Por: Gabriel Solano
La derrota electoral del kirchnerismo ha sido categórica. Pero no faltan quienes pretenden disimular sus alcances y perspectivas. En la primera fila de los que relativizan el resultado adverso está ¡cuándo no! Horacio Verbitsky, para quien la continuidad del gobierno hace a la sobrevivencia de su propia camarilla -empezando por la que usufructúa en Página/12 los beneficios de la pauta oficial.
Verbitsky señala que el triunfo de Massa tiene destinatarios concretos, los empresarios que se reunieron días antes de las elecciones para escuchar al intendente de Tigre, entre los que se encontraban el dueño de Aeropuertos 2000, Eduardo Eurnekian, los de Ledesma (estuvo hasta Federico Nicholson, el compañero de golf del vicepresidente Amado Boudou), el capo de Fiat (Rattazzi) y otros de la UIA y la Bolsa de Comercio. Ahora el presidente del CELS se horroriza por el apoyo empresarial a Massa, sin percatarse de que hasta no hace mucho todos ellos le daban ese apoyo al gobierno kirchnerista.
Cuando eso ocurría, Verbitsky lo presentaba como el necesario “pacto entre la producción y el trabajo” que expresaba la “voluntad de poder” del kirchnerismo. El relato oficial de la derrota se detiene en la foto pero no puede ver la película. Si lo hiciera concluiría que lo ocurrido, en realidad, esconde un cambio de frente de la clase capitalista, que se ha pasado del oficialismo a la oposición. Ocurre que el agotamiento del gobierno lo anula como canal para llevar adelante las medidas políticas y económicas que reclaman los capitalistas para hacer frente al impacto de la bancarrota económica internacional en Argentina. La clase capitalista se ha quedado sin financiamiento y reclama una devaluación que le permita reducir salarios, licuar el gasto público, levantar el cepo cambiario y marchar a un nuevo ciclo de endeudamiento internacional.
Verbitsky denuncia que Massa ha hecho suyo este programa. Pero oculta que el gobierno marcha en esa dirección, como lo prueba el aceleramiento de la devaluación del peso o el pacto de YPF-Chevron, que contempla el levantamiento parcial del cepo, la devaluación de la moneda y la venta local de hidrocarburos a precios internacionales. El fracaso del Cedin, que tenía el gancho de permitir el blanqueo de divisas al tipo de cambio paralelo, prueba que la clase capitalista no se conforma con parches sino que quiere un cambio integral de la política económica.
Si los intelectuales kirchneristas reconocieran este cambio de frente, debieran concluir en que Massa está reuniendo la misma base social que fue el soporte del kirchnerismo en esta década. No lo hacen, sin embargo, porque entonces deberían denunciar al propio kirchnerismo, que usó los fondos públicos para “reconstruir esa burguesía nacional” que ahora le da la espalda pidiendo ahora una nueva “reconstrucción”, o bien pasarse ellos también a las huestes de Massa. Como por el momento no hacen ni una cosa ni la otra, arman un relato a su medida. Es lo que le ocurre a Verbitsky cuando afirma que el kirchnerismo es el único bloque nacional consolidado, o cuando sacan la calculadora para afirmar que la cantidad de diputados y senadores oficialistas se mantendrá más o menos igual que ahora si los números de agosto se repiten en octubre. No ven que ese cambio de frente de la clase capitalista llevará al abandono más o menos masivo del peronismo que está en el Frente para la Victoria hacia los sectores de Massa, De la Sota y otros. De este modo, no importa ya cuántos diputados renueve el kirchnerismo, porque los que sigan en funciones se pasarán a la oposición.
Los kirchneristas están sufriendo lo peor de una derrota, que consiste en no poder sacar un balance de lo ocurrido. Cuando eso ocurre la suerte está echada.