Abel y Adrián son abogados. Tienen entre 45 y 50 años cada uno. Fueron compañeros de la Facultad. Ambos son penalistas. Se encontraron en la puerta de los Tribunales porteños. A continuación, fragmentos de su diálogo.
Adrián: ¡Hola Abel!
Abel: Hola Adrián, ¿cómo va?
Adrián: ¡Estoy impactado! ¿Te enteraste del fallo de la Sala II de Casación Penal, respecto de la tenencia de drogas en la cárcel? Los jueces dijeron que no es delito poseer estupefacientes en un establecimiento carcelario para consumo personal, que eso está protegido por el artículo 19 de la Constitución Nacional… ¡Qué locura!!!
Abel: No sé por qué estás impactado. ¡El fallo me parece brillante! Al fin nuestros jueces se han puesto los pantalones largos frente al neopunitivismo deslegitimante…
Adrián: ¿Neo… qué?
Abel: Neopunitivismo deslegitimante. ¿No has leído nada sobre la inflación de las leyes penales, el derecho penal de emergencia, el derecho penal del enemigo? ¿Te quedaste con los libros de Derecho Penal de los dinosaurios que estudiábamos en la Facultad? ¿O acaso te has convertido en un dinosaurio vos también? ¿O en un burócrata de la agencia punitiva?
Adrián: No conocía todos esos conceptos. Ni sabía de tu perfeccionamiento tan avanzado en tan modernas doctrinas. Y tengo apenas 50, che… ¡No me siento un dinosaurio como vos decís! ¿Y la “agencia”? ¿Qué es eso? Conozco las agencias de turismo, de remises…
Abel: Yo le llamo agencia a todos los organismos del aparato represivo del Estado. Vos seguramente los seguirás llamado Poder Judicial, Policía, Servicio Penitenciario, etcétera… En realidad son agencias deslegitimadas del poder punitivo. El Estado no tiene autoridad moral para imponer penas o sanciones, que por otra parte, no sirven para nada.
Adrián: Pero vivimos en una República Abel, tiene que haber un sistema penal. Leyes. Procedimientos. Sanciones. Cárceles… ¿No te parece?
Abel: ¡Para nada! Es un sistema perverso que selecciona a los más desposeídos y los extermina en las jaulas oficiales, que vos llamás cárceles…
Adrián: ¡Pero si se llaman cárceles! ¿Cómo querés que denomine a establecimientos como Marcos Paz, Ezeiza, Olmos o Sierra Chica?
Abel: Jaulas de exterminio…
Adrián: Me parece que estás exagerando. No tengo dudas que hay que mejorar -y mucho- el sistema carcelario argentino. Dotar a las unidades penitenciarias de infraestructura y personal adecuados. Darles a los internos la posibilidad de resocialización…
Abel: ¿Resocialización? ¡Ja! No seas ingenuo, Adrián. El Estado no quiere resocializarlos. Los quiere clientes del sistema por siempre. Para que perdure su discurso deslegitimante…
Adrián: Entonces no entiendo cómo estás de acuerdo con un fallo que permite a los internos drogarse dentro de una cárcel, para que sigan cometiendo tropelías muros adentro, fabricando armas blancas, violando a sus compañeros de pabellón, tratando de fugarse… ¿O me vas a negar la incidencia del consumo de drogas en casi todas las formas de comisión criminal?
Abel: ¿Qué, también estás por la criminalización del consumo de estupefacientes? ¿No leíste el fallo “Arriola”, de la Corte Suprema?
Adrián: ¡Sí, claro que leí! Y lo utilizo en mis defensas casi a diario… Pero estamos hablando de la cárcel, Abel, ¡de la cárcel! ¿Y la resocialización? ¿Y el regreso a la vida en libertad del detenido?
Abel: ¿Y por qué lo vas a obligar a “resocializarse”? ¿En qué ley figura esa pena alternativa? Si el detenido quiere seguir siendo delincuente, ¿quién es el Estado para no dejarlo a su libre albedrío? ¿No te das cuenta de que este sistema se destruye a sí mismo?
Adrián: No. Disiento con vos. Serás un todo experto en las teorías abolicionistas. Hablarás como les gusta a los nuevos profesores de Derecho Penal. Seguramente, ganarías cualquier concurso en el Consejo de la Magistratura. Pero no podrás convencerme para que ponga en una misma situación moral al que delinque y al honesto. No puede ser lo mismo el homicida que el muerto. Me niego a aceptar eso. Juré defender a todo aquel que contrate mis servicios y que yo acepte esa defensa. Pero exclusivamente desde lo técnico-jurídico. No me voy a convertir en un apologista del crimen y del criminal.
Abel: Es una lástima, Adrián, que no comprendas el verdadero sentido de mis palabras. Evidentemente, el monstruo estatal te ha seducido con sus discursos vacíos de contenido y has creído en la ilusión punitivista… Tendrías que leer más a Foucault y menos a Soler y Fontán Balestra…
Adrián: Chau, Abel.
Abel: Chau, Adrián.
Cualquier semejanza con la ficción, es pura coincidencia.