Scioli, Macri, Massa y un festival de cepos inédito

Carlos Arbia

La próxima elección presidencial del 25 de octubre será la primera, desde las elecciones de julio de 1989, donde los candidatos enfrentarán una situación parecida con diversos tipos de cambios. En aquel entonces había varios tipos de dólar -oficial, comercial, financiero, dólar para la industria, dólar para el agro y un dólar blue. En cambio, ahora coexisten el dólar oficial, el blue o ilegal y otras versiones más sofisticadas como el dólar bolsa y el contado con liqui. Estos tipos de cambios diferenciales distorsionan los mercados de bienes, servicios y a la larga deben ser eliminados, como así también el festival de cepos que hoy prolifera en la economía producto de las constantes restricciones que aplica este Gobierno que no respeta el sistema de precios libres que caracteriza a la economía mundial, salvo a Argentina y a Venezuela.

Como manifiesta Adam Smith en su libro La riqueza de las naciones: “Los precios que se establecen en transacciones voluntarias entre compradores y vendedores son capaces de coordinar la actividad de miles de millones de personas, quienes, buscando cada una de ellas su propio interés, contribuyen al bienestar general de la población”. Un sistema de precios libres genera los incentivos para producir más y eficientemente, para determinar un valor de equilibrio en el mercado y da información para la toma de decisiones de los agentes económicos.

Este festival de cepos a desactivar se compone de: 1) cepo a la compra de dólares con autorización de la AFIP a través de las compras de dólar ahorro, 2) cepo a los precios con el Programa de Precios Cuidados, que deteriora el nivel de rentabilidad de las empresas, porque el Indec no se ha normalizado, 3) cepo para importar que consiste en la autorización de las declaraciones juradas de autorización de importaciones (DJAI), que autoriza la Secretaría de Comercio y ha provocado una deuda de unos 5000 millones de dólares con el sector importador, 4) cepo para exportar con los registros de operación de exportaciones (ROE) que autoriza el Ministerio de Agricultura y obliga a los productores a vender en el mercado interno a un precio menor que el que podrían obtener exportando el producto para una mesa de los argentinos que cada vez está más cara, 5) cepo para distribuir utilidades de las empresas que autoriza la Comisión Nacional de Valores, 6) cepo para remisión de utilidades al exterior de los bancos y las empresas multinacionales que autoriza el Banco Central, entre ambos suman unos 3500 millones de dólares, y 7) cepo inmobiliario, que ha congelado las operaciones de compra-venta de propiedades, que solo hoy se realizan en su mayoría por medio del blanqueo de capitales.

Estos siete cepos son producto de las restricciones económicas y financieras que impuso este Gobierno desde la crisis del campo en el 2008. Estas medidas restrictivas han provocado caída de exportaciones e importaciones, caída del empleo en el sector privado, fuerte baja de la actividad industrial y del crecimiento económico, algo que deberá revertirse en la medida en que se eliminen esos cepos. Esas restricciones cambiarias han provocado además una fuerte caída en las reservas, que de un récord de 52.654 millones de dólares registrados en enero del 2011 cayeron a los actuales 33.600 millones de dólares. Durante su gestión, Cristina Kirchner perdió la mitad de las reservas internacionales que logró acumular Néstor Kirchner en su mandato.

Cualquiera de los candidatos mejor posicionados que gane las elecciones, Daniel Scioli, Mauricio Macri o Sergio Massa, deberá desactivar el cepo cambiario y el festival de cepos que distorsiona la fijación de precios libres y transparentes del mercado de bienes y servicios para que la economía crezca. En ese aspecto, Scioli sostiene: “El cepo se irá eliminando gradualmente en la medida en que ingresen dólares de inversiones”. Por su parte, Macri ha manifestado: “El 11 de diciembre no habrá más cepo cambiario”, en tanto que Sergio Massa dijo que en cien días eliminará el cepo cambiario. Ese tiempo es muy largo para la Argentina, que se devora presidentes de bancos centrales, ministros de Economía y hasta presidentes de la nación cuando hay crisis financieras y cambiarias y la economía no crece, como en la actualidad.