Por: Diego Rojas
5. Es una norma histórica que, llegado el fin de ciclo de un régimen -o de cierto tipo de Gobiernos-, sus líderes y sus miembros actúen desprovistos de cualquier hilo que los una con la realidad. Que ingresen en una etapa de anomia cercana a la locura institucional. Los próximos últimos meses del kirchnerismo tal como lo conocemos podrían cumplir con esta consigna, si tomamos los acontecimientos de estos últimos días, que señalan, además, la culminación irreversible de una etapa.
4. El jueves la presidente Cristina Fernández realizó una cadena nacional en la que anunció que el cadáver tibio de Ariel Velásquez -el joven radical baleado la jornada previa a las PASO del 9 de agosto en circunstancias no aclaradas y que había muerto el día anterior al discurso presidencial- no era un militante radical, como se había anunciado, sino un miembro de la agrupación Tupac Amaru, liderada por Milagro Sala. “Cuando estaba entrando acá, estaban las pantallas de la televisión diciendo que un militante radical había sido asesinado en Jujuy -dice la transcripción oficial del discurso de Fernández. Obviamente, le echaban la culpa a una organización, la Tupac, que lidera Milagro Sala, y tengo acá lo que me acercó… De resultas que el militante radical no era radical, sino que nos acercaron la certificación del Juzgado Electoral de Jujuy, la persona muerta… ‘Certificación. Poder Judicial de la Nación. El que suscribe, secretario electoral de la nación, distrito Jujuy, Juan Chañi, certifica en cuanto hubiese derecho que el ciudadano Jorge Ariel Velázquez -el chico, pobrecito, que mataron de un tiro- se encuentra afiliado al Partido por la Soberanía Popular’. Este es el certificado. ¿Saben de quién es el Partido por la Soberanía Popular? Es el que lidera Milagro Sala y que pertenece a Unidos y Organizados. Este chico iba además al colegio que pertenece a esta organización. […] Acá tienen, el pibe, el pobre compañerito, iba a la escuela que fundó Milagro Sala, la Tupac. Acá la solicitud, acá está el emblema de la organización del partido, acá están las notas del chico, pobrecito”.
Luego, en los standupescos discursos de “los patios de la militancia”, al divisar una bandera de la Tupac Amaru, dijo: “Ustedes vieron cómo quisieron hacerles una operación”. El cadáver de Ariel Velásquez todavía no había enfriado ni sus familiares habían podido retirarlo de la morgue, mientras la Presidente, por medio de la cadena nacional, se atribuía la filiación política del joven militante radical de una manera escandalosa y cruel. Luego se sabría que efectivamente Velásquez era un militante radical, que no había firmado ninguna ficha de afiliación a la Tupac Amaru -la ficha presentada tiene una firma distinta a la del joven militante y hasta tiene una “z” donde debería ir una “s”, en un extraño caso en el que el firmante no sabría cómo escribir su propio apellido. Familiares del occiso informaron que durante los doce días de agonía ni un militante de la Tupac Amaru se había acercado para informarse sobre la situación de Velásquez y que el día de su asesinato había sido amenazado por la mañana por miembros de la agrupación de Milagro Sala, mientras realizaba una actividad militante para el radicalismo. La madre luego dijo que la Presidente no le había transmitido sus condolencias. La afirmación presidencial se desmoronaba y la inmoral apropiación política del fallecido con ella. Nada sucedió. Dos días después, en una nueva cadena nacional, la Presidente omitió toda declaración respecto al hecho.
3. El jueves por la noche el jugador de fútbol Carlos Tévez asistió como invitado al programa de la medianoche que conduce el periodista Alejandro Fantino. Tévez es un jugador que decidió abandonar su carrera europea para volver al club de sus amores y orígenes, Boca Juniors. Allí contó cómo durante su estadía en Formosa para jugar un partido con su equipo le había sorprendido la enorme pobreza que asolaba a vastos sectores de la provincia, mientras los jugadores se alojaban en un hotel cinco estrellas digno de Las Vegas. El señalamiento le valió que el funcionario kirchnerista Jorge Manuel Santander, ex director de Acción Cultural de Formosa y asesor actual del jefe de gabinete provincial, lo tildara de “villerito europeizado” en una publicación en su muro de Facebook. Allí escribió: “Lavate la boca para hablar de nosotros hdp. Lo recibieron en el aeropuerto con flores y besos, banderas y multitudes, pasión y calidez y él, villerito europeizado, le devolvió ese afecto a nuestro pueblo rebajándonos a mierda. ¿Cuánto te pago Macri, podrido de mierda?”. Los insultos vertidos por el funcionario -de grueso calibre clasista y despreciativo- podrían haber sido considerados si hubiera existido una disculpa, lo que nunca sucedió. O podrían haberse considerado una acción individual, si algún otro funcionario del Gobierno formoseño lo hubiera desmentido, pero nunca sucedió. Por el contrario, el gobernador Gildo Insfrán, en el cargo desde hace dos décadas, en un discurso el sábado acusó a los porteños que quieren opinar sobre Formosa sin conocerla y señaló que las palabras de Tévez debían haber sido “guionadas”. El programa de televisión paraestatal Duro de Domar, producido por Diego Gvirtz -también productor del show paraestatal 678 y otros productos de igual calaña- emitió un informe en el que se traducían al lenguaje televisivo los insultos de Santander, asumiendo el cambio que había ocurrido en Tévez desde que salió del barrio popular en el que nació hasta su actualidad de millonario. La degradación moral kirchnerista en defensa del gobernador Insfrán se hacía una vez más presente.
