La visita de un presidente norteamericano es siempre significativa, pero en este caso lo es más por la celeridad con la que se organizó. La Casa Blanca planea su agenda con mucha antelación. Que a cien días de la asunción de un nuevo presidente argentino —y sin que esa actividad estuviera prevista antes— Barack Obama haya decidido visitarlo es una decisión que envía una señal inequívoca a la región. Para los Estados Unidos, el Gobierno de Cambiemos expresa los valores de la democracia republicana y el Estado de derecho, y debe ser tomado como ejemplo en Sudamérica.
Los populismos regionales atraviesan serias dificultades. El caso más emblemático es el de Brasil, envuelto en una severa crisis que une la recesión económica con la aparición de una red de corrupción de enorme magnitud, que llega a la cúspide del poder. Por no hablar de Venezuela, cuya situación es desastrosa.
En ese contexto, la Presidencia de Mauricio Macri, respetuosa de la institucionalidad, del cumplimiento de los compromisos asumidos y de la racionalidad económica, puede ser el punto de arranque de una nueva oleada para la región, signada por la democracia pluralista y apartada de las pretensiones hegemónicas y unanimistas.
Obama tiene también la posibilidad de exhibir ante su frente interno que no sólo practica una política de distensión con un régimen totalitario que ha sido por medio siglo enemigo de su país, sino que además alienta decididamente las experiencias que fortalecen los principios que sustentan la Constitución de Filadelfia y que desde allí se han proyectado al constitucionalismo americano, en especial al argentino.
Por cierto, el viaje del presidente norteamericano superó largamente las expectativas que se habían depositado en él. El respaldo de Obama a Mauricio Macri fue explícito y contundente. Con inteligencia, sensibilidad, buen humor e indudable carisma, Obama consiguió además la simpatía de la enorme mayoría del pueblo argentino. Todas sus intervenciones fueron impecables, pero la reunión con los jóvenes en la Usina del Arte, en la que durante una hora contestó las preguntas que le hicieron sin ninguna restricción ni conocimiento previo de aquello que se le preguntaría, quedará seguramente en la memoria colectiva como un acontecimiento imborrable.
Fue fácil percibir desde el comienzo la buena sintonía entre ambos presidentes. También el cuidado y el profesionalismo que las autoridades de ambos países pusieron para que todo saliera en forma perfecta. Este inusitado gesto de Obama tendrá derivaciones no solamente políticas, sino también económicas. La Argentina vuelve a hacer del mundo una oportunidad y está dispuesta, esta vez, a no dejarla pasar.