Hace unos días la Presidente Cristina Fernández de Kirchner viajó a China para “profundizar la Alianza Estratégica Integral de Argentina con la economía más grande del mundo”. El viaje tuvo lugar en un contexto económico e institucional muy sensible del país, golpeado por la recesión y por la muerte del fiscal Nisman, quien estaba investigando a la Presidente por la causa del atentado a la AMIA.
El miércoles, durante las reuniones oficiales con empresarios chinos, la cuenta oficial de twitter de la mandataria publicó un mensaje en el que reemplazó las letras “R” por las letras “L” en tono de burla a la pronunciación del idioma asiático. Inmediatamente publicó otro mensaje justificando la burla como una manera de digerir las cosas con humor. El error fue doble.
Los países asiáticos como China, Corea y Japón están fuertemente influenciados por el confucianismo y su filosofía. Esto quiere decir que para estos países el respeto es uno de los pilares fundamentales en la arquitectura de sus sociedades.
El respeto es tan importante que incluso el lenguaje y el comportamiento tienen varios niveles de expresión de acuerdo a hacia quién uno se dirige. En la cultura confuciana uno no se puede dirigir hacia personas de mayor autoridad o edad de la misma manera en la que se dirige hacia un par. Debe, primero, adecuar los verbos y los pronombres al nivel correcto de respeto.
Asimismo, los asiáticos cumplen con protocolos estrictos de comportamiento que se reflejan en los saludos, las reverencias y los gestos físicos. En otras palabras, el respeto esta imbuido en el hábito y es inconcebible que uno se comporte por fuera de estas normas, ya que son sumamente inflexibles.
Existe un refrán asiático que dice que uno puede ver sólo hasta donde conoce y es ciego de lo que desconoce. Sería verdaderamente curioso que la Presidente no haya estado al tanto de que los chinos toman como una falta de respeto y ofensa muy peyorativa la burla de la pronunciación.
Una mandataria que representa un país no puede tomar con ligereza los códigos culturales de países con tradiciones milenarias como China. Menos cuando la misma es la socia comercial que busca seducir para salvar una economía vapuleada.
El mensaje justificativo es doblemente desafortunado, porque construye una imagen errónea de nuestro país. Hacia el mundo insinúa que es parte del sentido de humor del argentino la burla hacia otras culturas, cuando esto no es cierto.
La diplomacia se construye mediante lazos estratégicos en varios niveles del gobierno. Para generar lazos comerciales o económicos, también se precisan gestos políticos y un profundo respeto por la contraparte.
¿Puede esta burla en twitter entorpecer la relación bilateral con China? Probablemente no. Pensar lo contrario sería subestimar la diplomacia china, bastante más seria que la nuestra. Pero, ¿era realmente necesario mostrar tanta insensatez?