2. “Pocas veces vi elecciones tan violentas: urnas quemadas, una casa baleada y un camarógrafo herido. Y todavía no llegamos a la mitad del día”, escribió la periodista tucumana Mariana Romero en su cuenta de Twitter a media jornada electoral del domingo. Las escenas recorrían la provincia y el país: un sistema de boletas colectoras que hacía que los cuartos oscuros estuvieran repletos de listas y candidatos, mayormente pertenecientes al oficialismo kirchnerista o a la oposición radical-macrista, urnas llenas con boletas oficialistas antes de que comience la votación, un desenfreno clientelar que provocaba que impunemente se repartieran bolsones de alimentos en el afán de conquistar votos, la acción libre de punteros y coordinadores del intento de fraude, la violencia que producía que un camarógrafo de la cadena CCC que filmaba la entrega de bolsones fuera perseguido en su auto, sacado a los golpes del asiento de conductor y golpeado en represalia por sus actos -la policía calificó el hecho como “pelea por accidente”-, hasta el caos del ingreso de patotas a los establecimientos, el robo de urnas, la quema de urnas, los enfrentamientos y las amenazas con armas de fuego. Si en teoría las elecciones deberían ser el punto cúlmine de un régimen democrático, la jornada electoral en Tucumán mostraba, por el contrario, la declinación de un régimen fraudulento.
1. El lunes por la noche Tucumán estalló. No solo se reaccionaba frente a las denuncias de fraude de la oposición tradicional -que incluye a un desprendimiento del alperovichismo-, sino que mostraba el cansancio popular frente a un estado de las cosas. La progresión de las votaciones favorables al oficialismo venía en caída progresiva con cada elección, como signo de los ánimos. Pero lo escandaloso de la jornada, el triunfo provisorio del candidato oficialista Juan Manzur -un hombre del régimen, el funcionario político más rico del kirchnerismo y que ha sido denunciado en reiteradas ocasiones por enriquecimiento ilícito, el técnico que variaba los índices de desnutrición infantil en la provincia para que pasen desapercibidos- había desatado una ola de indignación ante la continuidad de statu quo. Temprano la izquierda se había movilizado por la liberación del dirigente del Partido Obrero José Kobak, detenido ilegalmente por un grupo de personas vestidas de civil que lo apaleó en la calle y sin causa desde el día de la votación. Luego, a las 20 horas, comenzó a llegar la gente a las inmediaciones de la plaza Independencia, mientras algunas cacerolas repicaban desde los edificios. Pronto serían decenas de miles. Para quien conozca las dimensiones de la plaza Independencia y la cantidad de manifestantes que se suceden en las frecuentes movilizaciones que allí se realizan, podrá dar cuenta de la excepcionalidad de la jornada, en la que multitudes ocuparon toda la plaza. Eran familias, jóvenes, ancianos que denunciaban el fraude, que exigían la apertura de las urnas y que coreaban: “Que se vayan todos”, en un déjà vu de los acontecimientos de 2001. Entonces llegó la represión salvaje, ordenada por el jefe de la policía desde las escalinatas de la casa de Gobierno, la incursión de la Montada con látigos sobre los manifestantes, la detención ilegal de jóvenes, que luego fueron golpeados dentro de la casa de Gobierno, por parte de policías de civil, enfrentamientos que se prolongaron desesperadamente con el resultado de doscientos heridos entre los movilizados. Mientras tanto, el diario Página 12 no usaba la palabra ‘represión’, sino que culpaba por los “incidentes” a un grupo de manifestantes que se había enfrentado a la policía, la política kirchnerista María José Lubertino condenaba a los neonazis alemanes en su cuenta de Twitter y el kirchnerismo en general mantenía silencio sobre la represión. Los manifestantes recuperaron la plaza. Y prometieron el martes por la noche regresar. Porque ante un fin de ciclo y la degradación también se pueden avizorar principios de evoluciones históricas de otra naturaleza.