenómeno. Su convocatoria a un programa de entretenimientos también señala su inserción en el imaginario cultural de los argentinos. El equipo del PO no le ganó a Iván de Pineda. De cualquier modo, tuvo un rol digno. Ganaron veinte mil pesos y anunciaron que los donarían a los trabajadores de Lear despedidos. Los políticos trotskistas locales divirtieron y se divirtieron. Es un signo positivo. Ojalá Gerardo Sofovich, recuperado de su hospitalización, quiera darles revancha y el duelo de las preguntas y respuestas se repita, quién sabe, quizás, con mayor éxito para el trotskismo.