Por: Diego Rojas
Al concluir un camino que iba necesariamente a finalizar, el kirchnerismo le entregó la continuidad del manejo del Estado —y de la crisis que lo acosa— a los equipos comandados por Mauricio Macri, de Cambiemos —la alianza con Elisa Carrió y los radicales de Ernesto Sanz que se postuló como superación del centroderechista PRO. El uso del sintagma “le entregó” no tiene inocencia alguna, ya que dos años atrás no se podría haber avizorado la asunción de Macri al máximo poder del Estado. Sin embargo, el giro derechista a través de la presencia en el Gobierno k del desaparecedor César Milani, el represor Sergio Berni, los gobernadores feudalistas, el vicepresidente corrupto Amado Boudou, Aníbal Fernández, los acuerdos con Chevron, la devaluación kicillofista de 2014 y más lograron equiparar los programas de una y otra fracción, con el aditamento de que el grupo de Macri ofrecía “renovación” y cambio tras doce años de los Kirchner en el poder.
Por eso, el ímpetu de diferenciación que buscó Daniel Scioli los últimos diez días de campaña hizo que los militantes que habían declarado que lo votarían con un “broche en la nariz” el día previo a la elección señalaran que votaban a una versión rediviva de Ernesto “Che” Guevara, más o menos. La puesta en escena, sin embargo, no sirvió. Y se hubiera revelado como fachada más temprano que tarde. El programa de Gobierno de Macri y de Scioli eran similares en tanto el próximo Gobierno, ante el estado de bancarrota general y ante el hecho de que pasó el tiempo de realizar una “devaluación ordenada”, deberá (para organizar la crisis en función de los intereses sociales que defiende) devaluar, endeudarse y realizar un ajuste que afectará, principalmente, a las mayorías populares. Ese es el plan inmediato del Gobierno del presidente electo Mauricio Macri y el que hubiera aplicado —quizás más gradualmente— Scioli en caso de ganar.
La entrega del Estado a Macri por parte del kirchnerismo es también comprobable en que en Córdoba la diferencia a favor de Cambiemos superó la categoría de abrumadora y que tan sólo en su capital sacó una diferencia equivalente a la obtenida a nivel nacional. El kirchnerismo le había entregado la central provincia obrera argentina al proyecto macrista. Tal como le había entregado el principal distrito de la nación, la provincia de Buenos Aires, semanas antes a María Eugenia Vidal, que surgió como alternativa al peor candidato de la historia del kirchnerismo: Aníbal Fernández, responsable político de la masacre de Avellaneda y de la liberación de la zona que permitió el asesinato de Mariano Ferreyra, entre otros tantos acontecimientos que emparentaron su figura con la del oprobio, el vivillo de barrio y el pelafustán.
La elección fue hiperpolarizada y se comprueba en los dos puntos porcentuales de diferencia y en que doce millones de personas votaron por Macri y doce millones de personas votaron por Scioli. El voto en blanco fue ínfimo, el menor en la historia de las votaciones desde 1983. Lo cual reafirma un frenazo por parte de quienes llamaron a votar de ese modo y el Frente de Izquierda, en particular, que fue la fuerza que llamó con más homogeneidad a votar en blanco. Las elecciones generales habían mostrado que la candidatura de Nicolás del Caño no había crecido desde las PASO y que la influencia de la izquierda, en el ámbito electoral, mostraba un cierto impasse luego de un sostenido crecimiento durante los últimos comicios.
Finalmente la apelación a la “renovación” que usó parte de la izquierda como caballito de batalla fue la que usó la campaña de Macri, con la salvedad de que un discurso de significante vacío de izquierda es menos potente que uno de significante vacío por parte de una fuerza con posibilidades de “renovar” ciertamente el espacio del Estado. Una situación contradictoria con el avance en los ámbitos sindicales, que se sigue realizando de manera imperturbable y que será fundamental a la hora de enfrentar el ajuste que vendrá de la mano del nuevo Presidente. Los sectores antimacristas que se ilusionaban en defender condiciones de vida votando a Scioli tendrán entonces la oportunidad de ejercer ese derecho a enfrentar el ajuste de la mano de la izquierda. El kirchnerismo tal como lo conocíamos ha concluido. El macrismo en el poder deberá realizar un giro económico en medio de la crisis. Los sectores laboriosos y el ala política que lo defiende tendrán la oportunidad de mostrar la justeza de sus reclamos y sus métodos. Una nueva etapa se abre en la nación.