Por: Diego Rojas
El Senado de la Nación aprobó el marco jurídico exigido por el juez neoyorquino Thomas P. Griesa para destrabar el pago de la deuda a los holdouts, popularmente conocidos como “fondos buitre”. De esta manera concluyó uno de los episodios más polémicos acerca de la deuda externa nacional mediante el voto de unidad del oficialismo y la oposición kirchnerista a favor de su pago y del inicio de un nuevo ciclo de endeudamiento con los organismos financieros internacionales. Notable es el voto de los senadores del Frente para la Victoria, que revela además la impostura k de quienes dos semanas atrás seguían levantando en la Cámara de Diputados el lema: “Patria o buitres”.
El pago a los fondos buitre muestra un estatuto colonial en cuanto a la trastienda que devino tal acuerdo: como nunca antes, es un juez de un distrito estadounidense —no ya su Estado— el que estableció las condiciones para su rúbrica. Un estatuto al que todas las fracciones del oficialismo y la oposición k se sumaron bajo la excusa de que tal pago habilitaría el ingreso de capitales que hoy serían retaceados al país. La visita del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, es el último eslabón requerido para el establecimiento de este gran acuerdo nacional. Sin embargo, las esperanzas de los promotores del pago para recibir empréstitos que ayudarían a la nación se sustentan sobre falsas expectativas.
Uno de los primeros anuncios del ministro Alfonso Prat-Gay había sido el préstamo de distintos bancos extranjeros que alcanzaba los cinco mil millones de dólares. A la fecha, tres mil millones de esos fondos ya se han ido de la Argentina en concepto de giros de utilidades o pago de importaciones financiadas. Ese tipo de pago acumula otros veinte mil millones de dólares en espera de ser realizados. En el marco de una tendencia internacional que indica que los flujos de capital se dirigen a las reservas nacionales de Estados Unidos u otras naciones centrales —y no en forma de inversiones en los países periféricos—, lo más probable es que asistamos a préstamos internacionales cuyo fin será el establecimiento de una fuga masiva de capitales de la Argentina.
Ni qué decir de las condiciones en que los empréstitos —que propiciarán la fuga— llegarán al país: con tasas de interés usurarias. Se estima que la tasa de interés en dólares sería del 7%, con una equivalencia en pesos que rondaría entre el treinta y el cuarenta por ciento. Un verdadero desfalco para fondos que ni siquiera se introducirían en un ciclo productivo nacional. Otra vez la Argentina iniciará un ciclo de deuda para pagar deuda, que, a la vez, promoverá la fuga de capitales. Sería claramente una “lose-lose situation”.
El punto nodal para explicar las condiciones desfavorables de un ciclo de endeudamiento se encuentra en las condiciones de la crisis económica mundial, que no se retrae sino que se profundiza —y que amenaza a nuestros principales socios económicos y vecinos. Brasil se encuentra en bancarrota. Una condición que será aprovechada por los grandes capitales internacionales para obtener beneficios. No sólo se trata de acabar con el nunca desarrollado plan de industrialización brasileña, sino que implicará el desguace de Petrobras en manos de compradores externos —una medida que no cuenta con la oposición de la opinión pública, en principio, dado el desprestigio inconmensurable de la compañía, que es el centro de un escándalo estatal de corrupción que llega al centro mismo del Gobierno. Todo esto en el contexto del descenso de los precios de los commodities y las materias primas, situación desfavorable que Brasil comparte con nuestro país, y el descalabro de la industria del acero, cuyo eje central se encuentra en las exportaciones obligadas que se realizan de tal material desde China, fuente central de empréstitos a nuestros vecinos. El momento de la crisis económica mundial marca el clímax de pronósticos perturbadores para las economías regionales e introduce a Brasil como una amenaza explosiva. Y se sabe que si Brasil estornuda, a la Argentina le agarra dengue.
El jefe de la bancada de senadores kirchneristas justificó su voto en la hipótesis de que así lo hubiera querido Néstor. No es un dato menor, sino que debe servir a la ciudadanía para comprobar que las consecuencias desastrosas de las decisiones económicas no son sólo responsabilidad del oficialismo macrista, sino que es compartida con el kirchnerismo en retirada. Una conclusión que deberá incluirse en el balance necesario para enfrentar la crisis que vivimos y la que se viene con mayor profundidad.