Por: Diego Rojas
Al publicar estas líneas, más de tres mil obreros de la industria de la alimentación habrán brindado en la medianoche de la Navidad con el deseo inequívoco de conservar su trabajo, de que se les paguen sus sueldos, de no caer en la incertidumbre del desempleo y de que sus familias no queden en la desesperación. Habrán brindado con la sidra que se estila integrar en los bolsones alimentarios de asistencia social por estas épocas. En algún otro momento estos operarios no habrían necesitado de la ayuda social ni de los bolsones para brindar con sus familias, sino que hubieran pagado con el producto de sus sueldos los elementos de la mesa navideña. Sin embargo, debido a los desmanejos empresariales y gubernamentales y a la corrupción kirchnerista, hoy levantarán los vasos para brindar con la soga pendiendo sobre sus cuellos.
Hace unos días, el martes más específicamente, los obreros de Cresta Roja fueron los protagonistas de la primera represión del Gobierno de Mauricio Macri. El acto de violencia estatal podría no tener sentido por fuera de la demostración de fuerza de un Gobierno que necesita establecer distancias respecto de una imagen de delarruismo que lo aleje de una figura de autoridad. Esta es la conclusión necesaria a una encadenación de hechos que comenzó el lunes por la noche, cuando los trabajadores y sus representantes gremiales acordaron con los enviados del Ministerio de Seguridad de Patricia Bullrich que, en caso de protestar, sólo ocuparían dos carriles de la autopista Ricchieri y dejarían fluir el tráfico, en función de las reuniones institucionales que estaban previstas para el martes. Pero los acontecimientos superaron el acuerdo. Según todos los testigos, no había demoras en el tránsito cuando, a las diez de la mañana, la Gendarmería, sin previo aviso, arrinconó a los trabajadores con violencia y carros hidrantes al perímetro por fuera de la autovía. En vivo, la población asistía al primer episodio en el que la fuerza estatal era puesta en funcionamiento para reprimir la protesta social. La violencia de la Gendarmería había sido innecesaria. El macrismo se adelantaba así a un período en el que el ajuste que lleva adelante y las medidas que tienden a que la clase trabajadora sea el depositario de las penas de la reestructuración de la economía poblarán de luchas las calles en el futuro inmediato.
La represión se volvió a repetir por la tarde, acompañada en ese momento por balas de goma. Uno de los operarios heridos sufrió un ACV pocas horas después, debido a la tensión de toda la situación y permanece internado en una clínica en Monte Grande, donde fue intervenido quirúrgicamente. El martes de los acontecimientos se decretó la quiebra de la compañía Cresta Roja. Queda entonces la salida promovida por el Gobierno de encontrar nuevos compradores para la empresa. De todas maneras, la solución más adecuada sería la expropiación por parte del Estado de la compañía avícola, ya que el Estado es el principal deudor de la quiebra. De este modo, podría poner en funcionamiento una fábrica en un momento de rentabilidad para el sector, a la vez que proveería de alimento a los miles de comedores escolares y hospitales que tiene bajo su esfera.
Este cronista habló con obreros de Cresta Roja, quienes relataron una Navidad que se pasó en mesas de familiares, porque en las propias casas las heladeras estaban vacías. Contaron que este año con los cuatro mil pesos del Plan de Recuperación Productiva (Repro) otorgado por el Gobierno no habían podido comprar los regalos para sus hijos y que, si bien no pierden las esperanzas, el rastro de una situación dificultosa no había podido perderse en la cena de Nochebuena. Pero también contaron que sabían que todos habían brindado por la lucha, o porque la situación se encauce, o porque llegue una solución con la fábrica abierta y con todos los puestos de trabajo. En cada mesa de Navidad ese había sido el brindis en la medianoche unánime. Todos habían colocado sus miradas hacia el futuro.