Por: Sergio Abrevaya
Reflexionábamos, en nuestra columna de la semana pasada, acerca de la oportunidad que representan las elecciones primarias abiertas y obligatorias (PASO) para ayudar a la necesaria recomposición y revitalización del sistema político argentino, hoy reducido a un sólo partido. Tras su primera implementación hace dos años, los dirigentes políticos hemos tenido tiempo suficiente para valorar las PASO y el nuevo horizonte que nos ofrecen.
Se tratan de un mecanismo de selección de candidatos por parte de toda la ciudadanía que puede y debe facilitar a la sociedad argentina la calificación de su vida cívica en el corto o en el mediano plazo, en tanto la dinámica natural de la aplicación de este tipo de herramientas en todas las latitudes tiende a aglutinar a las diversas ofertas político electorales en dos grandes polos, uno de centroderecha y otro de centroizquierda, expresivos de reagrupamientos sucesivos de dirigentes y fuerzas políticas por afinidades de ideas y de perfiles programáticos.
Pero las PASO por sí solas no serán suficientes, hace falta además ayudarlas con voluntad política. En el caso de la centroizquierda, para cristalizar una gran confluencia del espacio que sea visualizada como una opción de gobierno efectiva, es necesario dejar atrás una costumbre arraigada en las diferentes versiones del progresismo, que contribuyen a aislarlo y a empequeñecerlo: el hábito de limitarnos a dar testimonio que termina fosilizando nuestra realidad electoral, y nos instala en una zona de peligrosa comodidad, una suerte de permanente vocación opositora y minoritaria.
Para cambiar verdaderamente la actual matriz monopartidista en que ha ido degenerando nuestro sistema político, con sus tendencias recurrentes al abuso del poder, lo menos recomendable es que las fuerzas emergentes de una nueva configuración política partidaria, con la excusa de diferenciarnos de esas extralimitaciones y discrecionalidades del oficialismo, arrojemos a la criatura junto con el agua sucia y acabemos abdicando de la vocación de gobierno.
La participación en las PASO porteñas de este año de un amplio espectro de partidos y dirigentes que debe incluir al Frente Amplio Progresista, a Proyecto Sur, a toda la Coalición Cívica y al radicalismo, será posible si todos los actores deponemos la lógica sectaria que prefiere alarmarse de la pluralidad de nuestra potencial convergencia en lugar de festejarla, y si todos superamos el estadio de comodidad que provee una lógica mezquina, en nombre de supuestos principios, que ausculta diminutas diferencias programáticas y condiciona la unidad enarbolando derroteros previos formuladas desde un escritorio
Precisamente, no somos uniformes en los pensamientos y reconocemos en los otros integrantes todavía disgregados de este amplio espacio progresista su honestidad y sus convicciones. Confiamos que en ocasiones irrenunciables con el debate franco y abierto de cara a la sociedad el núcleo de los idearios de todos y de cada será finalmente compartido.
No nos recluyamos en excusas, que la palabra convicción no sea bastardeada por la comodidad de ocupar una banca testimonial y los cálculos personales, que las ricas y diversas identidades y trayectorias no sean una barrera religiosa, sino un puente hacia la conformación de una gran fuerza de centroizquierda con genuina vocación de poder. Saldremos del monopartidismo clientelar y conservador construyendo una alternativa electoral, emergiendo con potencia en las PASO y luego en las elecciones generales de este año para disputar en el 2015 los gobiernos dela Ciudad yla Nación.