Por: Diego Rojas
En referencia a una fotografía de tres campesinos alemanes con traje y bastón dirigiéndose hacia una fiesta a principios del siglo XX, el escritor John Berger señala: “Hay en esta imagen tanta información como en las páginas de un maestro de la descripción de la talla de Zola”. Quizás se pueda decir algo similar acerca de toda la información acumulada en la foto que da cuenta de la cena -y luego show íntimo- que compartieron el miércoles por la noche el cantante Fito Páez y los candidatos a gobernador y vicegobernador de la provincia de Buenos Aires por el Frente para la Victoria Aníbal Fernández y Martín Sabatella. Una imagen de la decadencia, se podría agregar.
Fernández, Sabatella y sus parejas reposan los codos sobre la cola del piano en el que toca y canta Páez. Hay también una botella de vino y copas de vino y de champagne, un iphone, un cenicero. Los invitados al show de Páez hacen coros, el candidato a gobernador saca una foto con su celular. Todos están felices.
Aníbal Fernández tuvo responsabilidad en la masacre de Avellaneda ocurrida el 26 de junio de 2002, según denuncian los sobrevivientes, las organizaciones políticas y los familiares de las víctimas. Ese día, un operativo estatal se llevó adelante sobre una protesta piquetera que cortaba el puente Pueyrredón y, de manera planificada, se desató un operativo represivo que dejó decenas de heridos con balas de plomo, contusos y damnificados, y acabó con la vida de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, militantes del Movimiento de Trabajadores Desocupados (que luego se llamaría Frente Popular Darío Santillán).
Fernández era secretario general de la Presidencia del Gobierno de Eduardo Duhalde y apenas producida la masacre fue el encargado de llamar a las agencias de noticias y las redacciones periodísticas para intentar instalar la versión de que los piqueteros se habían matado entre ellos. Con esta acción, el Gobierno de Duhalde intentaba cerrar el período de movilizaciones que se había abierto a fines de 2001 y que había terminado con el Gobierno de De la Rúa; trataba de instalar la paz social en medio de la devaluación a través de un giro derechista.
La movilización popular rechazando la represión y la muerte impidió el éxito de Duhalde y, por el contrario, lo obligó a anunciar el llamado a elecciones. Luego de la cacería que se había producido en el puente Pueyrredón y justificando la represión que se cobró vidas y dejó un tendal de heridos, Fernández declaraba ante la prensa: “Nosotros conocíamos desde hace 20 días que iba a suceder una cosa de estas características, porque nos habían hecho los comentarios y sabíamos que se iba a organizaba para el 22 y 23, en el estadio Gatica de Villa Domínico, una asamblea de piqueteros en la que se iban a discutir los cursos a seguir. En esa asamblea se habló de lucha armada; en esa asamblea se definió lo que ellos llaman un plan de lucha, que no es otra cosa que un cronograma de hostilidades”. Los familiares de Kosteki y Santillán demandan que sea juzgado para determinar sus responsabilidades políticas en la masacre.
Aníbal Fernández era el responsable de las fuerzas de seguridad cuando sicarios organizados por la dirección sindical ferroviaria, que revestía en el kirchnerismo, asesinó a los tiros al dirigente del Partido Obrero (PO) Mariano Ferreyra el 20 de octubre de 2010. Como consecuencia del ataque, la también militante del PO Elsa Rodríguez sufrió una herida de bala en la cabeza que le produjo consecuencias que aún hoy combate. Según determinó la Justicia, la policía liberó la zona para que los asesinos actuaran y por eso condenó a prisión a los responsables policiales del hecho. Sin embargo, apenas ocurrido el homicidio, Fernández salió a defender a sus subordinados. “La policía hizo lo que tenía que hacer”, afirmó en esa oportunidad. El fallo de la Justicia resignificaría esas palabras.
Aníbal Fernández es un típico barón del conurbano que, con una cultivada imagen de vivillo y el oficioso accionar de las mieles del kirchnerismo, quisiera inocularse las supuestas virtudes del progresismo. Sin embargo, no se debería olvidar que estuvo prófugo de la Justicia cuando fue denunciado por malversación de fondos mientras era intendente de Quilmes -muchos aseguran que se escapó del edificio comunal escondido en el baúl de un auto, cual si fuera un delincuente común. En la foto se lo ve acompañar, sonriente, la canción de Fito Páez.
Martín Sabatella se postulaba como la pata izquierda del proyecto kirchnerista. Ex militante del estalinista Partido Comunista Argentino, Sabatella fue intendente de Morón, municipio que llegó a gobernar bajo un discurso de renovación generacional y política. En 2011 escribía en su cuenta de Twitter: “La absolución de Menem le genera a Scioli tanta alegría como a nosotros bronca”. Y agregaba en un comunicado: “Para Scioli, Menem es quien le abrió las puertas de la política nacional y quien lo posicionó dentro del peronismo”. Otra vez en la red social de los 140 caracteres, escribía ese mismo año: “La gente puede cambiar, pero Amado Boudou es un alumno de la escuela ultraliberal del CEMA y Aníbal Fernández es un paso hacia el pejotismo”. Hoy es candidato a vicegobernador del pejotista Fernández y forma parte de las listas que postulan a Daniel Scioli como presidente.
Sin embargo, el tuit que fuera generado como un análisis crítico de Fernández puede leerse hoy como la claudicación de la progresía y su fracaso como proyecto político. Si Nuevo Encuentro, el partido de Sabatella, se formó en la oposición a los barones del conurbano, ya las elecciones pasadas conformó listas unitarias en el PJ del barón represivo Raúl Otacehé y hoy forma parte de esas mismas listas con inusitado entusiasmo. Si el proyecto progresista de UNEN fracasó en la dispersión y el disgregamiento, la pata progresista del proyecto K fue cooptada sin ambages por el conservadurismo esencial de esa opción política.
Rodolfo “Fito” Páez es un artista popular que manifiesta con el convite a los candidatos la adhesión de la progresía -encerrada en la jaula que ella misma construyó-, a lo más conservador del proyecto kirchnerista, expresado en un hombre dudoso, de responsabilidades presuntamente criminales y su lacayo de turno, acomodado al cargo de vice. Como varios otros artistas cooptados no solo por el canto de sirenas de las políticas simbólicas que bajan cuadros -y elevan a cargos de conducción militar a Milani-, también por profusos contratos estatales, Páez votará no únicamente por Fernández, sino también por Scioli, un hombre que hasta ayer era repudiado por los progres. Un repudio que sigue compartiendo con Fernández de parte de los sectores que no abandonan la coherencia de su pensamiento político. “A Aníbal lo seguiremos denunciando por ser tan hijo de su madre y ser responsable de la masacre de Avellaneda. Él es culpable y eso no va a cambiar por más que algunos bólidos lo defiendan”, escribió en la red social Facebook Vanina Kosteki, hermana del asesinado Darío, luego de que circulara la foto de Páez con Fernández y Sabatella.
Sin embargo, como señalaba Berger en su libro Mirar acerca de la foto de los campesinos alemanes, todo elemento de la imagen es significativo. No es menor que detrás de Páez, al fondo, se pueda ver, en el rellano de la puerta de la cocina, a dos empleadas domésticas uniformadas. Espectadoras y no parte de la fiesta. Convidadas de piedra a una celebración ajena. Parte del equipo de Páez para entretener -como hacían los bufones con el poder en el medioevo- a los nuevos detentores de los asuntos estatales, las empleadas domésticas expresan el mismo lugar que ocupó la clase trabajadora en estos años de kirchnerismo.