Por: José Luis Orihuela
Transcurridos 20 años del desembarco de los periódicos en la Web y habiéndose convertido lo digital en estándar, conviene pasar a la fase del periodismo posdigital.
El posdigitalismo, tal como lo plantea Hugo Pardo en su libro Geekonomía, asume que en la economía de la información del siglo XXI todos los flujos son digitales y suceden en internet, por lo que carece de sentido seguir focalizando los debates en clave digital.
Hasta la eclosión de la red en 1993, gracias a los navegadores gráficos, los medios de comunicación habían construido su identidad y su negocio en torno a la tecnología de producción y difusión que utilizaban (básicamente prensa y radio-televisión).
La paulatina adopción de la red en estos años tiende a nivelar el terreno de juego de los agentes de la comunicación, ya que la tecnología se ha vuelto transversal a los medios y ha dejado de ser un factor distintivo.
En el mundo posdigital, la identidad de los medios no se asienta sobre la tecnología, sino sobre los contenidos: el medio es el contenido. Por esta razón, las marcas corporativas de las empresas informativas (y también las marcas personales de los periodistas) emergen como nuevos factores de diferenciación en un entorno que se ha vuelto transmedia.
Pensar en clave posdigital permite desplazar el foco de atención de los asuntos tecnológicos (que se han convertido en ambientales) y centrarlo en los asuntos editoriales: cómo aportamos valor cuando la información ha dejado de ser un bien escaso.