Las democracias latinoamericanas en las últimas décadas atravesaron distintos procesos. Las sucesivas dictaduras fueron el caldo de cultivo de distintos movimientos armados y también para aquellos que pacíficamente buscaron el regreso y el retorno a la democracia. Chile, Brasil, Perú, Nicaragua, Venezuela, Argentina, Uruguay. Con sus tiempos y a sus modos retomaron la vida democrática. Fue una etapa de protagonismo de los derechos humanos. Y de Gobiernos comprometidos con ello.
Las dictaduras no solo devastaron a sus mejores cuadros políticos, sino que además lo hicieron a nivel económico. Las salidas de estas dictaduras llegaron de la mano de Gobiernos progresistas. La deuda interna no guardaba comparación con su correlato económico externo. Fueron etapas de ebullición en la actividad partidaria. No en todos los casos ocurrió lo mismo, pero, en muchos países aún no fortalecidas las instituciones democráticas, la motivación de perdurar a través de las reformas constitucionales o “acuerdos supra” hicieron el resto. Países, cuyo caso más emblemático quizás sea Brasil, en donde un obrero metalúrgico logra llegar a su máxima conducción para restañar viejas y enormes injusticias, rescata a 50 millones de pobres y termina envuelto junto a la presidente Dilma, su sucesora, en uno de los mayores casos de corrupción política.
Otro ejemplo no menor es Nicaragua, donde el Frente Sandinista, que combatió con armas la dictadura de Anastasio Somoza, llega al poder a través de los votos ciudadanos para resquebrajarse luego y convertirse en un Gobierno que, abrazando la inmoralidad, aumentó el patrimonio personal de Ortega y otros dirigentes hasta superar el presupuesto del país.
Su contracara es Uruguay, donde también un líder revolucionario en épocas de dictadura, José “Pepe” Mujica, logra ser presidente constitucional y concluir su mandato fiel a sus principios y coherencia. Uruguay sigue siendo la mosca blanca a la hora de la calidad institucional (como Mendoza para Argentina).
Venezuela es el rostro de un país que tras un Gobierno que llega de la mano de Chávez con la impronta de la justicia social, deja como herencia enormes patrimonios para muchos de sus gobernantes y enormes pobrezas en sus habitantes: represión, falta de libertad de expresión, opositores presos.
En el caso de Argentina, la dupla Néstor Kirchner y Roberto Lavagna convirtió a nuestro país luego de aquel 2000-2001 en un modelo a seguir que termina en manos de la presidente Kirchner, dando por tierra las virtudes de ese modelo. Creciendo también los patrimonios personales, las divisiones, los expedientes judiciales sobre corrupción. Y la pobreza e indigencia en aumento, por ende la degradación institucional, el crecimiento de la criminalidad. El resultado más visible y palpable es la falta de igualdad ante la ley. Creo oportuno citar para reflejar con dos conceptos fuertes la etapa descrita. Guillermo O’Donnell, politólogo de reconocimiento mundial acuñó el término “democracia delegativa” alertando sobre lo que venía. Larry Diamond sociólogo, acierta describiendo esas consecuencias al definir este hoy como el de una “recesión democrática”.
Como vengo diciendo, en la carrera de la oca política argentina con miras a octubre, todo hace pensar que la foto de los resultados guardará la imagen de las últimas PASO. Sergio Massa tendrá entonces la responsabilidad de inclinar la balanza en el ballotage.
A propósito de los presidenciables, Daniel Scioli, desde que triunfó en las PASO, no logra obtener una satisfacción. Desde su viaje a Italia, pasando por las inundaciones y hasta el trágico domingo Alperovich. La novedad es la habilitación a un par de ventrílocuos, cuyo principal actor es el salteño Juan Manuel Urtubey, para declarar lo que el presidenciable no tiene permitido. Se supone que con ello y a través de estos voceros debiese mantener los votos del peronismo no muy kirchneristas y conquistar el de los independientes.
Mauricio Macri tuvo su mejor momento en la foto post Tucumán junto a Massa, Stolbizer y Sanz; deberá abrazarse (y mucho) en la provincia de Buenos Aires a María Eugenia Vidal para salir de su amesetamiento.
En Santa Fe la transición entre Antonio Bonfatti y Miguel Lifschitz se parece mucho más a la de dos frentes en pugna que a la de un mismo partido. Esta situación lleva a transitar una etapa cuasianómica donde la ley parece manejarla mucho más el delincuente. Tras unas trágicas jornadas de asesinatos, entraderas, robos, desapariciones de personas con tristes finales, extrañas conmutaciones de penas, juicios abreviados; el secretario del área de seguridad dijo, cual ciudadano en un bar, “hoy le toca a usted, mañana a mí”. El periodista Pablo Procopio, ante el asesinato de su hermano, el arquitecto Sandro Procopio, escribió en su columna del diario La Capital: “Son inútiles de toda ineptitud. Y eso no debe callarse. ¿Acaso alguien pensó en renunciar como un modo de reconocer su incapacidad? Los mismos que dicen hacer todo lo que se puede saben que no es así. Saben de las connivencias, de la corrupción, de las zonas liberadas y del desvío de recursos. Y ni hablar de la torpeza y el desinterés de quienes tienen que resolver las cuestiones cotidianas”.